LA EXPEDICIÓN DE HENRY A. CRABB A SONORA (Por Laureano B. Calvo)

 

 

No me referiré en este modesto estudio a los hechos ya conocidos que culminaron con la ejecución de Henry A. Crabb y sus compañeros de aventura durante los primeros veinte días del mes de abril de 1857, sino a los antecedentes de aquella expedición, pues según la filosofía no hay causa sin efecto, ni efecto que no provenga de una causa. La expedición de Crabb a Sonora en el año de 1857 solo fue el efecto o la consecuencia de una causa anterior, y es a esa causa a la que me voy a referir.

 

Para mejor entendimiento del lector, conviene bosquejar el panorama político que representaba para el Estado a principios del año de 1856, y para ello, debemos retroceder hasta la fecha en que se prestó el Juramento de adhesión al Plan de Ayutla hecho en las poblaciones principales de nuestra Entidad. Este acto se verificó en la ciudad de Hermosillo el día 01 de septiembre de 1855 con asistencia del señor General de Brigada Don Pedro Espejo, Gobernador y Comandante General del Departamento de Sonora; del señor General de Brigada Don José María Yáñez, con arraigo en dicha ciudad debido al proceso que se le instruía por orden del Presidente López de Santa Ana después de su brillante triunfo en Guaymas; del comandante de batallón don Jesús García Morales, Prefecto del Distrito, y de todas las autoridades civiles y militares radicadas en el propio lugar, acordándose ratificar en su doble empleo al señor General Espejo por mientras el Gobierno Nacional haría la designación de Gobernador Provisional y Comandante General respectivamente.

 

Dos días más tarde, en la ciudad de Ures, capital del Estado, la Junta de Autoridades tuvo lugar el día 3 del mismo mes de septiembre presidida por el C. Máximo Salazar, Prefecto y Comandante Militar del Distrito de Ures, y en ella se resolvió apoyar el nombramiento del señor General Yáñez como Gobernador y Comandante General del Estado. El señor General Yañez, con una dignidad y desinterés que mucho lo honra, se excusó de servir aquellos empleos aduciendo su condición de procesado, pero insinuó la conveniencia de que fuese designado en su lugar el señor Don Manuel María Gándara. La palabra del General Yáñez era escuchada por los sonorenses en esa época como una orden emanada de la Divinidad, y por consiguiente, desde ese mismo día el señor Gándara asumió el mando político y militar del Estado.

 

En enero de 1856 el Gobierno Nacional hizo la designación del Gobernador Provisional en favor del Lic. Don José María de Aguilar y la de Comandante General en favor del General Espejo. Mientras tanto, y de conformidad con el estatuto orgánico del Estado, habíase instalado el Consejo de Gobierno bajo la presidencia del señor Don Ramón Encinas y este cuerpo, con fecha 19 de febrero siguiente, impugnó a aquellos nombramientos apoyándose en que dichos nombramientos habían servido al Gobierno del General López de Santa Ana, el uno como Gobernador y el otro como Secretario de Gobierno, e instó al señor Gándara para que continuara al frente de los dos mandos como lo hizo según circular expedida el mismo día.

 

En la noche del 19 de marzo, el General Espejo fue secuestrado, embarcado en Guaymas y hecho salir del Estado por orden del Comandante General Gándara, quien se retiró desde luego a su hacienda de Topahue y el 25 del propio mes el Lic. Aguilar asumió el poder Ejecutivo nombrando su Consejo de Gobierno integrándose como sigue: Ignacio Pesqueira (Primer Vocal), Francisco J. Aguilar (Segundo Vocal), Manuel Monteverde (Tercer Vocal), Antonio Morales (Cuarto Vocal), José Escalante y Moreno (Quinto Vocal). Con la deportación del General Espejo y la retirada del señor Gándara a su hacienda, la Comandancia General de hecho se encontraba acéfala, y con ese motivo, el día 2 de abril el coronel Pesqueira con su carácter de Ayudante Inspector de las Colonias Militares de la Frontera, propone al Gobernador Aguilar que asuma la Comandancia General contando con el apoyo de las fuerzas coloniales a su mando. Ante esta actitud, el día 7 del mismo mes de abril el señor Gándara nombró de Comandante General al Coronel Don Juan Espíndola, comandante del V Batallón de línea que guarnecía las plazas de Guaymas y Hermosillo. Este señor, el día 9 comunicó su nombramiento al coronel Pesqueira excitándolo a que le diga si le reconoce o nó.

