PEDRO INFANTE
La radio y el cine fueron los medios de
comunicación que tuvieron una época brillante en los años que comprendieron la
década de 1940 y 1950. Las primeras “estrellas” del espectáculo empezaron a
mostrar sus habilidades en una época donde la pobreza y la necesidad, el
sufrimiento y la enfermedad lastimaba diariamente a un pueblo inmerso en la
crisis mundial de la II guerra. Pero ya sea en el canto, en la actuación y
hasta en los campos deportivos y arenas de box y lucha, la radio se convirtió
en un vehículo de gran difusión y a la vez en una fábrica de artistas y de
héroes deportivos, llevando hasta todos los rincones un entretenimiento al fin
y al cabo casi gratuito y de calidad; con la compra de una radio o con escuchar
la del vecino, los mexicanos empezaron a transportarse mágicamente al escenario
donde se verificaba el acontecimiento. Dentro de todas las estrellas que
surcaron los aires de México, una de
ellas llegó para iluminar el firmamento con una luz que aún sigue viva y rutilante
en el mundo del arte: Pedro Infante Cruz.
Los Primeros Años
Corría el año de 1917, y en la ciudad de
Mazatlán Sinaloa en la casa marcada con el número 508 de la Calle Camichín, el
llanto de un niño se dejó escuchar en la madrugada del 18 de noviembre. Doña
Refugio Cruz de Infante lograba esa noche dar a luz al tercer hijo de un total
de quince vástagos, aunque seis de ellos lamentablemente pasaron a mejor vida a
muy corta edad.
Don Delfino Infante García, padre de Pedro,
tenía por oficio el de filarmónico. Formaba parte de un grupo musical
itinerante de 5 miembros, razón por la
cual el nacimiento de Pedro en Mazatlán fue simplemente fortuito. Don Delfino
se casó con Doña Refugio un 3 de junio de 1908, dos años antes del inicio del
movimiento armado de 1910.
Unas veces juntos, otras separados, la familia
Infante iba creciendo y don Delfino de la música lograba sostenerla. Así creció
Pedro, quien muchas veces manifestó que dentro de todos los lugares de
residencia, consideraba a Guamúchil, Sinaloa el poblado más cercano a su
corazón; ahí vivió momentos de cierta calma y estabilidad que le fueron
inolvidables. Como es de suponerse, el niño Pedro Infante se desarrolló en un
ambiente de pobreza y marginación; rara vez asistía a la Escuela y con profundo
dolor veía a su madre sobrellevar la carga de alimentar a su creciente familia
y soportar a su vez los tristes momentos de aquellos partos infructuosos y
necesidades que eran lo común en aquella época.
A los diez años, el niño Pedro tomó su primer
empleo: ayudante general en un negocio comercial denominado “Casa Melcher”; dos
años después lo encontramos de ayudante general en la carpintería de Don
Jerónimo Bustillos, en el mismo Guamúchil Sinaloa, oficio por el que siempre
mostró un gusto muy especial. Con ayuda de Jesús, hijo del maestro Bustillos,
Pedro logró construir la que sería su primer guitarra, y con ella, empezó a dar
rienda suelta a otra vocación que lo haría famoso: el canto. Sin embargo, Don
Delfino no estuvo de acuerdo con los sueños de artista de Pedro, y lo remitió
al poblado de Rosario, al sitio donde debía estar un niño de su edad: la
escuela. En Rosario conoce Pedro a su gran amigo Carlos R. Hubbard de quien
aprende varios secretos de la guitarra, convirtiéndose a su vez en un entrañable
amigo de toda la vida.
Tiempo después Pedro regresa a Guamúchil a una
segunda época en la carpintería del maestro Bustillos, aunque surge en él una
nueva vocación: el arte de cortar el cabello. Aprende el oficio ahí mismo en
Guamúchil e ingresa tiempo después como peluquero en el establecimiento de Don
Policarpo Lizárraga ya avecindado nuevamente en Rosario; para ese entonces
Pedro alcanza los 18 años.
De nueva cuenta el joven Pedro Infante cambia
su residencia ahora para Culiacán, la capital, donde se encuentra con su amigo
Carlos Hubbard a quien solicita nuevas lecciones de música; gustosamente el joven Hubbard se las
imparte. Es en este tiempo cuando el
joven Pedro decide formar un grupo y dedicarse a la vida de artista
profesional: el conjunto se llamó “La Rabia” y desde Escuinapa hasta Los Mochis
llevó la alegría del bello sonido imitando a su progenitor, sufriendo lo
indecible con las carreteras polvorientas o en el ferrocarril de mala nota.
