GAJOS DE HISTORIA (1906) (Por el Ing. Vito Alessio Robles)

Durante mi ya larga vida he viajado mucho. Guardo recuerdos muy gratos de muchas ciudades, pero siempre tengo presente a Guaymas con gratitud y cariño. Unpoco menos de cuatro años estuve comisionado como director de las obras militares de la Primera Zona Militar que entonces comprendía los Estados de Sonora, Sinaloa y el Territorio de Baja California. El Cuartel General estaba radicado en el Pueblo de Tórim, en la margen derecha del Río Yaqui y a poca distancia de la fragosa Sierra del Bacatete. Terminé las obras del Cuartel Las Guásimas que era propiamente un campamento militar, y las de los cuarteles de Pótam, Bácum y las del cuartel y hospital militar de Tórim. Además, ejecuté algunas obras en Topolobampo, Sinaloa; en el campamento del Bacatete en la sierra del mismo nombre, y en el Varadero Nacional de Guaymas. Las obras, en realidad, fueron de poca importancia pero siempre de lenta ejecución. Para obtener la cal, era necesario mandar recoger piedras calizas en regiones muy lejanas, y calcinarlas. En algunos lugares, como en Las Guásimas, en donde no había piedras calizas, se calcinaron conchas de ostión obtenidas en el gran estero cercano ahí mismo en el campamento. Los ladrillos era necesario moldearlos y cocerlos. Todos los demás materiales: hierro, madera, etcétera, era necesario comprarlos en Guaymas y llevarlos al sitio en que se construían las obras en carros tirados por mulas. Por las circunstancias apuntadas antes, por las obras que ejecuté en el Varadero Nacional de Guaymas y por el hecho de que las órdenes de pago se giraban por la Jefatura de Hacienda de dicho puerto, mis viajes a Guaymas fueron muy frecuentes. Conocí a muchos habitantes de esta ciudad y el trato y consideraciones que me dispensaron han obligado para siempre mi gratitud. Allí conocí a José María Maytorena, Adolfo de la Huerta, Alfonso Iberri, José María Ramonet, José López Portillo, Francisco Seldner y otros muchos que me colmaron de atenciones. Además, tengo un especial afecto por Guaymas por el hecho de que allí se meció la cuna de la que hoy y desde hace cuarenta y siete años es la dulce compañera de mi vida y la madre de mis hijos. Con las circunstancias y recuerdos enumerados a nadie debe extrañar que añore a Guaymas con cariño muy especial. Y que al recibir el libro de mi buen amigo el poeta laureado y el periodista honorable Alfonso Iberri, titulado “El Viejo Guaymas”, haya hecho que mi esposa durante mi larga enfermedad en que casi perdía la vista me leyera los cien capítulos para escucharlos con singular fruición y deleite. Alfonso Iberri, dedicó un poema al Viejo Guaymas. En el primer capítulo asentó: “Pasa el tiempo como vendabal que deshoja y barre vidas humanas; las vidas se van, pero los recuerdos quedan cuando el que se marcha los confió al papel. Cada hoja contiene un capítulo de historia. García Cubas nos dejó en las suyas el relato de los sucesos y de cosas de su época. De igual modo, con las memorias de Guillermo Prieto escritas en estilo descuidado como su pergeño, y descontando las inexactitudes en que incurrió por el sectarismo político, se salvaron del olvido infinidad de acontecimientos de importancia, o simplemente curiosos, así como los rasgos más sobresalientes de multitud de personajes interesantes”. Por los cien capítulos del libro de Iberri desfilan: cómo era la vida en el mar, los grandes veleros alemanes que partían de Hamburgo y tocando los principales puertos de la costa oriental de la América del Sur, doblaban por Cabo de Hornos y continuaban sus escalas en los puertos del Pacífico hasta efectuar su arribada a Guaymas en un viaje que aproximadamente duraba seis meses; cómo era la baratura de la vida, que por cierto a mi no me tocó; las tiendas de ropa, los grandes almacenes, las muchachas muy bellas, el entierro de un chino, las fiestas patrióticas; cómo Guaymas fue la cuna de dos presidentes de la República, las huertas de