CAPITULO
I: Los Primeros Días
Era el verano de 1963 y el fuerte sol
de Hermosillo caía a plomo sobre la extensa llanura de innumerables arbustos
algo secos, dentro de los cuales aparecían zigzageantes
las veredas que a fuerza del paso de los transeúntes se hicieron comunes
andadores de aquellos primeros universitarios; aún no había rejas que cruzar ni
camiones que trabajaran su llegada. Eran las tres de la tarde, y el profesor,
apoyado en el barandal silencioso del segundo piso, podía mirar a lo lejos el
arribo de aquel primer Ingeniero Civil que se formaba en la Universidad de
Sonora, cuya figura lentamente aumentaba de tamaño conforme se acercaba,
similar también al crecimiento intelectual que experimentaba conforme avanzaban
sus estudios en aquellas jóvenes aulas donde ocupaba para él solo el quinto
grado, ganado con gran esfuerzo y dedicación, dejando atrás a los primeros
compañeros que no igualaron aquel prestigioso ritmo académico que el
disciplinado maestro imponía en su diaria labor docente.
- Ha llegado tarde
una vez más... le replicó el maestro.
- No puedo llegar más
temprano profesor... en mi casa se come algo tarde y apenas tengo tiempo de
reposar...contestó el alumno, un poco apenado por la demora.
- Bueno... si es así,
pondremos la hora de inicio media hora más tarde... argumentó el
profesor, con el ánimo de resolver aquel añejo problema.
- Me parece buena
idea...
asentó el alumno ya sobre el escritorio.
Al día siguiente...
sucedió lo mismo, de nueva cuenta el alumno llegó tarde y el profesor tuvo que
conformarse con aceptar la hora de inicio que su único estudiante ponía con su
llegada... al fin y al cabo estaba obligado a esperarlo.
Ese día, después de una hora de clase,
el alumno dió muestras de cansancio aparente y con un
gran bostezo imposible de ocultar hizo detener al profesor, quien manifestó:
- Si Usted está
aburrido... para que se desenfade, ¿porqué no pasa al
pizarrón y continúa con la clase?
Pensando que
probablemente el alumno se negaría, el maestro se sorprendió con la respuesta:
- Esta bién...asentó el alumno, levantándose pensativo
mirando al pizarrón.
El alumno, su único y prestigioso
alumno, siguió con aquella demostración emulando al más versado de los
profesores, detallando lo necesario para concluir con la clase haciendo constar
una vez más el talento por el cual la Universidad de Sonora sostenía sus
estudios universitarios. Tiempo antes, el profesor también Director de la
Escuela, había sostenido una defensa elocuente con el Rector, quién no estaba
del todo convencido de la decisión de sostener los estudios a un solo alumno.
Pero los argumentos fueron convincentes:
“mire Licenciado (refiriéndose
al Rector Encinas): si Usted tuviera que ir a la capital necesitando comprar
un boleto de avión y la Compañía. le dijera: ... ‘oiga pues hoy no se llenó el
avión de manera que le vamos a devolver el dinero’..., pues yo estoy seguro que Usted no volvería
con en esa Compañía... y me parece que
algo semejante va a pasar aquí. La Universidad está en posibilidades de
completar los estudios de mi único alumno, si lo hacemos vamos a crear
confianza en el estudiantado y seguiremos teniendo buenas inscripciones como
las de hoy en día..”,
Pasó el tiempo y el 27 de Junio de
1964, con la sala pletórica de testigos, el alumno se presentó a su examen
profesional. Había elaborado una tesis intitulada “Proyecto para Construir una
Batería de Silos en Ciudad Obregón, Sonora”, y se había conformado un panel de
jurados en el que se encontraban los Ingenieros Otto Fritz de la Orta, Jorge
Valencia Guillerat, Víctor M. Martínez Montaño, Raúl Petterson Téllez y su maestro... el profesor que nunca dejó
de creer en él.. Ese día era ansiosamente anhelado por
muchos, pero sobre todo por aquel mentor pionero de la Ingeniería de Sonora que
había iniciado la aventura aquel 8 de septiembre de 1958. El pasante estaba
algo nervioso, pues sabía que su titulación constituía el nacimiento del primer
Ingeniero Civil formado en la Universidad de Sonora, y no podía defraudar a sus
padres, a las autoridades universitarias, y más que nada a su ilusionado maestro.
Con una preparación inmejorable
asombró a los presentes con su intervención, terminando la exposición en forma
brillante. Y llegó el momento de deliberar... el profesor, seguro de la
aprobación que su muchacho tenía ganada, debatía con los miembros del jurado
más bién si merecería la distinción de “Mención
Honorífica”, reconocimiento especial que se otorga a quienes elaboran y
presentan un trabajo de tesis de gran calidad. En un ánimo de evitar malas
interpretaciones, el profesor se negaba a autorizarle tal honor; sin embargo,
el resto del jurado convencido estaba de que tenía el
alumno los merecimientos suficientes. Al cabo de cierto tiempo, el maestro Otto
Fritz de la Orta, a la sazón catedrático del doctorado de la UNAM y director
alguna vez de una agrupación nacional de Ingenieros Civiles, fue interpelado en
un momento de la discusión por el maestro, quien expresó:
- Ingeniero Otto
Fritz... quiero hacerle una pregunta y espero que me conteste con sinceridad...
-Adelante...
contestó extrañado el experimentado profesor traído expresamente para el
examen.
- Si este sustentante (ahora
su Alumno) hubiera realizado sus estudios en la UNAM y estuviera presentando
allá este examen profesional...¿le hubiera otorgado la
mención que se discute?
- Sin ninguna duda,
contestó el profesor seguro de su respuesta, pues en innumerables ocasiones
había estado presente en exámenes profesionales con la calidad que había
observado en aquel brillante expositor.
En ese instante, el profesor respiró
satisfecho... había logrado que su primer egresado tuviera los máximos honores
que un alumno podría aspirar, dándole ánimos para continuar con su objetivo de
consolidar su Escuela de Ingeniería en la Universidad de Sonora.
Al paso del tiempo, ese muchacho
llegaría hasta la Universidad de Berkeley obteniendo el grado de Maestría en
Ciencias, terminando el Doctorado en Ingeniería en la Universidad Técnica de
Dinamarca. Es así como el primer egresado llegó hasta los confines del conocimiento...
un hecho sin precedente en la historia intelectual de Sonora.
El profesor que protagoniza este
relato histórico es el Ing. Arturo
Delgado Rodríguez, y el alumno... el Dr. Daniel Ramírez Ballesteros. La
Escuela... es nuestra querida Escuela de Ingeniería de la Universidad de
Sonora.