Pero Pedro abandonó finalmente al grupo y en
1937 se establece de nueva cuenta en Culiacán; se incorpora a la Orquesta
“Estrella” como baterista, violinista y “crooner” (cantante), un grupo de gran
prestigio en todo el Estado. La experiencia en “La Rabia” le permitió
fortalecerse como cantante consiguiendo también un programa de planta a las
2:00 de la tarde en la radiodifusora local, interpretando canciones románticas,
género de gran popularidad en aquel entonces.
María Luisa y la Aventura
El último día de mayo de ese año, en un gran
baile amenizado por la orquesta Estrella en el Casino “Humaya” de Culiacán,
Pedro conoce a una bella dama: María Luisa León. Pronto el cantante busca un
suplente para la batería y se aproxima inmediatamente a pedirle a aquella mujer
el baile de una melodía. Desde ese momento sus vidas quedarían relacionadas
para siempre. Al día siguiente, Pedro dedica las melodías “Enamorado” y “No sé
por qué” a María Luisa a través del locutor de la radio en su programa de
canciones; pero la dama nunca las escucha pues el radio receptor estaba en
reparación. De cualquier modo la dama logra enterarse de tales dedicaciones que
son el preludio al tradicional cortejo entre un hombre y una mujer. En una bicicleta y con su guitarra
“Guamuchileña” en mano, días después el
joven de 20 años Pedro Infante llega a su primera cita a la casa de la familia
León; canta algunas melodías y logra ganarse el afecto de todos.
Durante los siguientes dos años Pedro y Maria
Luisa vivieron un romance formal, de paseos, bailes y largas visitas de él en
casa de ella. Pero el matrimonio, aunque deseado, estaba bastante lejos aún
pues el escaso sueldo del joven cantante servía para cooperar en el
mantenimiento de sus numerosos hermanos y no podría sostener una familia como
la que se exigía para María Luisa. Las cosas estaban complicadas.
Es en este momento cuando surge la inquietante
idea de partir a la capital de la república, pues el mundo artístico para Pedro
estaba muy estrecho en aquella pequeña ciudad y las oportunidades de más
remuneración se daban muy lentamente. Se hizo un plan: María Luisa viajaría a
la ciudad de México en compañía de una amiga para atenderse de supuestos
“principios de paludismo” del que se quejaría; Pedro la seguiría una semana
después, se casarían en la capital y vivirían su destino juntos. En aquellos
días su amigo Carlos Hubbard infundía ánimos en él de que el éxito vendría
rápido; pero Pedro estaba incrédulo, aunque sabía que María Luisa le tenía toda
la fe del mundo y no la podía defraudar.
María Luisa llegó a México y envió un telegrama
a Pedro dándole la dirección de una casa amiga de los León donde se encontraba
hospedada. Llegó el momento de la despedida; Pedro abrazó a sus padres y
hermanos, tomó las maletas de cartón pintado, su guitarra, y pleno de ilusiones
abandonó Culiacán para vencer a la capital, algo que no iba a ser nada fácil.
Angel Infante, hermano mayor de Pedro, vivía en
la colonia Tacuba y fue el primero en emigrar de Sinalo; Pedro y María pensaron
en él para comenzar su unión pero nunca lo encontraron. Decidieron rentar un
pequeño cuarto donde solo duraron horas pues las pulgas, chinches, ratas y
ratones brotaban por doquier pasando ambos su primer noche en vela; ella
asustada y él espantando la fauna nociva con una escoba, y al menos alcanzaron
a recuperar el pago de $18 pesos al mes que costaba el alojamiento. Se mudaron
después a la calle Abraham González 110, algo más decoroso.
Pronto los ahorros empezaron a disminuir; Pedro
no conseguía trabajo y para reducir costos comían una vez al día sólo frijoles y café. Pálidos y flacos se presentaron
ante el Juez del Registro Civil el día 19 de junio de 1939 para celebrar su
matrimonio civil y el 01 de julio siguiente recibieron la bendición en la
Catedral Metropolitana. El dinero escaseaba y tuvieron que cambiarse de
domicilio a la calle Ernesto Pugibet, cerca de los estudios de la XEW y XEB.
Su Primer Trabajo Artístico en
México
Ya en la desesperación, Pedro Infante decide
participar en “La Hora de los Aficionados” en la XEW; María Luisa no estaba de
acuerdo, y en un último intento de disuadirlo ya en la puerta de la difusora,
lo convenció al menos para ir a una Iglesia cercana y pedir por el éxito en el
concurso. Al salir, María Luisa lo convence de solicitar una prueba en la XEB y acepta, pero Pedro se puso tan nervioso que
fracasó rotundamente.