San José de Guaymas, el abastecimiento de agua potable, el combate del Mazacoba y el rescate del Padre Beltrán, y otros muchos episodios que terminaron con el estribillo, así era tal cosa del Viejo Guaymas. Iberri ha escrito un poema al viejo Guaymas, bello y sazonado, merece las felicitaciones más sinceras. Ahora yo quiero dejar en estas líneas una ofrenda a lamisma población con su maravilloso puerto y arrabal, en prenda de gratitud, apuntando aquí algunos datos poco conocidos acera de las funciones de San José de Guaymas y de Guaymas. En 1937, la Antigua Librería de Robredo, de José Porrúa e Hijos, publicó una serie de libros que forman la Biblioteca Histórica Mexicana de Obras Inéditas. En el Tomo VII Demostración del Vastísimo Obispado de la Nueva Vizcaya”, 1765, por el Obispo Tamarón, me cupo el honor de escribir la mayoría de las anotaciones entre las cuales se encuentran las de Sonora. Apunté los siguientes datos: San José de Guaymas fue fundada en 1707 por el Padre Francisco Eusebio Kino, para que sirviera como base de comunicación y aprovisionamiento de las Misiones de la Baja California, y ya para 1704, era una próspera misión que contaba con más de 4,000 indios con ocasión de la visita que hizo el mismo Padre Kino al Jesuita encargado de ella, el padre Francisco Picolo. De esta manera expresa el historiador Bolton que en el drama de California, Guaymas vino a desempeñar el papel antes encargado al Río Yaqui y, por lo tanto, Guaymas vino a ser una hija de California o si se quiere, California de Guaymas. Sobre la fundación del actual puerto de Guaymas, he encontrado el siguiente documento muy importante, expedido por el Visitador General Don José de Galvez, que después fuera Ministro universal de las Indias del Imperio Español, con ocasión de su estada en Sonora: “Don José de Gálvez del Supremo Consejo y Cámara de Indias Intendente del Exercito, etcétera. Para que el importante Puerto de Guaymas, donde ahora se haya establecido uno de los Cuarteles de la Expedición de Sonora, desde luego casas y almacenes con la debida economía, distribuyéndose al tiempo solares y suertes de tierras a los particulares que quieren avecindarse en aquel paraje, nombro por comisario real de las obras que se hayan de executar por cuanta de la Real Hacienda y también del repartimiento de dotaciones a los nuevos pobladores con arreglo a las instrucción que atenderá en este particular a D. Antonio Ponce de León, Cadete del Regimiento de Infantería de América, y en su consecuencia, mando al Jefe de dicho cuartel que le franquee todos los auxilios que necesitase para el cumplimiento de esta comisión y a todos los jueces de estas provincias que no le pongan el menor embarazo en lo que corresponde a ella. Dado en el Real de Alamos, a treinta y uno de agosto de mil setecientos setenta y nueve. Por mandado de Su Señoría Ilustrísima, Miguel José de Azanza”. Las instrucciones del mimso visitador están redactadas en la forma como sigue: “Luego que usted reciba esta orden y para aprovechar el actual tiempo de las aguas, dispondrá con los indios necesarios que preparen las mejores tierras inmediatas a ese cuartel y siembren, inmediatamente en ellas dos o tres fanegas de maíz que pedirá usted al teniente Don Pedro Tueros. Y respecto de que el trazole (sic, por el aztequismo tlazole, rastrojo) que produzcan, ha de servir en parte a mantener hoy la caballada que se destina para estar pronta siempre que sea necesario prevengo a usted que no admita dificultades que puedan impedir el hacer dicha siembra. Incluyo a Usted el adjunto decreto mío para que perciba de esa tesorería quince pesos que me ha parecido justo asignarle por ahora y mensualmente por vía de gratificación honoraría a la comisión que he conferido a usted sobre la nueva población que ha de formarse en ese puerto. Dios. Alamos, 1º de Septiembre de 1769. José de Gálvez, Sr. Don Antonio Ponce de Léon ». Imitando a Iberri podemos asentar : “Así nació el Viejo Guaymas”.