El Ing. Arturo
Delgado Rodríguez, Maestro Fundador
Aunque el Ing. Francisco Madrigal
Solchaga fue el primer Director de la Escuela de Ingeniería de la Universidad
de Sonora en los inicios de la década de los cincuentas, en realidad hasta que
llegó el Ing. Arturo Delgado Rodríguez el proyecto tomó forma. El Ingeniero
Delgado nació en la Ciudad de México el día 11 de Julio de 1921; tuvo oportunidad de realizar sus estudios en
la cuna nacional de la intelectualidad mexicana por aquellos años... la UNAM, a
la que ingresó en el año de 1939 a estudiar la Preparatoria y en 1942 se
inscribe a la Escuela Nacional de Ingeniería, continuando sus estudios en la
Universidad de Cincinnati, Yale, Harvard, Instituto Tecnológico de Massachusetts
y finalmente en la Universidad de Princeton hasta 1949. Siempre ha estado
involucrado en el proceso educativo, su máxima vocación. Es por ello que no
desechó la oportunidad de venirse a Sonora cuando fue visitado por el Lic. Luis
Encinas Johnson entonces Rector de la Universidad de Sonora y por el Maestro Rosalío E. Moreno; el Ing. Delgado recuerda:
“... Platicamos el
Lic. Encinas, el Ing. Mario Yeomans y el que era
Secretario del Consejo el Maestro Chalío Moreno -muy
querido ya fallecido...él dedicó su vida a la Unison
desde que se fundó en 1942-; inicié las primeras clases con Mario Yeomans en la Topografía y siempre fue muy fiel y un
excelente colaborador... al segundo año, ya había mas gente de manera que yo
tomaba algunas del segundo y tenía que
ceder las del primero a nuevos profesores, y así nos fuímos...
cuando vine se había pensado reiniciar la Escuela invitando a otro Ingeniero para hacerse cargo
de la Dirección, pero después de haber
hecho una visita a Hermosillo, pues como que no le interesó; entonces me fueron a ofrecer la Dirección y
teniendo ganas de venirme a provincia y
habiendo tenido antecedentes de la clase
de gentes que hay aquí, me entusiasmó su empuje y decidí radicar aquí en Hermosillo con toda mi
familia... nunca había estado en Hermosillo y en ninguna parte de Sonora, así
que era una aventura; me vine con toda mi familia sin ni siquiera saber donde ibamos a llegar a vivir;
mandé por detrás de nosotros el camión de los muebles y llegamos a
Hermosillo. No había casas de alquiler en esa época así que tuvimos que alojarnos en un motel de
la ciudad; había en ese tiempo muy pocos
moteles, los muebles me hicieron el favor de guardármelos en los sótanos del edificio principal de la
Universidad y la oficina estaba en un lugar muy pequeño, en un corredor en donde ni
siquiera había escritorio; no había
Secretaria ni gente que nos apoyara en nada... teníamos al final del corredor
ahí donde está la Rectoría y la Tesorería
un salón de clases que por cierto era muy frío en invierno y muy
caliente en verano, pero tuvimos un
grupo de excelentes alumnos en la primera generación, la mayoría de ellos con
mucho entusiasmo, y así seguimos; al siguiente semestre nos dieron un salón
adicional y ya cuando no cupimos ahí nos pasaron al edificio en el que estamos ahora, que era de
Preparatoria en aquel entonces . Para ellos
se había construído un edificio nuevo (donde
estaba la Preparatoria Central) ya que no era suficiente. Primero dispusimos
del último piso del edificio, y a medida
que fue creciendo la Escuela nos fueron dando mas espacio hasta que llegamos a
ocupar todo el inmueble”.
En el Acta del Consejo Universitario
de fecha 22 de Septiembre de 1958 se relata la aprobación de la Facultad del
siguiente modo:
“Punto 8. Dictamen de
la aprobación de Grados y Revalidación de Estudios aprobando la creación de la
Escuela de Ingeniería con la Carrera de Ingeniero Civil en cinco años, con el
Plan de Estudios propuesto y que inicie sus actividades el primer año en
Septiembre próximo. Puesto a consideración de la Asamblea fue aprobado por
unanimidad.
Punto 9. Dictamen de
la Comisión de Hacienda expresando que, tomando en cuenta el Estado de
Contabilidad presentado por Tesorería y después de hacer la comparación de los
ingresos registrados, se considera que la economía de esta Institución permite
con amplitud la iniciación de la Escuela propuesta. Puesto a la consideración
de la Asamblea y después de un cambio de impresiones fue aprobado por
unanimidad el dictamen. En seguida el Sr. Rector informó que, por no poderse
seguir los trámites señalados por la Ley de Enseñanza Universitaria para la
designación de personal en la Escuela de Ingeniería, se permitía proponer al
Sr. Ing. Arturo Delgado Rodríguez, quién fue ampliamente recomendado por el
Director de la Escuela Nacional de Ingeniería de la Universidad Nacional
Autónoma de México, y quién organizó la Escuela de Ingeniería del Instituto
Tecnológico de Monterrey, con estudios en la Universidad Nacional Autónoma de
México y en algunas de las más importantes Universidades de los Estados Unidos.
La proposición fue aprobada por unanimidad por lo que se nombró al Sr. Ing.
Arturo Delgado R., Director de dicha Escuela, que, tomando en consideración los
antecedentes de las otras Escuelas profesionales, llevará en lo sucesivo el
nombre de Facultad de Ingeniería”.
Con su experiencia y brillante talento
para la Ingeniería, sobre todo para las Matemáticas, el Profesor Delgado
conformó un Plan de Estudios para la Carrera de Ingeniero Civil a la altura de cualquier
Universidad del Mundo. Empeñado en lograr el éxito que se había trazado como
objetivo, avanzó en todos los frentes: contratando maestros, promocionando la
Carrera, buscando recursos para los accesorios y equipos diversos,
acondicionando aulas y programando las materias, entre otras muchas actividades
propias de una Escuela profesional.
“nosotros aquí nos
sentamos a planear el Programa de Estudios no con base
en lo que se decía en la Universidad Nacional,
sino pensando en la Ingeniería
del futuro... que es lo que iban a necesitar... cuales eran las tendencias de la Ingeniería... y con eso en mente,
nuestro programa era muy poco parecido
al de la Universidad Nacional; era mucho mas rígido el nuestro. Tuvimos aquí
materias que no había en la Universidad Nacional y que posteriormente pusieron en sus planes... la necesidad del avance fue lo que impuso
esas materias”.
El primer día de clases oficial para
la Escuela de Ingeniería fue el lunes 8 de Septiembre de 1958, cuando en
sencilla ceremonia se dió principio a las primeras
cátedras de la carrera de Ingeniero Civil.
En ese primer ciclo escolar se
inscribieron 8 alumnos, al año siguiente fueron 19, 36 al tercero y
gradualmente la matrícula fue incrementándose. Hoy en día (1998) la población estudiantil
asciende a 1350. En cuanto a los profesores, en ese principio se tuvieron 3
maestros de horas sueltas y el Director. Al año siguiente se incorporó el
primer profesor de tiempo completo y gradualmente fue aumentando a razón de uno
o dos por año.
Crear una Escuela de Ingeniería es una
tarea en verdad difícil porque no es suficiente contar con aulas y profesores,
que en realidad ésto también representa algo
delicado, sino que el equipo de laboratorio y los edificios especiales para las
pruebas son de gran importancia y sumamente caros. Es así que
, llegado el momento al avanzar los grados académicos, la Escuela
requirió de los laboratorios de ensayes de materiales y de computación. Sin
embargo, éstos aún no se tenían por lo que el Ing. Delgado realizó gestiones
para conseguir que los alumnos asistieran a la Universidad de Tucson para
cumplir con esta etapa de su adiestramiento.
...”cuando se
establecieron las Materias de Construcción, que todos veíamos iban a ser
imprescindibles, y sin tener el equipo a la mano, conseguimos que nuestros estudiantes pudieran
hacer sus prácticas los Sábados y Domingos en la Universidad de Arizona; de ese
modo, en los vehículos de la Universidad iban los alumnos con el profesor y
trabajaban allá regresando el domingo
por la tarde; de manera que, sin el equipo en ese tiempo y con buenos alumnos y
una excelente planta de maestros, conseguimos también que los muchachos
aprendieran a programar computadoras, por ejemplo sin haber tenido el equipo
aquí... eso se podía hacer en la
Universidad con la visión y el equipo de jóvenes entusiastas que teníamos”.