El técnico de la emisora, Luis Ugalde, se hizo
amigo de Pedro y le ayudó en gran medida a conseguirle una segunda prueba, la
que resultó también en fracaso... los
nervios lo traicionaron de nuevo. Pedro insistió en que el Ingeniero Luis
Ugalde lo presentara con el director artístico de la estación, Julián Morán
Millán. Tras practicar intensamente con María Luisa, el tímido pueblerino cantó
y gustó, enviándolo Morán a estudiar
canto con el Profesor Ernesto Belloc, pues según él, había que eliminarle
cierto sonido desagradable como de trompeta que se escuchaba cuando Pedro
emitía una nota aguda. El profesor hizo amistad con Pedro y siempre alabó el
sentido de responsabilidad y el carácter esforzado del mazatleco. Ante el
propio Director de la XEB Bernardo San Cristóbal, el decidido cantante pasó una
última prueba obteniendo un contrato de tres programas por semana a dos pesos
cada uno; con eso al menos la renta estaba asegurada. Alternaba con una solista
llamada María Luisa Piña, quien terminó casándose con el maestro Belloc.
En una ocasión, al terminar el programa, el
director Morán Millán esperaba a Pedro para llamarle la atención por desafinar
en el segundo número; el cantante se desmayó antes de hablar con él... traía
una fiebre de 40°C. Fue llevado a la Cruz Roja y el médico diagnosticó
agotamiento general por las privaciones y angustias vividas desde semanas
atrás. Se le recomendó reposo absoluto y tratamiento especial, pero Pedro
argumentó que no tenía recursos suficientes para medicamentos y mucho menos
para reposar. El médico se conmovió, y con su ayuda y los cuidados de María
Luisa superó el problema.
En la XEB trabajaba Joaquín Pardavé, quien con
su orquesta, amenizaba los eventos musicales de la radio; pronto hizo amistad
con Pedro y le ofreció nuevas oportunidades en el canto para el año de 1940.
Tiempo después un amigo le presentó a Adolfo Girón, famoso compositor y
Director de Orquesta, quien después de una prueba lo contrata para cantar en el
elegante cabaret “Tap Room” del Hotel Reforma. Pedro seguía con sus clases de
canto, y con la ayuda de María Luisa, mejoraba su dicción y su movimiento en el
escenario.
No pasó mucho tiempo en que se le ofreciera un
trabajo en el cine: un cortometraje producido por Luis Manrique llamado
“Cocoanut, Grove”; “el tenor Pedro Infante” alternaba con María Elena Galindo.
Aunque fue un rotundo fracaso, el único beneficio que logró fue una aceptable
suma de $250.00 pesos como sueldo, su primer gran sueldo.
El Éxito... por fin
En cierta ocasión, llegó al Hotel expresamente
a observar a Pedro el aún novato Productor de Cine Joselito Rodríguez; había
comprado a Manuel Esperón y Ernesto Cortázar la canción “Ay Jalisco No Te
Rajes” y buscaba un galán para la cinta. Después de una larga conversación,
convinieron en realizar una prueba cinematográfica la cual se realizó días
después. Rodríguez concluyó finalmente que la cinta era bastante importante
para entregarla a un actor sin muchas tablas, poco conocido; al recibir la
negativa Pedro salió de su oficina bastante dolido. El actor seleccionado fue
Jorge Negrete y la película fue un taquillazo similar a la de “Allá en el
Rancho Grande”. Pero Pedro Infante mejoraba paulatinamente; le incrementaron el
sueldo en el “Tap Room” y hasta cambió de casa, llevando a María Luisa al domicilio de Paseo de la Reforma 35.
Otro cineasta llegó a conversar nuevamente con
Pedro: Manuel Peluffo, padre de Ana Luisa; buscaba un galán para Mapy Cortés en
la película la “Liga de las Naciones”. Pedro tampoco pasó una prueba
previamente convenida y el papel llegó a las manos de Ramón Armengod... la
cinta fue un éxito.
En otra ocasión, un empresario llegó para
proponerle realizar una gira para Tampico y
Matamoros; aceptó gustoso pues el sueldo era de $20.00 pesos diarios.