 

Sin esperar la respuesta, se ausenta de la capital y el Gobernador asume el mando militar con aprobación del mismo Coronel Espíndola en Hermosillo y de la guarnición en Guaymas. No obstante, el día 16 del propio mes el Capitán Francisco Borunda a nombre de la guarnición de Hermosillo desconoce la autoridad del Gobernador como Comandante General aduciendo ser civil y marcha sobre la capital en actitud hostil incorporándose a los contingentes auxiliares ya reunidos por Gándara en su hacienda de Topahue. En tales condiciones, y ya para romperse los fuegos, llegó un correo extraordinario de la ciudad de México trayendo la ratificación del nombramiento del Lic. Aguilar como Gobernador Provisional y de Comandante General a favor del señor Gándara, ascendido al grado de General de Brigada.

 

En esa virtud, el día 22 se celebró un convenio por medio del cual  los comandantes auxiliares convocados ilegalmente por el señor Gándara deberían presentarse otro día ante el Gobierno del Estado; se procedería al licenciamiento de las fuerzas auxiliares y sería puesto a disposición del Comandante General el depósito de implementos de guerra existentes en la capital. Sin embargo, no más tarde que al otro día, el Comandante Gándara so pretexto de que el Gobierno del Estado conspiraba en su contra, le fijó un plazo de tres horas para que disolviera las tropas al mando del Gobernador a condición de que, de no hacerlo, “emplearé la fuerza para lograrlo”. Hubo un intercambio de comunicaciones en las que el Comandante General, con evasivas, inculpaba al Gobierno del Estado de ser el responsable de aquella situación y por último, por medio de un convenio que fue ratificado el 30 del referido mes de abril, aparentemente se restableció la paz. Tal era la situación política que prevalecía en Sonora cuando el 7 de mayo de 1856 se presentaron ante el Gobierno del Estado Don Agustín Ainza y su hermano político Henry A. Crabb, después de sostener una conferencia secreta con el Comandante General Gándara en la Hacienda de Santa Rita, con la circunstancia muy significativa por cierto de que el día 8 el señor Gándara se ausentó sigilosamente de la capital, y al otro día en la noche, hizo salir el depósito de implementos de guerra establecido en la citada capital dejando así al Gobierno del Estado sin un soldado ni un fusil, puesto que conforme a lo pactado y haciendo confianza de la buena fe de aquél, había disuelto sus elementos de Guardia Nacional y puesto sus armas a disposición de la Comandancia General.

 

Don Agustín Ainza se acreditó como apoderado de la Comisión establecida en la Alta California para colonizar la frontera de Sonora; exhibió un documento en el que Don Jesús Islas, intitulándose Agente de la Colonización, testificaba el préstamo de $12,978.55 pesos que la firma Ainza Hermanos de San José California había hecho para la manutención y traslado de los 500 sonorenses que formaban el primer núcleo de colonos, y manifestó que, como la dicha expedición estaría para el día 15 de ese mes a orillas del Río Colorado, la falta de recursos urgía que se le auxiliase a la mayor brevedad evitando así que se desbandase con perjuicio grave de los proyectos de colonización. Solicitó además el reembolso de la suma antes citada y el día 27 del mismo mes elevó por escrito esa misma representación insinuando la conveniencia de que la Agencia de Colonización quedara a cargo de ellos en California por ser personas de mucha relación en aquel país.

