RAFAEL ROMANDÍA (Por Djed Borquez) (El Imparcial, Octubre 5 de 1953)

Acaba de fallecer en Tijuana un gran hombre de Sonora. Ignoro si hasta su tumba lo acompañaron muchas personas, o si la prensa local se ocupó de su deceso con alguna extensión.  No importa. Su muerte pudo haber pasado inadvertida para algunos en aquel rincón de la patria mexicana. Su nombre no dirá nada para quienes lo conocieron metido en negocios comerciales. ¡Ah!, pero para quienes le conocimos como maestro de escuela, Rafael R. Romandía representa toda una época en los anales sonorenses de la educación primaria. El viejo Colegio de Sonora pleno de recuerdos y de tradición, ha de haberse conmovido hasta sus cimientos con la muerte del ameritado profesor. La Escuela de la Moneda, que se convirtió en Palacio Federal, ha de haber producido un ligero temblor de tierra, con el impacto de la infausta noticia. Y en la casa de Don Luis (el Gobernador Torres), que actualmente es el centro Escolar Rafael R. Romandía, los estudiantes han de haber guardado un minuto de silencio bajo los venerables laureles de la India que adornan y sombrean la entrada. Hermosillo entero se habrá sobrecogido de emoción, al enterarse de que uno de sus mejores hijos acaba de trasponer los dinteles de lo desconocido. ¡Rafael R. Romandía!; Maestro de nacimiento y por vocación. Había venido al mundo con el don de saber enseñar. Nunca supimos cual fue su Escuela Normal. Era profesor por inclinación natural y porque sabía ejercer el magisterio con decoro y nobleza. Era un apóstol de la enseñanza. Pasó por la escuela arrojando ideas y conocimientos, después de preparar las mentalidades infantiles para el aprovechamiento completo de la ciencia que trasmitía. Era un sembrador que primero abonaba el terreno en que iba a depositar la semilla del saber. Nunca se dejó ganar la partida nipor los famosos normalistas que fueron a Sonora, a principios de siglo, de las notables Normales de Jalapa, (discípulos de Rébsamen), y de Puebla. Hubo seguramente algunos profesionistas de la Normal que le igualaran en competencia y saber; pero ninguno le superó. Ejerció el magisterio en Hermosillo cuando en las escuelas había preceptores de gran capacidad y reconocida fama, como Epifanio Vieyra, Benigno López y Sierra, Francisco Enciso, Plutarco Elías Calles, Luis G. Monzón, Alberto Sáinz, Carlos Martínez Calleja, Francisco Angulo, José Lafontaine, Felipe Salido, Rufo E. Vitela, Guillermo de la Rosa, Heriberto Aja, José Luis Carranco. Los albores del siglo XX fueron para Sonora la edad de oro de la instrucción primaria. Para sobresalir entre tanto profesor de polendas, se necesitaba tener la cabeza muy bien equilibrada yuna enorme voluntad puesta al servicio de la niñez. Romandía lo tuvo todo. Era capaz, inteligente, enérgico, decidido, y no  permitía que nadie le sacara un paso adelante. Alto y fornido; buen tipo, cuidadoso en el vestir, bien peinada la cabeza y el bigote. Los zapatos lustrosos. La sonrisa a flor de labio. Conversador ameno, ironista y amante de la paradoja. Un maestro constante, así era el hombre de las tres erres. Cuando enseñó la Geografía, lo hizo teniendo como guía el texto del profesor Miguel E. Shultz. Gustábanle las Matemáticas, porque le permitían ejercitar las dotes del raciocinio en sus alumnos y premiar a quienes resolvieran más prontamente los problemas de Álgebra y Geometría. En las lecciones de Historia buscaba ejemplos para actualizarlos ante su auditorio. Enseñaba la Gramática con los libros de Bello y Cuervo y metía a sus discípulos en los vericuetos del pretérito, el copretérito y el pospretérito. Era un profesor amante de la instrucción cívica y enseñar esta materia lograba que sus alumnos se fuesen preparados para ser buenos ciudadanos. Rafael R. Romandía tuvo muchos alumnos que lo quisieron con cariño y lo han recordado siempre en sus luchas por la vida. De sus aulas salieron varios generales de la revolución. Ha muerto viejo, pero no anciano. Su fortaleza física lo defendía de los zarpazos del tiempo. Erguido y con la mirada a lo alto, vivió hasta sus últimos días. Sobre su tumba podría colocarse este epitafio: RRR: “Enseñó la verdad y modeló caracteres para un México mejor”.