Al tiempo, las gestiones del maestro
Ing. Delgado tuvieron el éxito esperado, y fue posible empezar a construir el
tan ansiado laboratorio de materiales...
“... cuando instalamos
el Laboratorio de Materiales lo hicimos
con visión futurista, desde luego... al Ing. Martínez le tocó construir el
local... no se si la gente lo sepa... él diseñó la estructura que era novedosa
para esa época y tuvimos la suerte que nos asignaran un presupuesto suficiente,
y además, con la visión futurista de que hablo, obtuvimos una máquina Universal
que no tenían en ninguna Universidad del País... ni siquiera el Instituto de
Ingeniería... y actualmente todavía
nuestra máquina es capaz de efectuar
ensayos experimentales de buena calidad...”
El esfuerzo del Ing. Arturo Delgado
por engrandecer la Escuela de Ingeniería y a la Universidad de Sonora fue siempre dando lo máximo de su tiempo y
energía. Participó activamente en la vida universitaria en todas las áreas que
se le requerían; durante su estancia en
Sonora fue maestro pionero también en la Escuela de Matemáticas de Altos
Estudios (hoy Departamento de Matemáticas), del cual comenta:
“... ahora que vine a esta visita corta (noviembre
de 1988), me enteré que el Matemático Marco Antonio Valencia es el Rector,
yo lo conocí de estudiante en Altos Estudios y me dio una sensación muy
especial porque me acuerdo que cuando se inició esa Escuela colaboramos algunos
de nosotros en dar clases en Matemáticas... en aquel entonces se preparó a ese
muchacho para ir -muchacho le digo... ahora
es el Sr. Rector-, para que fuera
a competir a un certamen en el Politécnico donde iba asistir lo mejor del País,
y nos dio una satisfacción tremendamente grande que él hubiera resultado el
ganador de ese concurso... ahora, 25
años después vengo y me entero que es el Rector... como que siente uno muy bonito ¿no?...”
Es fácil reconocer
como el Ing. Delgado miraba hacia adelante convencido de que la Carrera de Ingeniero
Civil era indispensable para Sonora, un Estado que empezaba a asomarse al
escenario industrial y cuyo desarrollo sería imposible sin las extensas redes
de comunicación, servicios de agua potable y alcantarillado, obras hidráulicas
en las extensas zonas de riego, y sobre todo, las nuevas edificaciones de un
crecimiento urbano que, aunque
incipiente, no tardaría en
multiplicarse. Once años antes de Inaugurar la Escuela se había levantado al
Este de la Ciudad de Hermosillo la Presa Abelardo L. Rodríguez y por todo el
Estado se empezaban a planear las grandes obras hidráulicas que hoy sirven en
gran forma al desarrollo sonorense y nacional.
El período del Ing. Delgado en la
dirección de la Escuela tuvo su fin en 1966, poco más de 8 años después de haber
sido creada, cuando ciertas manifestaciones estudiantiles promovieron su
salida. El día 26 de Octubre de 1966, en la reseña periodística (p. El
Sonorense) relacionada con el informe de actividades del entonces rector de la
Universidad de Sonora presentado la noche anterior (Lic. Moisés Canale), se dijo:
“Al terminar la
ceremonia, el público que asistía se encontró en el exterior de la Biblioteca y
Museo, calle de por medio, a un grupo de estudiantes de la Escuela de
Ingeniería que enarbolaban mantas en las cuales se pide el arreglo de la
cuestión que plantearon al Consejo, y que atañe a la próxima elección de
Director. Se condujeron pacíficamente y en orden”.
Esta inconformidad, expresada con
mantas ese día, daba evidencias de que había un movimiento en contra de las
autoridades de la Universidad para evitar la designación para un nuevo período
de Director en la persona del Ing. Arturo Delgado; el motivo se fundamentaba en
el hecho de que los estudiantes consideraban exagerada la posición del Director
en torno a la rigidez con la que se evaluaban las cátedras, según la filosofía
del profesor de una alta calidad en la preparación universitaria; ésto limitaba el
ingreso y permanencia de no pocos estudiantes, inconformidad al fin que originó
una de las primeras huelgas en la Universidad de Sonora. Años antes, en 1961,
estudiantes de la Escuela de Agricultura y Ganadería habían estallado una en
contra de la reelección del Ing. Antonio Medina Hoyos
como director del plantel... ya se conocía el procedimiento. La sociedad
sonorense estaba atenta a los acontecimientos.Una
semana antes, el día 18 de octubre, en una reseña de la columna “Hechos y
Palabras” del columnista del periódico “El Imparcial” Sr. Abelardo Casanova, se
leía:
“Esta columna está en
aptitud de asegurar -hasta donde algo se puede asegurar en este mundo- que son
falsos los rumores en el sentido de que los estudiantes de Ingeniería de la
UNISON preparan hoy un movimiento de protesta. Hasta el momento, esta situación
tensa originada en la próxima elección de Director de esa Facutlad,
puede resumirse en los siguientes puntos: 1.- Los estudiantes de Ingeniería han
decidido por todos los medios que el Ingeniero Arturo Delgado no sea reelecto Director de la Escuela. 2.-La FEUS, a solicitud de
los Directivos de la Sociedad de Alumnos, ha brindado su apoyo a esta
pretensión pero -también a solicitud de la misma sociedad- ha establecido que
el apoyo será puramente de respaldo sin que la FEUS llegue en niguún momento a tomar decisiones por su cuenta en el caso.
3.- Los alumnos de Ingeniería no han definido todavía si esperarán a que la
terna de candidatos para la Dirección sea dada a conocer oficialmente, o si
tratarán PACIFICAMENTE de hacer ver su decisión a las Autoridades
Universitarias antes de ese conocimiento; pero en todo caso, no será sino hasta
hoy en la tarde cuando lo decidan (18 de octubre de 1966), 4.- El Rector Canale les dijo ayer a los estudiantes que está en espera
de las currículas de los posibles candidatos, para
decidir sobre ellas a quienes propondrá para la elección. 5.- Los muchachos de
Ingeniería no piden la renuncia del Ingeniero Delgado; simplemente su no reelección pues consideran que en ocho años de labor está
probado que -acaso por su alta competencia profesional- su actuación personal
se contrapone con los intereses del estudiante medio por el rigor académico que
se emplea. Insisten en que no ponen en discusión en ningún momento ni la
calidad profesional ni la honestidad del Ing. Delgado. 6.-Entre los muchachos
que encabezan la moción, hay muchos por los que se puede meter la mano a la
lumbre en el sentido de que son ajenos a toda inclinación a agitar. Los
directivos de la Sociedad de alumnos aseguran que en ningún momento se
entrevistaron con dos líderes del Frente Democrático Estudiantil que en días
pasados estuvieron aquí en plan de observación.
Esta es la situación
actual en este problema que ha desatado nerviosismo en los centros
estudiantiles y en los informativos. Algo que parece, sin mengua de la
Autoridad Universitaria, ni del prestigio de maestro alguno, el asunto podrá
resolverse y cualquier peligro conjurarse en el momento mismo de formular la
terna de candidatos a la Dirección. Una cosa han dicho los alumnos que les
interesa hacer constar: No quieren presionar a la Rectoría para la formulación
de la terna y -aquí otro reconocimiento para los méritos del Ingeniero Delgado-
están dispuestos a esperar para que se seleccionen candidatos del mismo nivel
profesional del actual director.”
Días después, el 23 de Octubre aparece
un análisis mas profundo del problema por parte del citado periodista:
“Vuelvo al asunto de las dificultades
surgidas en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Sonora, por causa de
la próxima elección de nuevo Director de dicha Escuela.