 

El Gobierno del Estado, aunque carecía de antecedentes, pero  tratándose de sonorenses que regresaban a su tierra natal, inmediatamente creó Juntas Principales de Auxilios en Alamos, Guaymas y Hermosillo y dio cuenta de todo al Gobierno Federal , excitándolo a que le ayudase para salir de tan comprometida situación. El Ministero de Fomento contestó el 30 de mayo diciendo que, aunque el responsable de tal situación era el Agente de Colonización en California por no haber dado aviso oportuno acerca de la extensión de terreno y la suma necesaria para establecer a los colonos, como se le había prevenido, ya se ordenaba a la Aduana Marítima de Guaymas pusiese a disposición del señor Ainza la suma de mil pesos que se destinaría exclusivamente a la compra de implementos de agricultura y el establecimiento de los inmigrantes en los terrenos que el Gobernador tuviese por conveniente designar; que con respeto al adeudo reclamado, debería presentar Ainza una distribución cargando a cada colono en su presencia y con la intervención de un empleado del mismo Gobierno, lo que en él se hubiere erogado para que ese adeudo personal fuese cubierto por cada interesado en el término de cinco años. Quizá Ainza se le hizo muy dura aquella nuez y optó por trasladarse a la Villa de Altar dizque a a esperar allí a la expedición. Salió de Ures el 7 de junio pero para el día 20 el Gobierno ya tenía noticias de la propaganda sediciosa que desarrollaba en los pueblos de su tránsito para independizar al Estado y formar con él, Sinaloa y Baja California, una nueva república que después propondrían en venta a los Estados Unidos del Norte para lo cual contaba, según su decir, con el apoyo de los 500 emigrantes próximos a llegar y el de muchos adictos americanos y extranjeros radicados en California. En vista de esto, el Gobierno giró una circular reservada a los Prefectos haciéndoles saber los motivos que había tenido para prestar su apoyo a los llamados agentes de colonización, y los que hoy tenía para retirarles su confianza, ordenando al de San Ignacio se practicara una investigación judicial para establecer el grado de responsabilidad de los delincuentes.

 

Tengo a la vista las diligencias originales, pero de ellas solo tomaré una de las declaraciones más importantes, la del señor Joaquín Comadurán, vecino del Pueblo de Imuris, que en su parte relativa dice: “dijo llamarse como queda dicho, soltero y mayor de 32 años; que estando al habla en la casa de Don Hilario García, dijo Don Agustín Ainza a Don José María Escalante hijo, “vamos a dar un paseo” y lleva a Comandurán. Salimos, él por delante acompañado de los dos hijos de Hilarión, los alcanzamos y nos dirigimos camino real por la cuesta que baja para Magdalena donde nos reunimos con Don José María Michelena, Don Refugio Quiroga y Don Francisco del mismo apelativo; estando todos juntos nos habló el señor Ainza que venía con objeto de comunicarnos un proyecto, y era el de hacernos independientes de México para lo cual había ya trabajado en todos los pueblos de Sonora, y que tenía ya firmas de todos los principales del Estado y con recursos suficientes para dicha empresa; que solo quería contar con nuestra opinión y que diéramos nuestra firma a lo que le contestamos que no podíamos darla tan luego porque no teníamos ningún antecedente sobre su propuesta; que nos mostrase las firmas que tenía de todos los principales del  Estado para resolvernos. En estas circunstancias nos contestó que las firmas no podía manifestarlas porque ya las había mandado para California; a esto nos mostró una carta escrita de su puño la cual escribía a San Francisco a su padre y hermanos en la que les decía que los que suscribían aquella éramos conformes con sus ideas y esto es lo que quería que firmáramos. Todos nos negamos y tratamos de separarnos porque conocíamos que su plática era  muy larga y que su conversación parecía ya estar fuera de juicio. Que cuanto se ha dicho es la verdad..

