LA UNIVERSIDAD DE SONORA (Por Rubén Parodi)

Noviembre 11 de 1950

 

Al iniciarse las actividades de nuestra máxima casa de estudios, en el corazón de todos los sonorenses palpitaba un sentimiento de orgullo y de fe en el desenvolvimiento cultural de Sonora. La Universidad fue una idea que rápidamente anidó en el cerebro de todos los habitantes de nuestro Estado, que ocmo uno solo, acudieron a presentar su ayuda personal y material unos, moral todos.  Para que la Universidad de Sonora traspusiera los límites de proyecto en una bella y magnífica realidad, no fue necesario hacer presiones, ni forzar bolsillos. Como uno solo, todos: la banca, el comercio, el gobierno, el pueblo, todos se lanzaron a edificar ese recinto donde se estructuran los cerebros jóvenes y donde fermentan las ideas y los hombres nuevos, que dan un ritmo ascendente en el camino que toda sociedad sigue hacia el progreso. Después de muchos esfuerzos, un día Sonora pudo ver y decir con satisfacción que tenía una Universidad. Las labores se iniciaron allí con el mismo entusiasmo con que se había iniciado la idea, aunque no faltaron cerebros mojigatos, diletantes de la crítica, que dijeran que Universidad no era tal, porque en ella no se hacían en su totalidad las carreras profesionales que según ellos, dan calidad de Universidad  a dichos centros de cultura. Ellos pensaban que por ver terminada la arquitectura material  del edificio, la Universidad se había terminado, cuando apenas empezaba la lucha. Cuando apenas empezara la arquitectura del cerebro, el pulimento de la idea, la diseminación de la sabiduría por todos los ámbitos de Sonora. ¡Querían tradición en dos años!. Pensaban que la cultura se repartía en cápsulas como las vitaminas y que como éstas, el proceso de asimilación era rápido y seguro. Afortunadamente al principio, la cantidad de cerebros que tenían estas ideas era poca. Sin embargo, y por desgracia, el desaliento fue cundiendo y el olvido hacia nuestra Universidad fue haciéndose mayor; la indiferencia se posesionó del grueso de los sonorenses y entonces quedaron solos aquellos que solos habían empezado; los que sentían profunda y verdaderamente la falta que hacía dicha Universidad a Sonora. El gobierno pensó que al dictar la ley que concedía el 5% de impuestos pro Universidad el asunto estaba resuelto, completamente por largos años; los causantes lo aceptaron de buena gana y dieron el asunto por terminado. Sin embargo, la Universidad crecía y sus necesidades también y en una relación mayor al crecimiento de sus ingresos. Ya en los jóvenes que estábamos estudiando en la Universidad se había creado la conciencia universitaria; la tradición había nacido y la Universidad ya no podía ni puede morir. Ese desnivelado crecimiento de la Universidad respecto de sus ingresos, estancó el progreso de aquella. Y aún así, la Universidad siempre pugna por ir adelante. Es su misión. La gente que juzga a nuestra Universidad superficialmente está equivocada; cuando la ven con su bellos jardines y sus flamantes edificios piensan que todo se ha hecho. Pero olvidan que el entusiasmo con que se inició esta obra ya no es el mismo . Y ete fenómeno viene a redundar en perjuicio de los estudiantes, de los catedráticos y de Sonora misma. La Universidad de Sonora está pobre económicamente, a pesar de la indudable buena voluntad de sus directivos, a pesar de sus esfuerzos. Muchas veces nosotros, los alumnos de la carrera de Administración de Negocios, tuvimos que ir a rogar a los diversos hombres de negocios de  Hermosillo que nos dieran cátedra; ¿porqué? Porque la Universidad no podía pagar y traer catedráticos de otros lugares, especialistas en la materia, pues resultaban muy caros. Y el fenómeno se repetía en otras dependencias de la Universidad. Pero en nosotros, los estudiantes de la misma, ya había nacido el germen tradicionalista que nos identificaba con ella y antes de capitular, para evitar su desintegración lenta, preferimos sortear junto con las autoridades universitarias nuestra crisis económica. Y el problema subsiste. La Universidad de Sonora, es triste decirlo, está pobre. Sin embargo, encuadrada en ese marco de su estrechez económica ha demostrado al pueblo de Sonora el gran valor humano que tiene. Distribuidos por toda la superficie de nuestro Estado se encuentran maestros que ha producido la Universidad; en la sierra agreste, en el desierto árido, y en los valles fértiles de nuestro querido Sonora, he saludado a mis amigos, mis condiscípulos, los maestros, que orgullosos de su modesta y sacrificada profesión dan en las escuelas esa sabiduría que la Universidad les dio a ellos; muchas veces he visto enfermeras que alivian los dolores humanos y ellas no son más que producto de la Universidad; incorporados al Comercio y a los negocios, nos encontramos otros que hacemos esfuerzos por engrandecer a nuestra patria chica; todos nosotros somos frutos de esa nuestra Casa de Estudios. La Universidad de Sonora está pobre, es cierto; pero no está sola. Su pobreza actual, no es más que un compás de espera, mientras esas generaciones a las cuales dio su cultura, se van filtrando lentamente en las diversas actividades del Estado de Sonora  y van adquiriendo posiciones claves que les permitan darle todo su apoyo. Mientras tanto, nosotros, los que todavía no tenemos la potencia económica necesaria y suficiente para dar un paso de trascendencia en este sentido, tendremos que resignarnos. La Universidad de Sonora volverá los ojos con envidia hacia Monterrey donde sus hombres de negocios acuerdan por teléfono dar 20 millones de pesos más al Instituto Tecnológico. Y como en Sonora no tenemos esa capacidad económica; como la banca, el comercio, las fuerzas vivas y el gobierno de Sonora ya han dado todo lo que tenían que dar a nuestra Universidad de Sonora, yo me permito sugerir a mis compañeros universitarios, graduados y no graduados, que hagamos una modestísima campaña pro de la Universidad de Sonora.