Otro empresario norteamericano lo llevaría por varias ciudades Texanas cantando
en traje de charro y sorprendentemente el éxito se dejó venir. La gira pactada
para pocos días duró varias semanas y le dejó jugosas ganancias. De ahí en
adelante el mariachi y las canciones rancheras no lo abandonarían jamás. Pero
otra cosa más descubriría en este viaje: el gusto por volar. En Matamoros
conoció a Julián Villareal,
administrador de la empresa aérea TAMSA y de quien recibió los primeros
conocimientos de la técnica de volar. Su interés fue tal que en el camino de
regreso, ya con recursos para pagar el viaje, tomó asiento en la cabina para
mirar el accionar de los controles. Al llegar a México le dijo a María Luisa lo
que le repetiría varias veces: “tú me hiciste artista... pero yo nací aviador”.
Después de su llegada a México, y tomando de
nuevo su lugar en la variedad del “Tap Room” del Hotel Reforma, llega a
entrevistarlo el Productor Eduardo “Lalo” Quevedo, quien buscaba actores para
la cinta que llevaría de tema el éxito “El Jardinero” de Chucho Monge, canción
que el pueblo tituló “La Feria de las Flores”; la cinta sería dirigida por
Ernesto Cortázar. Aunque no era para un estelar, Pedro participaría al fin en
su primera película formal. Antonio Badú sería el estelar con la participación
de Fernando Fernández, Susana Cora,
María Luisa Zea. La prueba fue superada con éxito por Pedro aunque el
guerrillero vestido de chinaco no tuvo más ganancia que la tremenda suma de $750
pesos a su bolsillo; los fondos financieros iban en ascenso. María Luisa le
ayudaba en la dicción y la mímica; juntos estudiaban el texto de la película y
hasta le hacía sugerencias en la filmación. Pedro continuaba con su
disciplinada vida, continuaba con sus estudios de vocalización y de guitarra,
aunque no se separaba del Tap Room que le suministraba su ingreso principal.
Aparece en escena René Cardona, quien iba a
dirigir la cinta “Jesusita en Chihuahua” y necesitaba un galán cantante. Pedro
aceptó y sin ser un cañonazo, la película le permitió aumentar su experiencia
en los sets cinematográficos. A finales de 1942 de nueva cuenta es contratado
para “La Razón de la Culpa” en la que
participa al lado de Blanca de Castejón y la novata María Elena Marqués, junto
al primer actor Andrés Soler.
Las sucesivas películas y las giras cada vez
más frecuentes obligaron a Pedro a dejar el trabajo en el Tap Room; eliminadas
las desveladas, se levantaba temprano para hacer ejercicio si sus compromisos
se lo permitían; iba al Bosque de Chapultepec donde trotaba y a veces hasta
remaba. El resto del día se la pasaba estudiando, estudiando y estudiando.
Tiempo después fue contratado para la película
“El Ametralladora”, una cinta rechazada por Jorge Negrete y que sería la
continuación de “Ay Jalisco No Te Rajes”; resultó un fracaso y Pedro solo
acumulaba experiencia. Junto con María
Luisa y se mudó de nueva cuenta ahora a una residencia en Xola 805, Colonia
Narvarte y compró su primer automóvil último modelo. Así también, le ofrecieron
un contrato en la máxima radiodifusora de México, la XEW con un jugoso contrato
aunque tampoco tuvo el éxito esperado.
En la XEW conoció al “Bachiller” Alvaro Gálvez
y Fuentes quien dirigió la cinta “Mexicanos al Grito de Guerra”; Pedro
participó sin pena ni gloria y la cinta fue el debut y la despedida para Gálvez
y Fuentes. Sin embargo, al término de la película Pedro Infante tenía en su
bolsillo un contrato de exclusividad con los productores Hermanos Rodríguez,
algo inusual en el cine mexicano.
Con más tiempo libre, su vida junto a María
Luisa era apacible y grata, y el actor cantante tenía tiempo hasta para jugar
beisbol. En los grandes baldíos cerca de su casa jugaba con un grupo de amigos
a quienes costeó uniformes, manoplas, bats y demás implementos. Se le veía
feliz animando a sus compañeros de equipo, bateando y corriendo ágilmente las
bases. Algunos le llegaron a criticar su carácter “aniñado” y alegre que daría
origen en parte a la leyenda de su doble personalidad, de su supuesta
esquizofrenia tantas veces insinuada por María Luisa en sus escritos y
comentarios; ella lo llamaba “el Nene”.