 

Con los vecinos de Magdalena y San Ignacio fue menos explícito y estos le hicieron ver lo peligroso que era propagar esas ideas, aconsejándole mejor que regresase para Hermosillo. Ignorando el Gobierno del Estado cual había sido el paradero de nuestro tristemente célebre libertador, por una instancia que él mismo elevó el 3 de julio se llegó a conocimiento que se hallaba oculto en Hermosillo. En esa instancia manifestaba que, siendo ciudadano americano, y nombrado por el Gobierno de California traductor oficial, debería ausentarse del Estado a la mayor brevedad por lo que pedía que el Gobierno de Sonora le extendiese una constancia para presentarla ante el Gobierno Federal de que no había recibido ninguna suma a cuenta del adeudo reclamado.

 

En contestación, el día 4 se ordenó al Prefecto García Morales de Hermosillo que arraigara a Ainza en dicha ciudad y se le vigilase estrechamente, por mientras se recibían informaciones mandadas practicar a efecto de entonces proceder contra de él en forma legal;  pero es el caso que, cuando aquella orden llegó, el Prefecto ya había hecho su aprehensión y consignándolo al Juez de 1a. Instancia fundándose en las noticias publicadas en el periódico oficial. Dicha aprehensión se verificó la noche del mismo día 4 y en esa  propia noche, Don Manuel María Gándara, encontrándose en Hermosillo, dio la orden al Comandante Militar de la Plaza para que prestara todo género de auxilios al Juez militar, capitán Juan B. Navarro, a fin de que practicase sin dificultad las diligencias que se le mandaba seguir en contra del referido Ainza y su cómplice, José María Escalante hijo, presuntos responsables del delito de traición a la Patria.

 

El día 5 por la mañana el Capitán Navarro pidió al Prefecto que pusiese a su disposición al reo Ainza y ordenase la aprehensión de su cómplice, señor Escalante, en contra de quien poseía documentos fehacientes de su criminalidad y lo pusiese igualmente a su disposición para instruirles el juicio ordenado por la Comandancia General. El Prefecto le contestó que con respecto a Ainza, estando ya bajo la jurisdicción de la autoridad judicial, debería entenderse directamente con aquella autoridad si es que deseaba entablar competencia; y que con respecto a Escalante, aunque detenido ya, esperaba le pasara copia de los documentos que decía comprobaban su responsabilidad, así como de la orden que lo facultaba para avocarse al conocimiento de la causa, y en vista de ello, obsequiar sus deseos.

 

Fueron algunas las notas que sobre este asunto se cambiaron entre ambos, y en la última de las cinco de la tarde del día 6, el capitán Navarro termina: “por conclusión diga a VS el que se sirva poner a mi disposición a Escalante como reo, excitándole también decirme si esta Prefectura acata o no la Ley del 14 de enero citada, para en vista dar cuenta a mi superior con lo practicado hasta aquí por este Juzgado”. El Prefecto, firme en su determinación, concluye su respuesta de las cinco y medio de la tarde como sigue: “... como en su contestación esperaba me insertara la orden que autoriza a Usted para formar la correspondiente sumaria a los SS Ainza y Escalante hijo, así como para pedirnos le sean entregado y no habiéndolo hecho, espero me transcriba dicha orden para reconocer su carácter y como a tal dirigirme en lo sucesivo reservándome para entonces contestar los demás puntos de su citada  nota”. El Prefecto García Morales, para proceder de esa manera, se apoyaba en el Art. 42 de la Ley de 23 de noviembre de 1855 vigente y su enérgica actitud mereció la aprobación completa del Gobierno del Estado. Ahora cabe preguntar: ¿porqué tanta insistencia del Comandante General Gándara para que aquellos reos fueran puestos a disposición de una pseudo autoridad judicial militar controlada por él?.