Desde el origen del problema, he
tratado de seguirlo no por ninguún interés morboso ni
por afán de sensacionalismo, sino por el temor que todos tenemos de que una dificultad cualquiera venga a formar en nuestra
máxima casa de estudios un conficto que absolutamente
todos los sonorenses tendríamos que lamentar amargamente.
He hablado con los estudiantes al
respecto. Y he tratado aquí el tema sin más imparcialidad que la que pudiera
generar la simpatía que uno siente por la juventud, mientras no se pruebe que
obra con dolo o mala fé. Los muchachos con quienes he
tratado el punto -exclusivamente alumnos de la Escuela de Ingeniería- me
inspiran confiaza. Por algunos de ellos, que conozco
de su generación anterior, puede meterse la mano a la lumbre, como suele
decirse. El planteamiento de ellos tal como lo hacen, es estrictamente
Académico: consideran perjudicados a los estudiantes, por un régimen que
aseguran está más allá de la rigidez normal que debe imperar en la formación de
los profesionistas. Y aquellos con quienes he hablado y que son los vocereos del descontento son, debo decirlo, buenos alumnos
y han llevado con cuidado su carrera.
Pero me han hablado también otras
personas ajenas a este grupo, según comenté ayer. Un ingeniero que hizo su
carrera en la UNAM, ha dicho que en verdad, los estudios de ella son un
verdadero cernidor que no permite que se cuele absolutamente nada que no esté
depurado al máximo por el estudio y el conocimiento. Me ha dicho también que en
contacto con los trabajos de la Escuela local, no encontró diferencia entre los
problemas que se plantean aquí a los alumnos en su desempeño académico, con los
que él mismo tuvo que afrontar cuando era estudiante en la Cd. de México. Un
periodista me ha indicado que es de temer una futura situación de desenfreno de
exigencia estudiantil, si cada día los universitarios van recibiendo más y más
concesiones hasta llegar a una “estudiantocracia” que
sería nefasta.
Y hay algo más, ésto
con respecto al hombre que se encuentra
en el ojo de la tempestad: El Director de la Escuela de Ingeniería de la
Universidad, Ingeniero Arturo delgado: No hay quien no avale su competencia, su
honestidad y su dedicación. Incluso los mismos estudiantes inconformes con él
han expresado repetida y enfáticamente que la personnalidad
profesional del Ingeniero Delgado está completamente a salvo del menor
entredicho. Todos concuerdan en que el Ingeniero Delgado es un enamorado de su
trabajo en la Universidad. Hombre acomodado, abandonó la dirección de una
empresa de nivel nacional para venirse a encerrar en el claustro universitario
alrededor del cual hace vida, poniendo en su trabajo todo lo que tiene.
¿Entonces?
¿Por qué hay un conflicto entre
Director y alumnos, si uno y otros son gentes que obran de absoluta buena fé, son dedicados a sus tareas y garantizan con sus
conductas personales la legitimidad de sus miras?
Yo he visto demasiadas películas texanas en las que, aunque me he divertido
locamente, he hecho también el incómodo aprendizaje de que no es válido poner
de un lado de la raya al “muchacho” y en el otro a los “bandidos”. La
composición de lugar que fija tajantemente al héroe y al villano no es más que
un anhelo de simplificar algo tan complicado como los motivos del humano
comportamiento. En tal situación, sería imposible decir sobre el probema de Ingeniería que una de las dos partes en el
conflicto tienen cartas ocultas enla manga con el
único fin de derrotar a como dé lugar al adversario., y que es la que merece la
condenación absoluta.
Hay una cosa cierta: En el ámbito
universitario nacional, la harina no está ciertamente para bollos. Yo no estoy
de acuerdo con izquierdistas trasnochados que absuelven en definitiva a los estudiantes por sus protestas, por sus
motines y por sus manifestaciones violentas, aduciendo que ellos expresan el
malestar del pueblo por una situación que califican de injusta en el campo
social. Lo cierto es que los estudiantes tienen sus problemas que afectan a la
mayoría en su desenvolvimiento universitario. Pero en cuanto a la situación
social de país cuando se levanta una polvareda estudiantil, generalmente está
generada en una situación realmente molesta para los estudiantes, o en
“movidas” de gentes interesadas que utilizan a la Universidad para fines
políticos, cualquiera que sea la orientación de esta política.
Los comunistas ciertamente aprovechan
cualquier agitación de cualquier tipo para llevar agua a su molino. Los
políticos en el pandero utilizan por cierto sin escúpulos
las marejadas universitarias, provocándolas en ocasiones para convenicencias de sus grupos o perjucio
de sus advserarios. Otros interesados hacen lo mismo
por que saben que en la actualidad, poder mover al estudiantado es tener armas
con que hacer sentir en la sociedad el peso de sus intereses. Y en este río
revuelto por activísimas manos sucias, es natural que se fomente la vagancia,
el fosilismo, los embutes en un tinglado que responde
ni más ni menos que a una auténtica corrupción de menores.
Eso todos lo sabemos. De ahí que todos
temamos que surjan confictos universitarios, los más
difíciles que puedan darse en nuestra conflictiva actualidad. Pero esto mismo
puede producir juicios y acciones que
resulten injustas para los jóvenes. No podemos ponernos en el extremo de que
todo lo que no sea miel sobre hojuelas en la vida universitaria ha de imputarse
a los estudiantes. Ellos tienen inquietudes, impaciencias y con mucha
frecuencia intemperancias. Pero por el otro lado, los adultos tienen intereses
que con frecuencia están situados más allá de la legitimidad, por el hecho de
que la autoridad es indispensable para
la vida social, no hay que ovidar que la autoridad
deja de serlo cuando es contaminada por el despotismo.
Estas consideraciones son generales.
Pero posiblemente su trazo pueda aplicarse al problema de la Escuela de
Ingeniería. Los estudiantes son sujetos de formación, y por lo tanto, debe
acostumbrárseles a la disciplina y a la
observancia de las disposiciones legales y al respeto a la autoridad. Pero no
hay que olvidar que la autoridad no tiene su fin en sí misma, sino en el
bienestar de aquellos sobre quienes se ejerce. Los jóvenes y los adultos
obedecen con gusto -¡y no por eventuales motivos de organización social, sino
por imperativos de la naturaleza humana!- cuando ven que detrás de la exigencia
de obedecer se encuentran motivamciones de justicia.
Con estos elementos, el conficto pudiera conjurarse. Porque fuera de los elementos
de la legítima autoridad, de la justicia y la auténtica preocupación
universitaria, todo lo demás se reduce a consideraciones académicas bién definidas que a fuerza deberán llegar a un fruto
aceptable para todos”.
Con todo y la disposición al diálogo
que siempre existió entre las autoridades y los estudiantes, se tomó la
decisión de suspender las actividades académicas de la Escuela de
Ingeniería el día martes 25 de Octubre
al filo del mediodía, en virtud de que el rector Moisés Canale
R. declaró que la elección del nuevo Director (que correspondía en el mes de
Octubre) se prorrogaba para el mes de Enero, hecho que produjo malestar en los
alumnos de Ingeniería que deseaban una solución inmediata a su petición de
cambio; esperar hasta Enero no era
conveniente pues, al decir de la Sociedad de Alumnos, en esa fecha (Enero de 1967) existen exámenes semestrales
y no habría atención suficiente, además de que el período del Director Delgado
termina en Octubre y posponer la elección dejaría virtualmente acéfala la
Dirección del Plantel.