La siguiente película, filmada en 1943 se llamó
“Cuando Habla el Corazón”, cinta en la que lo acompañaron Maria Luisa Zea y el
novel Víctor Manuel Mendoza; aquí interpretó Pedro “El Corrido del Norte”,
éxito de Pepe Guízar. Después del estreno, Guillermo Kornhauser, ejecutivo de
la marca de discos Peerless lo puso a grabar inmediatamente y en el mes de
octubre sale a la venta los valses “Mañana” y “Rosalía” alcanzando a vender 18
mil copias. Pronto se convertiría en el mejor vendedor de la compañía en todos
los tiempos.
En el año de 1944 Pedro Infante filma
“Escándalo de Estrellas” y durante 1945 viaja a Estados Unidos a una extensa
gira artística por siete meses acompañado en buena parte por su esposa María
Luisa. En 1946 logra grandes triunfos fílmicos con las películas “Los Tres
García” y “Vuelven los García”, pero el año de 1947 sería el de su consagración
estrenando cinco películas que pondrían a Pedro en el sitio más alto de la
cinematografía mexicana en su estilo de actor galán y cantante... de ahí en
adelante se inicia la leyenda.
(Anexo a este pequeño relato se encuentra un
resumen de su extensa filmografía y discografía).
Su vida Personal
Si bien podemos decir que los últimos diez años
de la vida de Pedro Infante (entre 1947 y 1957) fueron de gran éxito artístico
y por supuesto también económico, no podemos decir lo mismo acerca de su vida
personal, la cual estuvo salpicada de serias confrontaciones principalmente con
su “siempre esposa” María Luisa León.
Aquella primera aventura amorosa con la tenaz y
paciente María Luisa pronto quedó atrás cuando Pedro empezó a vestirse con el
atuendo de hombre público. El galán actor y cantante se ocupaba en películas, en su pasión por los aviones, sus
ejercicios físicos, la construcción de la “Ciudad Infante”, y por supuesto, en
atender a otros romances como el que tuvo con Lupita Torrentera e Irma Dorantes.
Después de un extraño divorcio que fue impugnado por María Luisa ante las
cortes federales tiempo después, Pedro se casó con Irma Dorantes con quien
vivía hasta antes de su muerte, matrimonio que finalmente iba a ser invalidado
si el ídolo no pierde la vida en aquel 15 de abril de 1957. Pero aún estando
casado con Irma o viviendo con Lupita Torrentera, nunca dejó de visitar a María
Luisa, cuya relación de esposa se convirtió tiempo después en la de una madre
celosa a quién Pedro le profesaba un profundo agradecimiento.
María Luisa nunca le pudo dar un hijo a Pedro y
eso pondría las cosas algo difíciles para ambos. Con el fin de retenerlo, ella
decidió adoptar una hija (Dora Luisa Infante León), aunque mucho se dijo que la
niñita era en verdad sobrina del actor. Aunque oficialmente se reconoce que
tuvo dos hijos con Lupita Torrentera (Margarita y Pedro Jr.) y una niña con
Irma Dorantes (Irmita), su propia madre Doña Refugio manifestó que al morir
tenía no menos de 15 hijos naturales y un hermano dijo que bien podrían ser
hasta 20. Antes de perder la vida en aquel trágico desenlace de 1957, tuvo dos
accidentes en uno de los cuales (23 de mayo de 1949) casi pierde la vida; una
operación urgente y delicada logra salvarlo de los golpes recibidos en la
cabeza. En esa ocasión viajaba con Lupita Torrentera evidenciando públicamente
su relación amorosa; Pedro sin embargo se recuperó al lado de María Luisa y el
romance con Lupita queda atrás.
Sin embargo, la relación con aún esposa legal
ya no podía ser la misma que se dio en aquel lejano 1939; había una distancia
entre ambos que no se resolvería. Pedro conoce a Irma Dorantes y el 10 de marzo
de 1953 se casa en la ciudad de Mérida, su centro de operaciones en cuestiones
aeronáuticas. Este matrimonio le traería problemas judiciales muy serios por varios
años más, incluso hasta el día de su
muerte.
Aquel mes de abril
En diciembre de 1956 Pedro Infante inició una
serie de presentaciones en Centroamérica y Sudamérica que se prolongarían hasta
febrero de 1957. No salía de su asombro con las tumultuosas demostraciones de cariño y admiración en
todos los países que visitaba. Su agente artístico, Jorge Madrid Campos (hombre
serio y reposado) se mostraba grandemente exaltado. En sus cartas y telefonemas
a Irma o a María Luisa, Pedro no creía lo que estaba viviendo: - ¡Que
barbaridad!, ¡esto es la locura... estoy hecho todo un ídolo por acá!-. Lo que
Pedro no sabía era que el destino lo estaba despidiendo de los escenarios de la
mejor forma posible.
