LA FUNDACIÓN DE MONTERREY (Por el Dr. José Padua Gómez)

Lo llaman “El Viejo” para distinguirlo de su sobrino Luis Rodríguez de Carvajal, al cual denominan “el Mozo” y cuyo tráfico fin en la hoguera lo convirtió en figura de leyenda. Pero la verdad es que la leyenda y la juventud pertenecen a Don Luis, el Gobernador, aventurero de raigambre, hombre de audacia, de creación y de ímpetu comparable  a los de cualquiera de los grandes conquistadores y descubridores que surcaron los mares y pisaron las tierras de este hemisferio.

 

Tenía a su nombre y a su disposición una extensión de terreno casi tan grande como todo el norte de México. Quizá con el tiempo, poblada esta enorme masa de tierras por amigos de Carvajal y correligionarios suyos, hubiera evolucionado en el sentido distinto que el resto del virreinato de Nueva España. Quizá se habría convertido en una nación diferente, y hoy, entre México y los Estados Unidos, comprendiendo estados de uno y otro país, viviría próspera una nación de la cual ahora ni siquiera podemos imaginar como sería.

 

Era Carvajal de una familia de ascendencia judía radicada en Medina del Campo, en la llanura castellana, ciudad de ferias y mercados preferida de la Reina Isabel. Carvajal nació en 1539, en la Villa de Mogodorio del reino de Portugal. A los doce años decidió salir a correr aventuras. El afán de ver mundo y hacer cosas fermentaba en él. Su tío, el Capitán General de Guinea, Don Duarte de León, lo envió a las Islas Cabo Verde. Allí Luis llegó a ser, en el curso de los trece años que en ellas residió, tesorero y contador por encargo del Rey de Portugal, su señor. Con un pequeño caudal regresó a su capital., Lisboa, y de allí a Sevilla, donde casó con la hija de Miguel Núñez, judía portugués que luego ocupó un cargo en Santo Domingo.

 

Se estableció en Tampico, de donde poco después nombráronle alcalde ordinario. En calidad de tal tuvo que dirigir la campaña pacificadora de los indios de Xalpa, que habían incendiado el monasterio de este punto e hizo huir al puñado de habitantes de Xilitla y Chapulhuacán. Al frente de doce soldados, chapurreando el idioma de los indios, más logró convencerlos y apaciguarlos que dominarlos.

 

 Poco después, sobre 1568, hallábase Carvajal cerca de la desembocadura del Río Pánuco. Un día vieron llegar a la costa en armadas lanchas más de un centenar de guerreros piratas ingleses de Hawkins, que se habían salvado de un naufragio. Los colonos querían huir, dejarlos devastar sus haciendas y aguardar a que se fueran cargados de botín para regresar a lo suyo. Luis se impuso, apremió a una veintena de los menos timoratos y rindió a los cien corsarios después de matar en combate a una docena de ellos.

 

En Cerralvo fundó la ciudad de León. Empezó a explotar las próximas minas de San Gregorio y luego, tras un descanso en Pánuco, se fue para el septentrión, para las sierras hostiles y allí, en el lugar denominado el Ojo, nació Monterrey sobre el mísero poblado de Santa Lucía.