HACE VEINTICINCO AÑOS (Por Enrique García Sánchez)

(Párrafos extraidos del libro en preparación: “Trayectoria de 30 años”, del mismo autor, Profr. García Sánchez, quien el pasado 10 de noviembre de 1953 cumplió 25 años en Hermosillo)

En una noche agradable del mes de noviembre de 1928, llegué a Hermosillo vía FC SudPacífico. En el tren, de Nogales a ésta, tuve el gusto de conocer a un distinguido viajero: alto, fornido, blanco, joven que mal hablaba el idioma de Cervantes, y en todos sus trances de expresión, echaba mano del inglés que, al parecer, dominaba. Aquel viajero era Don Alfonso Hoeffer F. Me hospedé en el entonces Hotel Kino. La primera impresión que recibí de Hermosillo, lo confieso sin intención de herir a nadie, fue desagradable; me pareció pequeño, como capital de Estado; muy mal trazado, su comercio casi totalmente en manos de extranjeros. Venía yo contratado por el señor Profesor Don Benjamín Muñoz, entonces Director General de Educación Pública del Estado, para prestar mis servicios como profesor de inglés en las Escuelas Superiores  de este lugar, y la Primaria y Comercial “H. Aja”, incorporada a las de la Entidad y subvencionada por la misma (Oficio No.1595, Oct10 y s/n del 7 de noviembre de 1928. Mi segunda impresión obtenida aquí fue gratísima; con un solo detalle desagradable: me presenté al Colegio del señor Profr. Aja acompañado de este distinguido maestro y del profr. Prisciliano Carrillo, entonces Secretario de la Oficina antes referida, como a las 11 de la mañana.  Los alumnos del establecimiento educativo me recibieron con un estruendoso aplauso (me confundieron con un político entonces esperado en Hermosillo: Vasconcelos). He ahí el detalle desagradable para mí: se me aplaudía como candidato. Me presentó el señor Aja en forma sencilla, pero empleó palabras que me identificaban como estudiante, como maestro, como mexicano que volvía a su Patria después de una larga ausencia. Los alumnos gritaron ovacionándome: “que hable... que hable..”. Entre estos destacaban Arturito Salazar, Carlos Navarro, César Muñoz, Ramón y Rusdibaldo Gil Samaniego, Alberto Lizárraga, Mariíta Robles, Haydé Almada, Gilda Laborín... Y hablé como hablaría la primera vez que ve viera entre mis coterráneos, después de largos 15 años de voluntaria ¿expatriación?... Volvieron a aplaudirme enterados ya, de que era un estudiante, un maestro, un mexicano que regresaba a México con la ilusión de sumarse a las “fuerzas vivas”, con el anhelo de servir, con el gusto infinito de formar parte de la familia de mis ancestros, los mexicanos. Desde entonces me agregué a la familia sonorense, trabajando en la Escuela del señor H. Aja, en las Escuelas Superiores de Hermosillo, en la Escuela Secundaria de Hermosillo, en la Normal del Estado, en la Comercial “Cruz Gálvez”, en la Normal Nocturna, en la Universidad de Sonora, en la Academia de Comercio. Y aquí estoy aún: sin pretensiones de gente grande; sin esperanzas utópicas ni ambiciones desequilibradas. Formé una familia y una escuela, las dos son íntegramente sonorenses, completamente mexicanas. De ahí mi consuelo: haber construido, y por eso mi profundo cariño para este ronconcito de tierra mexicana, Sonora, parte integral de mi única patria: México.