Regresó en febrero a refugiarse en Mérida con
su nueva familia. Se dedicó a estudiar el libreto de la película “Las Tijeras
de Oro” y otras presentaciones cortas en la República. Pero aquella dicha y
tranquilidad fue arropada por gruesos nubarrones de tormenta; el martes 9 de
abril la Suprema Corte de Justicia de la Nación fallaba a favor de María Luisa
quien demandaba la anulación del Divorcio, y por ende, automáticamente el
matrimonio de Pedro e Irma estaba disuelto. Irma se encontraba en México y
pidió a Pedro que viajara lo más pronto posible para enterarse de lo sucedido,
aunque Matouk, su representante, mucho le sugirió que evitara más escándalos y
se quedara en la ciudad yucateca.
Pedro llamó varias veces a María Luisa
pidiéndole una oportunidad de conversar con ella; le envió regalos y hasta un
collar de finas perlas. En sus conversaciones le sugería tratar el asunto
después de Semana Santa, cuando tenía intenciones de viajar a la ciudad de
México. El sábado 13 de abril, María Luisa le manifestó en tono colérico que “estaba dispuesta a todo para resolver
el problema de una buena vez”; Pedro se inquietó bastante, y tomó la resolución
de viajar el lunes 15 siguiente para enfrentar las cosas también de una buena
vez.
El domingo 14 de abril fue de reflexión; Irma
quería verlo, Matouk le sugería calma y no moverse... Pedro quería calmar a
Irma y negociar con María Luisa... al fn decidió salir a México sin saber que
se quedaría en Mérida para siempre.
A las 6:45 del día 15 de abril, Pedro estacionó
su motocicleta en los hangares de la línea aérea de TAMSA. Había pedido al
copiloto Gerardo de la Torre su lugar en el vuelo a México programado por la
empresa esa mañana, debido a su premura por estar en la gran capital. Vistiendo
camisa y pantalón beige con una gorra de aviador y “gogles” empezó a jugarle bromas a los empleados; a
varios de ellos les brindó unos refrescos en el puesto propiedad del velador.
El piloto Víctor Vidal supervisaba a los mecánicos que hacían la última
revisión al exbombardero B24 utilizado en la Segunda Guerra Mundial, el
fatídico XA-KUN. Otros trabajadores acomodaban la carga que debía transportar;
en un momento dado, el capitán Vidal advirtió que habían cargado demasiado la
parte trasera del aparato y ordenó reacomodarlas. Aparentemente el problema
nunca se corrigió debidamente y ésto ocasionó un sobrepeso fatal; esta
hipótesis nunca se confirmó.
Pedro tomó los controles; en su mano izquierda
lucía el anillo de diamantes de 5 kilates y su reloj; en su derecha una pulsera
con las siglas de TAMSA y las iniciales del artista piloto: era conocido como
el “Capitán Cruz”. Aceleró la nave, pidió autorización para despegar y el B24
empezó a devorar la pista con el estruendo característico de los aviones de
guerra. Al elevarse, los mecánicos en tierra advirtieron que la nave empezó a
bambolearse, pero el capitán reportó a la torre “sin novedades”. Instantes
después hubo otro bamboleo y el avión
empezó a perder altura estrellándose trágicamente en una zona habitada quedando
invertido. Lo último que se escuchó en la torre fue la voz del mecánico del aparato
que presa del pánico gritó “...¡que pasa!...”. El avión cayó en la calle No.54
en el patio de una humilde vivienda; una columna de humo se llevaba a las
alturas las vidas de aquellos tripulantes y las de una jovencita de 19 años que
quedó atrapada en el siniestro, Rosel Chan. La columna de humo se llevaba
también al ídolo más grande que México ha tenido.
Epílogo
María Luisa León murió en 1977, 20 años después
de una tragedia que jamás pudo superar. Irma Dorantes continuó su carrera de
actriz y al mes siguiente del fatal desenlace de Pedro inició una nueva
película: “Pobres Millonarios”. Pedro Infante Jr. intentó seguir los pasos de
su padre con poca fortuna en el medio artístico; Irma Infante Dorantes tampoco
llegó lejos. Dora Luisa Infante León, hija adoptiva de Pedro, lamentablemente
falleció en un accidente automovilístico en plena juventud, haciendo aún más
grande el dolor de María Luisa.