La huelga duró tres días, y al
mediodía del 28 de Octubre ya existía la
intención por parte de las autoridades de tomar cartas en el asunto y dar una
respuesta convincente a los estudiantes inconformes.
Respecto a los detalles acerca del
comportamiento académico exhibido por el Ingeniero Delgado, el Ing. José Luis
Jardines, egresado de la Escuela de Ingeniería de aquel entonces y discípulo
del profesor agrega (entrevista en 1992):
“... la Escuela era
para brillantes... cuando entré a primer año nuestra generación constaba de 24
alumnos, para diciembre quedábamos 14 y pasamos 4 alumnos a segundo año: Alfonso
Mendoza Ochoa, Francisco Noriega A., Leovigildo Reyes y yo... en segundo año
encontramos a otros rezagados como Armando Encinas Blanco, Arnoldo Navarro P. y
Héctor Ochoa... juntos pasamos a tercero donde nos encontramos a José Valverde
para completar la generación con 8 miembros...
nos sentíamos como en un régimen carcelario; había exámenes mensuales
para medir el aprovechamiento además de los semestrales, mismos que tenían la
particularidad de ser de cuatro tipos: el 1A, que era un examen para aquel
alumno que no tenía faltas (menos del 5%) y además iba aprobado según sus
calificaciones mensuales; el 1B era para el que iba aprobado pero que tenía más
del 5% del faltas; el 2A era para el que iba reprobado pero que tenía
constancia de excelente puntualidad, mientras que finalmente el 2B... era la
muerte... porque era para el que iba reprobado y además tenía una asistencia
fuera del límite. Al llegar el mes de diciembre, ahí se veía la posibilidad de
pasar o nó... Cuando entrabas al examen con Delgado tenías
que saberte todas las fórmulas de memoria; te parabas en la puerta del Aula
Magna (hoy Victor M. Martínez M.) la cual llamábamos
la “sala de maternidad” y la broma era: ¿vienes preparado?... sí... si vengo bién preparado: traigo 2 lápices con punta, traigo sacapunta, traigo borrador y mi regla de cálculo... eso era
ir bién preparado al examen. Delgado se paraba en la
puerta y te revisaba... te levantaba el pantalón para ver si no traías en el
calcetín el acordeón... llegaba el colmo de que sacaba la regla de cálculo y la
veía por los cantos a ver si no traías una fórmula escrita... te daba las hojas
blancas que ibas a utilizar en el examen y te acomodaba... en cinco bancas a la
redonda no tenías a quién ver. Indudablemente que en aquel entonces había muy
buen nivel; recientemente, el Ing. Francisco Salazar, compañero de aquella
época, decía: en mis tiempos, el que no podía aquí se iba al Tecnológico de
Monterrey.
...Me acuerdo de un
muchacho que le decíamos “el Chiquis” que andaba
sufriendo con el curso de Física, fue a Guadalajara y le cambiaron el apodo por
el de “Timoshenco”, un libro notablemente famoso y
bastante complejo, y le pusieron así porque se sabía muchos problemas de este
texto la mayoría difíciles de resolver. Es así que, debido a este riguroso
esquema didáctico implementado por Delgado con el cual no estábamos de acuerdo,
decidimos iniciar el movimiento de destitución... fuimos a hablar en primera instancia con el
Ingeniero acerca de lo que pensábamos... en un momento de la conversación él
respondió: ... “eso que me dicen es como si mis hijos me dijeran que no me
quieren”... y se nos hizo contrita el alma; sin embargo, se llegó el movimiento
al punto de que nos pusimos en huelga exclusivamente con el apoyo de los
estudiantes de la Escuela de Ingeniería, nada de ir a alborotar a otras gentes.
Días después, el rector Dr. Moisés Canale ofreció
solucionar la problemática si levantábamos la huelga y por votación mayoritaria
de las 40 gentes que componíamos la Escuela decidimos suspenderla. A Delgado lo
hicieron Director de Estudios de Posgrado, sustituyéndolo el Ing. Sergio
Maldonado, un tipo más práctico pero definitivamente menos brillante. Recuerdo
que durante el movimiento hicimos una marcha en el informe del Rector del25 de
octubre de 1966, en el cual llevamos una manta que decía -”Por Sonora y su
Universidad para Progresar Pedimos Justicia”-. Así pues, finalmente el
movimiento fue exitoso y logramos un cambio en la Escuela; sin embargo, debemos
reconocer que el Ing. Delgado le dió un sello
característico a la Institución, dejando una huella imborrable.”
Del mismo modo, el
Ing. Larios Gaxiola, también egresado de la carrera expresa su comentario:
“...Había muchos
reprobados en aquel entonces, gente con gran capacidad e inteligencia inclusive
que tuvo serios problemas para acreditar materias... hubo alguien por ejemplo,
que reprobó hasta 4 veces el curso de Estabilidad perdiendo 3 años de su
carrera, y todos reconocíamos su gran inteligencia... es por ello que la gente
se hartó y se hizo la huelga”.
El Ing. Delgado, por
otra parte, argumenta lo sucedido:
“En realidad, en
nuestra Escuela había bastante buen ambiente en aquellos años, excepto cuando
se presentó el problema político y se vinieron esos problemas en serio... la
Escuela de Ingeniería nunca tuvo problema de limitar la inscripción de alumnos;
tuvimos pocos porque la Escuela tenía fama de ser muy dura, y pues el que
quería entrar se incribía y ya. Pero en todas la
demás, sobre todo en la de Leyes, la demanda era muy grande y empezaron a
aplicar examen de admisión. Entonces me acuerdo que en ese año, en particular
de 10 de calificación solo aceptaron alumnos que tenían calificación mayor de
9.4; imáginense el nivel que buscaban, y si un alumno
había obtenido menos, ya no lo admitían. Ese semestre en particular tuvimos incripciones extraordinarias, cosa que nunca se veía; me
enteré después que alumnnos que habían fracasado en
la Escuela de Leyes se vinieron a inscribir a la de Ingeniería, seguramente
para justificar en su casa que habían entrado a la Universidad. Obviamente
vinieron los exámenes y me imagino la actitud de un alumno así, que no entiende
nada, pues fue fácil presa de los
agitadores; con tal de no tener la pena de que los reprueben, se empezó el
movimiento de huelga sin una razón aparente. Recuerdo que vinieron periodistas
y preguntaban... bueno y ¿porqué están en huelga?, ¿que pasa?. La mayoría no
sabían, algunos decían que porque les exigía demasiado pero pues la verdad de
las cosas es que detrás de todo esto hubo agitación política, intenciones de
crear conflictos en la Universidad y pues estos estudiantes que habían
ingresado aquí con problemas
psicológicos al no poder ingresar a Leyes y entrar forzados a Ingeniería los
motivó a realizar una huelga al no acreditar sus primeras materias... hay un
grupo de alumnos que les dicen lo que
quieren escuchar y ahí es cuando se hacen los problemas de ese tipo... eso es
la demagogia... eso pasó en ese tiempo...”
El Ingeniero Marco
Antonio López Ochoa, egresado de la Escuela de Ingeniería, relata una anécdota
en su libro “Yo Quiero un Dinosaurio”, respecto al tema que nos ocupa:
El Ingeniero Delgado,
aquella madrugada de otoño de 1966 iba caminando sigilosamente por encima de
los cuerpos de los estudiantes dormidos en el piso de la Escuela de Ingeniería
Civil de la UNISON, cuando un grito lo detuvo:
- ¡Deténgase
Ingeniero, no avance más!, era Francisco Arnoldo Navarro, un
estudiante brillante de segundo año de la Carrera de Ingeniero Civil.
- Solo voy a sacar
unos papeles, dijo con voz tímida el Director.