 

El día 9 del precitado mes, fue hecha la consignación de Escalante al Juez de la 1a. Instancia y así trascurrieron los días hasta el 15, fecha en que, a deshoras de la noche, irrumpió en la capital una partida de indios de Aconchi capitaneada por Don Manuel Dávila (a) “El Chapo”, quien intitulándose Comandante Militar de la dicha Capital redujo a prisión al Gobernador Aguilar y a otros funcionarios y empleados de su administración; simuló una acta por medio de la cual se desconocía a las autoridades legítimas y se nombraba Gobernador Provisional a Don Ramón Encinas. Conforme al Artículo 5o. de ese plan, se llamaría al General Yáñez a ejercer el Poder Ejecutivo del Estado y según el 6o. se nombró Prefecto del Distrito a Don Jesús Morales. El Ayuntamiento de la capital, al día siguiente, con excepción del regidor Don José María Tamayo, se adhirió al pronunciamiento y el 17 don Ramón Encinas tomó posesión en tanto que en Baviácora el Coronel Pesqueira, con su carácter de Primer Vocal del Consejo de Gobierno, asumía el de Gobernador sustituto de la entidad. Es de advertirse que el pretexto que se tomó para verificar este atentado fue nada menos que la complicidad atribuida al Gobierno del Lic. Aguilar por el Comandante General Gándara, en la conspiración de Ainza para independizar al Estado inmiscuyendo además a otras personas, como Don Manuel Iñigo, su aliado que fue en la guerra que sostuvo contra el gobierno del General José Urrea (1842-1844) y padre político del propio Agustín Ainza, así como a Don Fernando Cubillas, sobrino del señor Iñigo. A consecuencia del pronunciamiento, Don Jesús García Morales fue sustituido en la Prefectura de Hermosillo por Don Wenceslao Loaiza, y éste a su vez, por Don Manuel Alatorre. Este señor, apoyándose en el articulo 2o. del Plan proclamado en la Capital el 15 de julio, destituyó como Juez de la Instancia a Don José Martínez y nombró en su lugar a Don Francisco Islas, siendo éste quien, con fecha 30 del multicitado mes de julio, dictó auto de libertad caucional en favor de Ainza dándole oportunidad así para eludir el castigo que se había hecho acreedor.

 

Hasta aquí los datos concretos que he logrado reunir, tras de una paciente labor de investigación; pero con el objeto de ligar estos antecedentes a los hechos históricos de abril de 1857, solo diré que el batallón de voluntarios organizados por Crabb, cuyo número de hombres no es posible determinar, lo integraban tres compañías nombradas de Tuolome, “B” y “C”, al mando respectivo de los capitanes McDowell, Holliday y Freman S. McKinney; la expedición salió de San Francisco California el 21 de febrero y arribó a la vanguardia al Fuerte Yuma el 2 de marzo; y por lo que hace a los fines que traía, dejaremos hablar a uno de sus miembros, muy locuaz, autor de un artículo que publicó “The California Cronicle” del 20 del mismo marzo en el que dice: “... permaneceremos aquí (Fuerte Yuma) uno o dos días con objeto de remudar nuestros caballos y mulas y luego tomaremos nuestro camino para Sonora, donde estaremos estacionados uno o dos meses y entonces, entonces... dejo a ustedes adivinar el resto. Las futuras generaciones nos bendecirán quizá como lo hicieron con el Marqués Lafallete en la temprana historia de nuestra gloriosa república y si no todos somos Lafayettes a todos nos gustaría parecérnosle. El tiempo sin embargo dirá otras muchas cosas ignoradas de nosotros, y si tenemos buen suceso en la colonización del territorio de la Arizona, la fuerte probabilidad es que colonizaremos algo del país inmediato...”. Así llegó, pues, el día 26 de ese mes, fecha en que Henry A. Crabb suscribió en Sonoita su histórica carta de desafío al Prefecto de Altar y el documento, muy tergiversado ya, por cierto, a consecuencia de reproducciones imperfectas, nos dan los historiadores como primer antecedente de aquella expedición.

 

 

L.B. Calvo, es encargado de la sección de archivo histórico de la Biblioteca y Museo de Sonora.

Abril 11 de 1950