Don Carlos M. Calleja

Por Gilberto Escoboza Gámez

 

22 de Abril 1989

En las postrimerías del siglo pasado el Gobierno Estatal dio nuevamente un gran impulso a la educación pública. Consideró que la instrucción del pueblo era un factor muy importante para el desarrollo de las naciones; así pensaban los hombres del Porfiriato como posteriormente lo hicieron los de la Revolución principalmente Plutarco Elías Calles.  Si coincidieron los del viejo régimen con los que hicieron el movimiento armado de 1910, se debió a que la instrucción en México era una necesidad perentoria en una época en que Estados Unidos y los pueblos europeos incrementaban la cultura de las masas. 

 

Entre los maestros que vinieron a Sonora llamados por las autoridades locales, podemos mencionar al profesor don Leocadio Salcedo, José Lafontaine, Heriberto Aja, Alberto Gutiérrez, Carlos Martínez Calleja, Fernando Dworak, etc.  Los maestros nombrados vinieron a Sonora y aquí permanecieron hasta los últimos días de su vida, excepto el profesor Dworak que se radicó en Monterrey y allá terminó sus días.  Cuando don Carlos Martínez Calleja arribó a Sonora ya traía en los bolsillos el nombramiento de Director de la Escuela No. 1 de Guaymas, donde al transcurrir el tiempo sería merecedor de que la Junta Directiva de Instrucción Pública del puerto le otorgara una medalla de oro y un diploma por su brillante labor docente. Y tanto fue así que su prestigio trascendió al Estado de Sinaloa de donde fue llamado para que se hiciese cargo de la Dirección del Colegio Rosales, de Culiacán. 

 

La familia sonorense que procreó el maestro Martínez Calleja le estimuló a través de su esposa para que volviese  a Sonora, donde residiría el resto de su existencia; antes de que terminará el Siglo XIX se casó en Guaymas con la señorita Carmen Vizcaíno en la casa del influyente General Don Marcos Carrillo.  Al contraer nupcias, la señorita Vizcaíno declaró ser originaria de San Marcial, hija legítima del finado José María Vizcaíno y de la señora Josefina Molina de Vizcaíno. El profesor Martínez Calleja manifestó tener 34 años de edad, ser hijo legítimo de don José María Martínez y de doña Guadalupe Calleja, ya finados, y haber nacido en El Ingenio, Veracruz en 1857.  También declaró que tenía su domicilio en el número 220 de la avenida VII de Guaymas.

 

Don Carlos y Doña Carmen se radicaron posteriormente en Hermosillo y procrearon varios hijos llegando a la edad adulta los siguientes; Carlos, quien nació el 6 de mayo de 1893, Carmen, el 3 de junio de 1895, Rebeca, el 16 de enero de 1900, Humberto, el 24 de julio de 1901, René, el 9 de marzo de 1903, y León, el 17 de noviembre de 1911.  El profesor no logró ver a sus hijos en la mayoría de edad pues el 31 de agosto de 1912, en Hermosillo, sus ojos se cerraron para siempre a la edad de 55 años. A pesar de que el patrimonio de don Carlos al morir era reducido, la familia logró salir adelante; Carlos Hijo alcanzó a formar a través de su vida una fortuna respetable en actividades comerciales.

 

Carlos M. Calleja desde muy joven se convirtió en un próspero comerciante que en los años veinte se estableció en la avenida Juárez, entre las calles transversales Jalapa (Dr. Noriega) y Yucatán (actualmente Norberto Aguirre Palancares, y hoy Luis D. Colosio); comenzó con un expendio de pastura y posteriormente con un negocio de ferretería, refacciones de automóviles y venta de gasolina.  Allí se distinguió por su probidad y también por su proverbial decisión de no vender a crédito.  Se cuenta que una ocasión el Dr. Domingo Olivares suministró gasolina a su vehículo y al pretender pagar el combustible se dio cuenta de que no traía dinero en el bolsillo; rogó a don Carlos que le permitieran firmar un vale que cubriría antes de una hora y … el señor Calleja se negó a aceptar un documento diciendo “¡Aquí no fiamos a nadie!, a la vez que ordenaba que se extrajese el carburante al vehículo.  El doctor don Domingo Olivares fue en Hermosillo un personaje muy importante por su espíritu de servicio. Figuró en el Comité Pro Universidad de Sonora y presidió varias organizaciones que  trabajaban  por el bien de nuestra sociedad, fue Presidente Municipal y muy estimado por la ciudadanía. Nuestra ciudad perpetuó su memoria al imponerle a una y a un barrio su nombre, sin embargo, don Carlos le negó el crédito por un plazo de menos de una hora mientras el profesional iba y venía a su consultorio que en ese tiempo se ubicaba en la calle Tampico (avenida Obregón), solo porque el señor Calleja era de convicciones muy firmes!.

 

Para concluir, diremos que no obstante que el profesor Martínez tenía el apellido materno Calleja, sus descendientes a partir de sus hijos fueron registrados con el apellido Calleja en vez de Martínez Vizcaíno; el primogénito, el comerciante de la calle Juárez, tenía como razón social en su negocio Ferretería de Carlos M. Calleja.