-¡Pues no, no puede,
retírese!, firmemente le reiteró Arnoldo.
El maestro y director
abandonó el edificio mientras los demás alumnos se iban despertando por los
gritos de Arnoldo. Los estudiantes habían tomado el edificio de la Escuela para
obligar a las autoridades a despedir al Director y que nombrara a uno menos
exigente; eran apasionados de la excelencia académica pero no tanto.
Días después la
Sociedad de Alumnos de Ingeniería obtuvo el apoyo de la FEUS (Federación de
Estudiantes de la UNISON) y así enfrentaron al Rector Moisés Canale con una amenaza de huelga general. El Rector no tuvo
más remedio que acceder y se produjo el despido de Delgado, un excelente
Director egresado de la Universidad de Harvard que quería hacer de la Escuela
de Ingeniería una pequeña Harvard.
En una conferencia impartida en el
Aula Magna de la Escuela de Ingeniería (hoy Ing. Víctor M. Martínez M.) el Ing. López Ochoa relata:
“Yo veo que aquí hacen falta
Ingenieros que estén preparados para construir casas, bodegas, caminos, pero no
las grandes obras del capitalismo estadounidense que no tenemos...
Sonora en aquellos tiempos era un
Estado agropecuario de fuerte impulso capitalista, producto del triunfo de los
grandes líderes sonorenses de la Revolución Mexicana, quienes invirtieron
(ellos y sus seguidores), inmensas cantidades de capital en infraestructura
agropecuaria, caminos y obras urbanas. Pero el tiempo pasó.
Yo siempre he argumentado que el
origen y fuerte impulso inicial que recibieron los movimientos del ‘67 en
Sonora y ‘68 en México se localizaron en las Escuelas de Ingeniería Civil de
las Universidades respectivas de dichos lugares.
La razón principal que argumento para
demostrar esta aseveración es que los estudiantes de Ingeniería Civil habían
logrado un elevado grado de organización política con motivo de la expulsión de
un director de la Escuela de la UNISON, debido a que su nivel de excelencia
exigido a los alumnos era demasiado alto para la entidad y aún el país, pues
solo egresaban un 0.4% de los alumnos de nuevo ingreso. Es decir, el 99.6% se
frustraba, se iba a otras carreras o repetía años, y como consecuencia, el
costo de cada egresado era altísimo. Esto era prohibitivo en un Estado con una
Universidad apenas nacida.
Sin embargo, debo admitir que el
movimiento... el propósito se nos fue de las manos como sucede en todos los
movimientos estudiantiles”.
Este hecho inusitado en la Universidad
de Sonora tomó por sorpresa a todos y quizá pudo tener su explicación, ya que
protestar en aquellos años era la nueva cultura. A nivel internacional, se veía
que en el mundo corría una misma voz, la de la juventud intelectual que
proclamaba una adaptación a la nueva era que se estaba gestando, y en la que el
miedo a una tercera guerra mundial podía ser liberado abogando por la paz por
cualquier medio. Los hippies protestando con su modo de vivir, el mercado de
las drogas consolidándose, jóvenes en la lucha por una paz que todo lo
justificaba, la música rock que apoyaba el
nuevo movimiento, las modas, y sobre todo el natural rechazo al
autoritarismo y a los frentes militares que tanto odio había generado desde la
culminación de la II guerra mundial, terminó por unir al mundo cultural, y las
Universidades ofrecían el lugar ideal para la expresión juvenil de descontento.
En ese entonces la guerra de EU con Vietnam estaba en su apogeo y muchos
universitarios estadounidenses realizaban innumerables marchas y protestas por
esta violencia, llorando la muerte diaria de sus jóvenes compatriotas en batalla.
Los medios de comunicación estaban consolidándose también, y ésto contribuía a incrementar el conocimiento de lo que
sucedía a muchos kilómetros de distancia, dando la oportunidad de copiar
esquemas de protesta y motivos para ello en todas partes del globo. Protestar,
hacer marchas y plantones con mantas podría estar de moda en aquellos años, y
bastaría algún desajuste local para tomar una bandera de lucha... por
insignificante que ésta sea y
lamentablemente muchas de las veces sería magnificada en provecho de
extraños intereses.
Con el ánimo de conciliar las partes
en pugna, las autoridades universitarias tomaron la decisión de otorgar al Ing.
Delgado el cargo de Director de la Facultad de Post Graduados de la Universidad
de Sonora, recayendo la responsabilidad de la Escuela de Ingeniería en su
secretario, el Ing. Sergio Maldonado. Es así que con el Ing. Delgado termina
esta primera etapa, desgraciadamente en condiciones poco satisfactorias para la
imagen de un hombre que luchó por mantener siempre el espíritu de alta calidad,
con entrañable cariño a su Escuela y a la Universidad de Sonora, y sobre todo,
vigilando siempre que la preparación de Ingenieros Civiles fuera de lo mejor.
En una entrevista realizada en 1992, el Ing. Larios Gaxiola señala:
“... casi todos los
egresados de Ingeniería de aquellas épocas que fuimos a realizar estudios de
posgrado obtuvimos las mejores calificaciones en las Universidades que nos tocó
estudiar... las calificaciones que nunca tuvimos en nuestra Escuela de
Ingeniería las logramos obtener en otras partes, en México y en el extranjero,
mismas que en la UniSon ni sonábamos tenerlas alguna
vez...”
Como humanos que somos, estamos
claramente expuestos a fijarnos apreciaciones que nos producen errores o
visiones fuera de tiempo, inadecuadas para ese momento quizá. Tal es el caso de
lo que pudo haberle ocurrido al Ing. Delgado. Su filosofía de trabajo de alta
calidad por sobre todas las cosas, generó un ambiente entre los estudiantes de
Ingeniería Civil en donde había temores y rencores por lo complejo de sus
estudios; pero ese era el modelo que el Ing. Delgado conocía, y esas eran las
estrategias que daban resultado en aquel tiempo. Es importante mencionar el
hecho de que después de aquel 27 de Junio de 1964, cuando presentó su brillante
examen el Dr. Ramírez Ballesteros, le siguió en segundo orden el Ing. José Ma.
Gil Aragón el 20 de Enero de 1968, tres años y medio más tarde. Por esas fechas
ya no estaría el Ing. Delgado en la Universidad de Sonora, y jamás vería el
nacimiento de otro Ingeniero Civil sonorense.
Durante los primeros años de la
Carrera de Ingeniero Civil en la Universidad, se fijó el criterio de que el
estudiante que reprobaba una materia tenía que acreditarla al año siguiente,
motivo por el cual se atrasaba hasta un año; con esta reglamentación tan
exigente, se producían casos de estudiantes que
perdían hasta dos, tres o cuatro años, terminando muchos por desertar, o
acumular odios. ¿Fue la posición del Ing. Delgado en torno a los criterios de
dirección de la Escuela de Ingeniería por lo cual se merece señalarlo como el
responsable de esa huelga?, ¿Es la Universidad de Sonora que no tenía claro un
reglamento para darle más oportunidad a los reprobados, o bién
para controlar una libertad de cátedra todavía en la actualidad
caótica?.¿Habría que cambiar el plan anual por el plan semestral y perder al
menos un semestre y nó un año?.¿Porqué no se
cuestionó al total de la planta de maestros?; al fin y al cabo el Ing. Delgado
no era el único que impartía las materias y
los alumnos sumaban ya varias
decenas. Hay una verdad muy clara en todo ésto; al
pasar el tiempo, se pudo comprobar que los mejores egresados de nuestra Escuela
fueron los de las primeras generaciones, teniendo fama incluso a nivel
internacional, cosa que hoy pocas veces sucede. En la actualidad difícilmente
podría culparse al Jefe de Departamento por las bajas calificaciones de los
estudiantes y éstas siguen apareciendo. El problema de los reprobados en
Ingeniería no se ha resuelto, y hasta la
fecha es aún mayúsculo; 2 de cada 3 estudiantes son irregulares y el 75% de los
egresados tiene un promedio inferior a 80, a pesar de que el sistema es
semestral y que un alumno puede inscribirse hasta 5 veces en una materia para
acreditarla (para el anterior Reglamento Escolar); además, el 45% de los
estudiantes que ingresan terminan la carrera y solo el 15% llega a titularse.
