EL GENERAL DON JOSÉ URREA (Por Eduardo W. Villa)

El ilustre General sonorense Don José Urrea es, sin duda alguna, uno de los próceres de antaño cuyas proezas militares permanecen aún desconocidas para la generalidad. En la Guerra de Texas se puede decir sin exageración que fue el único de los militares de alta graduación que se impuso a los texanos derrotándolos en el Fuerte Goliat, haciendo prisioneros al Comandante J. W. Fanning quien defendía dicha fortaleza, así como trescientos de sus hombres y apoderándose de gran cantidad de parque el 20 de marzo de 1836. Igualmente en la acción de San Patricio al frente solo de cien hombres de caballería, atacó a los texanos en la antigua Villa de San patricio, situada a unos 120 kilómetros de Matamoros; hizo a los texanos 10 muertos y 21 prisioneros, se apoderó de armas, parque y caballos. Una victoria muy significativa fue la de El Encinal El Perdido, y no menos la de Reunión en que hizo prisioneros al Coronel Ward y nuevamente se apoderó de gran cantidad de víveres. Mientras esto ocurría, Santa Ana era vergonzosamente derrotado en San Jacinto por el Regimiento del Samuel Houston; se le declaraba prisionero de guerra y temeroso de ser fusilado ordena a su segundo en Jefe, Don Vicente Filisola, que retire las tropas y pase aviso a Urrea y Gaona. Urrea se negó a obedecer y notificó al Congreso de la nación lo ocurrido, el que destituyó inmediatamente a Filisola y nombró General en Jefe de las Fuerzas Armadas al General Don José Urrea, llamándose aquel para que fuese juzgado por un Consejo de Guerra. Pero sucesos posteriores hicieron irremisiblemente la pérdida de Texas para México. La cobardía de Santa Ana y el desacato a los sagrados deberes militares por Filisola como fue obedecer órdenes de un Jefe Prisionero de fuerzas enemigas, malogró el patriotismo desinteresado del ilustre Don José Urrea, quien por su pericia militar, sus grandes dotes de estratega, hubiera hecho segura la victoria final en la Guerra de Texas. Mas no son los innegables merecimientos contraídos en el campo de Marte los que agigantan la simática figura de nuestro General Urrea y lo presentan ante la faz de la nación como un paradigma; sino la voz de este patricio que resuena en los ámbitos de la nación en 1839, proclamando el sistema federal de que hoy gozamos cuando la patria estaba dominada por el centralismo. Su arrojo y audacia hasta la temeridad lo hacen ir desde Sonora y reducir a prisión al Presidente centralista Don Anastasio Bustamante en sus propios aposentos del Palacio Nacional el 15 de Julio de 1840. Un acto de generosidad para su prisionero, malogró entonces el triunfo de la causa federal. El invicto Urrea, desafortunado en esta vez en el campo de la política, es perseguido, desterrado, amenazado y se cumplió aquella frase que hizo célebre Oliverio Cromwell cuando dijo: “En política por sabias e ingeniosas que se presenten, sólo son buenas las ideas que no fracasan”. Vigorizado el centralismo anduvo a salto de mata con peligro de perder su vida en cualquier momento, pero la Junta Departamental de Durango con valentía desusada,  pidió al Supremo Gobierno de la República se integrara al General Urrea al pleno goce de sus derechos, empleos y honores. En la exposición de motivos, entre otras cosas decía: “la gloria de México será siempre inseparable del General Urrea cuando la imparcial historia escriba la Guerra de Texas, ella lo representará tan valiente en la refriega como clemente en el triunfo, infatigable en la campaña sin que nunca se detuviera en contar las filas de sus enemigos, ella lo representará custodiando un número de prisioneros mayor que el de sus soldados, y caminando de triunfo en triunfo, participando de las penurias del soldado y compartiendo con él su escaso pan, y volviendo de la campaña más pobre que cuando la abrió. Hoy ha variado el destino de aquel general desgraciado; la fortuna lo pone bajo las órdenes de un soldado, el bastón cambia en cadenas; el azar hace un delincuente del que pudo hacer un héroe; la envidia lo persigue, el aspirantismo lo asesina y ahora hasta lo llaman cobarde los cobardes que nunca vieron la cara al enemigo, aquellos que lo colmaron de encomios, que temblaban a su voz en los días de su ventura”.  Reintegrados a sus honores y grados militares, luego vino la Guerra del 47 con los Estados Unidos y lo encontramos en marzo de este año, a raíz de la desafortunada Batalla de La Angostura, operando en Nuevo León a retaguardia del invasor, le vemos capturar un convoy al enemigo, quemándole casi un centenar de carros y causándole alrededor de doscientas bajas entre muertos, heridos y prisioneros. Hubiera continuado admirando a los propios enemigos con su brillante actuación militar, pero ya la muerte lo acechaba y falleció al año siguiente de cólera morbus en Durango, sin haber visto el triste fin de la Intervención Norteamericana.