Martes 28 de Febrero de 1950

ARMIDA DE LA VARA Y ROBLES

(Por Enriqueta de Parodi)

Hace casi cuatro años, el 12 de Junio de 1945 para ser más exacta, escribí yo estas palabras acerca de Armida de la Vara, en un periódico local: "A una pregunta mía, acerca de si alguna alumna universitaria había destacado en el terreno literario, el Profr. Rosalío Moreno me contestó que tenía entre las normalistas a una muchacha muy joven, pero que escribía bastante bien, y se notaba en ella una especial vocación desde que me fuera presentada, y se me complació". Esta muchacha era Armida de la Vara y Robles que estaba haciendo la carrera de normalista en aquellos días, y que desde esas fechas, empezó a escribir con tesón, y lo que vale más, con talento. Algunos días después de aquella entrevista, Armida me entregó algunas prosas cortas que fui dando a la publicidad en la página que estaba a mi cargo en aquel diario; recuerdo que la primera que publique se llama "Si Pudiera Ir...". Así inició su carrera literaria nuestra poetisa. Poco a poco, su inquietud creadora, su brillante inspiración, encontraron molde mejor en el verso que en la prosa y un día la escritora en ciernes se transformó en poeta, y en POETA con riqueza de forma y brillantez de estilo. Con mi deseo de ver surgir a Armida en el marco adecuado a su talento, envié sus versos y prosas a algunas revistas y periódicos de México y Guadalajara, y su nombre empezó a salvar barreras locales para darse a conocer en otras tierras, "Vanidades" una leída revista cubana, ha publicado con beneplácito algunos versos de Armida. En una ocasión, el Lic. Horacio Sobarzo me manifestó su deseo de ayudar y de estimular debidamente a Armida y a ese otro elemento sonorense que junto con ella empezó a darse a conocer: Francisco Díaz Duarte. Aquel noble deseo de estímulo manifestado por el entonces Gobernador sonorense, ha madurado ya, y Armida se fue a la capital mexicana para enriquecerse de conocimientos nuevos y volver al solar sonorense madurada al sol del intercambio literario, y con el espaldazo que la crítica capitalina sabrá darle afianzará de esta manera su posición en el campo de la literatura mexicana. Armida emprende su ascensión hacia una brillante meta. Lleva todos los atributos que necesita para triunfar: talento, juventud, modestia; desconoce en lo absoluto la vanidad que a veces detiene los mejores avances, y para el escalo difícil, tiene fe en sí misma. Cuando Armida vuelva a México, después de su primera visita a Sonora, llevará como heraldo su primera obra que resultó premiada en el Concurso del Libro Sonorense; obra que abarca su brillante producción literaria y que bajo el modestísimo nombre de "CANTO RODADO", se publicó hace poco tiempo. No ha de haber olvidado Armida la insistencia que puse para que enviara al Concurso su libro, y es que yo adivinaba su triunfo pues en su corta carrera literaria he mantenido vigilante mi corazón; ha habido en mi actitud para ella un empeño constante, un deseo de verla llegar airosa al triunfo. En cada éxito de Armida _aunque haya estado ausente de los homenajes que le han rendido_, he encontrado y fortalecido mi fe en Sonora, porque alguna vez dije que yo no había pedido hacer realidad mis ansias en un libro, porque si bien mi nombre literario lo hicieron mis largas años de lucha y labor en periódicos de provincia primeramente de Sonora, y cuando me acerqué modestamente en 1930 para pedir al entonces Gobernador de Sonora que me ayudara a publicar mi primer libro, cortesmente me dijo: "Lo siento mucho señora Parodi, pero no tenemos presupuesto para la edición de libros". Resignadamente guardé aquel libro que dos años después se publicó en México con el mejor de los éxitos, pues "Reloj de Arena" fue el libro puntalero de mi carrera literaria. Los tiempos han cambiado para los intelectuales sonorenses. Hoy el Gobierno respalda al que piensa, al que siembra en los surcos del espíritu, de igual manera que respalda al que fecunda la tierra. Armida de la Vara, muchacha de talento y de buena estrella, no va por la ruta incierta por que muchos hemos ido dando tumbos, venciendo incomprensiones, luchando con la vida; ella continúa sus estudios en México segura, con un nombre que suena como campanillas de plata y huele a cumbres y a ramas en flor: Armida de la Vara y Robles. Lleva también, como heraldo, un libro fresco que tiene humedad de cauce y murmullo de agua que corre: "CANTO RODADO", y deja aquí el respaldo de un Gobernante consciente que ha querido dar a Armida la oportunidad de prepararse para un brillante destino, y la vez, la de dar a Sonora en ella una personalidad que afiance mejor el nombre de nuestro Estado en las carteleras intelectuales del futuro. Armida vuelve a la capital mexicana a dar más brillo a su natural talento, más vigor y riqueza a su inspiración bajo los cielos transparentes de México. Volverá a nosotros con el haz de sus triunfos para dar a Sonora el venero riquísimo de sus versos, que son encaje tejido en hilo de oro, flores que tiemblan en los amaneceres y pájaros que cantan en las enramadas.