Definitivamente, los números siguen siendo bajos.
El profesor Delgado realizó una tarea
notable, indudablemente, y puso a los estudiantes sonorenses a prueba; ¿acaso
no pudimos mantenerle el paso?, ¿pudo existir alguna conciliación?, ¿Debió
haberse luchado por una nueva reglamentación donde se especificara el método de
evaluación y criterios de apoyo para reprobados antes de remover al maestro ?.
Su proyecto de Escuela fue un ejercicio constante de disciplina y
responsabilidad, y en su afán de lograr el éxito, decidió aplicar un
modelo educativo prevalenciente en aquella época y
que en otras partes daba resultados, ¿que nos hacía diferentes para que aquí no
pudiera funcionar?; él hizo lo que hoy se hace en los entrenamientos de los
corredores: practican con pesas en las manos... al momento de la verdadera
prueba se las quitan, y con el cuerpo libre de sobrecargas se alcanzarán
mejores resultados. La idea del Ing. Delgado se resume en lo que alguna vez expresó:
“... Porque nuestra
meta siempre fue hacer una Institución de excelencia aquí, y que a la hora de terminar y hacer un
balance dijéramos que hemos superado la
meta inicial, que no sólo era formar
Ingenieros sino que fueran Ingenieros de una categoría por lo menos a la altura
de otros países del mundo... y creo que
con las primeras generaciones logramos eso... y más...”
Lamentablemente, ese otoño de 1966
marcó el inicio apenas de problemas mucho más graves en la Universidad de
Sonora que no tardarían en presentarse.
Ese año
Inolvidable de 1967
El 29 de marzo de 1967 los estudiantes
de la Universidad de Sonora y gran parte de los profesores del sistema educativo estatal, con el apoyo
de muchos sectores de la sociedad sonorense, iniciaron un gran movimiento de protesta por medio de
un paro generalizado de labores bajo una bién
organizada huelga, que sorprendió al país y que dejó un recuerdo imborrable en
la historia del Estado.
La Escuela de Ingeniería no se mantuvo al margen de los
acontecimientos, antes al contrario, buena parte de los estudiantes tuvieron una participación notable de la cual
hemos querido incluir en este espacio una breve exposición.
En su libro, “Yo Quiero
un Dinosaurio”, el Ing. M.A. López Ochoa relata:
Respecto a la elección de gobernador
en 1967, el centro (del país, PRI nacional) seleccionó como candidato a
Faustino Félix Serna, un precandidato de los agricultores del Sur del Estado y
del Gobernador Lic. Luis Encinas J.; los decepcionados hermosillenses y
norteños de la entidad, de todas las tendencias, hicieron causa común para
boicotearlo por considerarlo arribista. Se produjeron una serie de incidentes
violentos, pero los más significativos fueron una golpiza que le propinaron a
grupos de estudiantes otro grupo de choque llamado la -Ola Verde- de Félix
Serna y que fueron perseguidos dentro del campus de la UniSon.
La protesta “por violación a la autonomía univesitaria”
se hizo sentir, y el aparato organizativo de la FEUS se movilizó para
extenderla por todo el Estado. El resultado fue una paralización casi total de
las actividaes económicas y públicas del Estado,
dirigidas por la FEUS, excepto en Ciudad Obregón, bastión de Félix Serna, donde
solo fue parcial.
Después de 49 días de huelga
generalizada, el conflicto terminó con la toma del ejército de la UNISON y
algunos centros de resistencia en otros municipios. Faustino Félix, se dijo,
fue electo fraudulentamente gobernador concediéndoles al PAN (Partido Acción
Nacional) alrededor de 7 municipios, entre ellos Hermosillo.
El asunto empezó cuando los
partidarios de Acosta Romo interrumpieron un mitin faustinista
(se habla de que lanzaron un carro contra la multitud), frente a la Universidad
de Sonora el domingo 26 de Febrero de 1966; quemaron carros, camiones y
apalearon gente. Después asaltaron el Comité Faustinista
localizado al lado de la Universidad; fue entonces cuando intervino la fuerza
policiaca, mucha gente se refugió en la UNISON y hasta ahí penetró la policía
que detuvo a varias personas. Los estudiantes, con la bandera de que la
autonomía univesitaria había sido violada iniciaron
una lucha sociopolítica en demanda de respeto a la autonomía y a las garantías
individuales; así, la lucha política trascendió a la lucha social y esto era
muy peligroso para las instituciones.
Faustino Félix Serna recibe el apoyo
de la CNC a fines de Febrero y Fausto Acosta Romo se vé
obligado a renunciar a su precandidatura cuando observa que la situación estaba
perdida, disciplinándose al Partido (PRI). Pero entonces los candidatos pasan a
segundo plano pues la gente empieza a protestar contra todo el sistema político
imperante en el Estado y el País.
Los estudiantes protestaron ante la
violación de la autonomía y de las garantías individuales y no por la
imposición priísta. Supuestamente no tenían porqué
protestar, pues el asunto correspondía exclusivamente al PRI, pero detrás de
ellos estaban otros con intereses.
Pronto las organizaciones de maestros se
sumaron a la lucha de los estudiantes, posteriormente los padres de familia
organizados por los estudiantes y maestros en cada escuela primaria de las
principales ciudades del Estado se fueron a huelga, incluso de algunas de
Ciudad Obregón que era el bastión fuerte de Félix Serna. Los estudiantes de la
Universidad en huelga recibían pollos, carne, y leche de las empresas del
Mezquital del Oro de la familia Gutiérrez, mantas y utencilios
de cocina de Mazón Hermanos, donaciones de ferreteros y muchos donativos
anónimos de personajes importantes de Hermosillo y del Norte del Estado. Los
estudiantes contaban con una tesorería abundante en fondos económicos y se
apoyaron en ellos para movilizarse por todo el Estado.
Con relación a la participación de la
Escuela de Ingeniería en ese movimiento, el Ing. Jesús Larios Gaxiola señala:
“... la Escuela de
Ingeniería tuvo una participación demasiado notoria... me tocó estar de
presidente de la Sociedad de Alumnos de la Escuela dentro de la Federación de
Estudiantes de la Universidad de Sonora (la FEUS) en aquel entonces. Primero el
Ing. Gilberto Olivero era Secretario General de la FEUS, pero por alguna
circunstancia hubo que cambiarlo y entró el que era mi Secretario General en la
Escuela , el Secretario de Finanzas (de la misma FEUS) era el Ing. Juan Encinas
Blanco, el Secretario de Prensa y Propaganda de todo el movimiento fue el
Ing. José Luis Jardines M.; otro
estudiante de Ingeniería, el Secretario del Exterior, fue el Ing. Marco Antonio
López Ochoa también compañero de la Escuela... el grupo más compacto era el de
Ingeniería, de gran fuerza en las actividades ya que estaba más organizado
políticamente puesto que acababa de salir de una huelga...”
En el libro “Los
Aguiluchos”, (de Armando Moreno Soto y Otros), se señala:
“... Durante la
Semana Santa de 1967 la Plenaria de la Federación de Estudiantes no tuvo
vacaciones. Mientras la mayoría de los alumnos se iba a sus lugares de origen,
a los centros de recreo o se dedicaban a descansar, buena parte de los Presidentes
de las Sociedades de Alumnos del Comité Ejecutivo de la FEUS, y algunos líderes
de aquel tiempo, se acantonaron por primera vez en la Escuela de Ingeniería con
el objeto de preparar el movimiento, especialmente para fundamentar y preparar
la demanda y la huelga...”
En otra de las
páginas del mencionado libro se expresa:
“... José Luis
Jardines M., estudiante de Ingeniería Civil y Jefe de Prensa de la FEUS,
afirmaba en el mitin del día 11 de Mayo: Durante 17 días permanecimos
pasivos en acatamiento a la petición del Lic. Gustavo Díaz Ordaz (Presidente de
la República), mas al ver como manos ocultas que obedecen instrucciones del gobieron Estatal hacen todo lo posible por mantener la
agitación con intención de retrasar el fallo de las autoridades federales,
quizá por temor a que les sea adverso, hemos abandonado nuestra actitud pasiva
para seguir buscando unidos pueblo y estudiantes acelerar la decisión que,...
porque confiamos en el Jefe del Ejecutivo de la Nación, será la que todos los
sonorenses esperamos”.
Seis días después de esta declaración,
el Batallón Olimpia del ejército nacional penetra a la Universidad de Sonora
por aire y tierra; los estudiantes son obligados a desalojar pacíficamente las
instalaciones bajo la mirada atónita de los militares que vieron como una
ilusión estaba dándose por concluida;
entre lágrimas y con el cansancio natural de las tensiones de un conflicto
difícil, solo el himno universitario se escuchó como respuesta, enmedio de dolorosas lágrimas y del temor que la situación
producía. Así culmina la protesta política que habían iniciado cincuenta días
antes, con algunos de los líderes del movimiento saliendo del país o bién se retirándose hacia otras partes del territorio
nacional evitando con ello posibles aprehensiones; mientras tanto, las elecciones del día 2 de
Julio favorecían con toda la lógica del mundo al candidato del PRI: Don
Faustino Félix Serna.
La Universidad de Sonora se mantuvo
aún en suspensión de labores varios meses más en ese período, reiniciándose
actividades hasta el día 2 de septiembre de 1967.
M.A. López Ochoa señala, a manera de
conclusión resumida del movimiento:
“... El movimiento
estudiantil de 1967 no buscó (como algunos dicen), la gubernatura, sino que
tuvo un espíritu pluralista, democrático, de rechazo y protesta contra el
autoritario sistema político, aunque finalmente el único beneficiado fue el PAN
(Partido Acción Nacional) y la corriente conservadora...”
Como todas las Escuelas, Ingeniería
Civil se incorporaría de lleno de nueva cuenta a las tareas académicas con
nuevo Director, nuevas experiencias y con un futuro incierto. Atrás quedaba el
período de creación y consolidación de la Carrera de Ingeniero Civil, la
disciplina del Ingeniero Delgado y las expectativas frustadas
de una Universidad que se tuvo fé en la búsqueda de
un cambio, pero que aparentemente aún estaba adelantada a su época. Un año
después del movimiento sonorense, México entero habría de estremecerse con el
sangriento desenlace de un mitin universitario en la Cd. de México el día 2 de
octubre de 1968, manifestando el gobierno con esa actitud un nuevo mensaje
acerca de que aún era poderoso; después de todo, ya había practicado con la
Universidad de Sonora obteniendo excelentes resultados.
Período
del Ing. Sergio Maldonado
Habiendo sido designado como sucesor
del Ing. Arturo Delgado en el período del Ing. Sergio Maldonado se alcanzó una
notoria estabilidad, a la vez que la cantidad de alumnos iba en aumento.
Durante sus tres años de gestión, de 1967 a 1970, la población estudiantil
rebasó por primera vez la centena de estudiantes, a la vez de que empezaron a
producirse titulaciones para los exalumnos del Ing. Delgado. Es así como el día
20 de Enero de 1968 se presentó al examen profesional el segundo pasante en la
vida académica de nuestra Escuela en la persona del Ing. José María Gil Aragón,
recibiendo mención honorífica por su brillante tesis profesional; seguidamente,
el 29 de Marzo del mismo año hizo lo suyo el Ing. Gilberto Celaya Reyna y un
día después presentó el examen profesional la primera dama de la Escuela,
siendo el honor para la Ing. Josefina Ochoa Ruiz con su tesis profesional:
“ ”. Ese año hubo en total 5
Ingenieros Civiles titulados, tres de ellos con mención honorífica. La Carrera
de Ingeniero Civil de la Universidad de Sonora empezaba a producir sus primeros
profesionistas, y también sus primeros profesores, pues para esas fechas el Dr.
Daniel Ramírez Ballesteros, el primer egresado de la Escuela, ya se había incorporado como maestro después
de haber realizado sus estudios de posgrado
en el extranjero.
El Ing. Sergio Maldonado era en aquel
tiempo profesor de la Escuela de Ingeniería antes del movimiento de cambio en
contra del Ing. Delgado en octubre de 1966, siendo secretario cuando sobrevino
el problema y pasando finalmente a ser
Director en una solución planeada de emergencia por las autoridades. En los
años de dirección del Ing. Maldonado, presidía la Universidad de Sonora el Lic.
Roberto Reynoso Dávila (1967-1968), quién había sido designado en sustitución
del Dr. Moisés Canale
al renunciar este último tras haber sufrido un serio atentado el 3 de
septiembre de 1967. Tiempo después sería electo el Dr. Federico Sotelo Ortiz
para un nuevo período que iniciaría en 1968.
En 1970, al terminarse el período del
Ing. Maldonado se inició un proceso de elección de Director de la Escuela de
Ingeniería, mismo que se tornó algo delicado, pues la Sociedad de Alumnos, se
dice, no estaba muy convencida con el desempeño
del Ing. Maldonado. Por lo tanto, se solicitó al rector Sotelo Ortiz la
presencia de un nuevo director con amplio curriculum y de prestigio en la Ingeniería; es así que
se nombra en forma provisional al
profesor Ing. Víctor Manuel Martínez Montaño, maestro de varios años desde los
tiempos del Ing. Delgado. El Ingeniero Martínez ejerció el cargo durante unos 4
meses hasta que se contrata al Dr. Porfirio Ballesteros, de amplio curriculum con estudios de posgrado y de alto
reconocimiento.
Cabe mencionar que durante la gestión
del Ing. Víctor M. Martínez M. en 1970, se incorpora a la vida académica de la
Escuela de Ingeniería la Carrera de Ingeniero Minero y de Geólogo.
Pero la llegada del Dr. Ballesteros
tampoco cumplió con las expectativas, pues el Ingeniero exhibió, al decir de muchos, intereses
académicos distintos a los esperados por las autoridades de la Universidad de
acuerdo al carácter institucional del puesto. Se habla que tuvo serias
discrepancias con el rector Dr. Federico Sotelo sobre todo en el aspecto
económico. Después del período vacacional de 1971 el Dr. Ballesteros no se
presentó más en la Universidad y de nueva cuenta surgiría la pregunta: ¿quién
sería el sustituto?. Cinco años después de la partida del Ingeniero Delgado de
la Dirección de la Escuela habían transcurrido tres directores y ya se buscaba
un cuarto.