EL TRASPASO DEL CANAL DE PANAMÁ

 

 

Traspaso del Canal, Diciembre 31 de 1999


 

De acuerdo a los tratados Torrijos-Carter firmados en el año de 1974, Estados Unidos se comprometía formalmente a entregar las instalaciones y territorios que estaban bajo su administración desde el año de 1903, cuando se hicieron los primeros arreglos con la nueva República Panameña. Desde aquel entonces, innumerables intentos de independencia no se hicieron esperar con resultados infructuosos; pero el día último del siglo XX llegó, fecha en que por fin la nación de Panamá tomaría propiedad total de su territorio.  Hemos tomado del periódico “La Jornada” (México, DF) el relato de prensa que detalla con suficiente claridad el evento que tuvo una trascendencia mayúscula para esta región centroamericana:

 

Stella Calloni, enviada, Panamá, 1o. de enero ¤ Cuando terminó el conteo regresivo para que exactamente a las 12 del día viernes fuera izada la bandera de Panamá en el mismo mástil donde hasta hace dos días estaba la de Estados Unidos, miles de panameños mayoritariamente del Partido Revolucionario Democrático (PRD), derribaron las vallas que el gobierno había colocado para evitar el acceso al acto protocolar y subieron por las laderas del cerro donde está enclavada la Administración del Canal. Fue un momento único en el acto más trascendente en todas las celebraciones de fin de año en América Latina. Un país pequeño con poco más de 2 millones de habitantes, con una situación geográfica privilegiada que lo convirtió en víctima del colonialismo a partir de 1903, lograba finalmente el control soberano en todo su territorio.

Desde que Panamá se independizó de Colombia --y casi en el mismo acto se firmó en Washington el brutal tratado a perpetuidad de 1903 entre un aventurero como el francés Philipe Buneau Varilla, apoderado de los despojos de la compañía francesa que fracasó en su intento de construir la vía interoceánica, y el secretario de Estado estadounidense John Hay--, se puso al país bajo control colonial. Desde entonces ocurrieron constantes rebeliones, que como otros hechos importantes para el pueblo panameño fueron ignorados en muchas historias que se escriben en la región centroamericana.

 

El dominio colonial en The Canal Zone iba mucho más allá de la ocupación territorial al establecer Estados Unidos una red de bases militares en el estratégico Comando Sur, que sirvió para un temible control del Pentágono sobre toda Latinoamérica. Eso terminó el viernes, aun con las lógicas incertidumbres que surgen de lo que aquella relación planteó y continuará planteando, debido a las nuevas estrategias de Estados Unidos para su control en América Latina en los tiempos globales. Fue visible el frío protocolo del actual gobierno para una ceremonia de tal magnitud, y la actitud de miles de panameños (que reivindican al general Omar Torrijos, quien firmó los tratados en 1977 con el ex presidente Jimmy Carter) le dio el protagonismo popular del histórico acto a la oposición.

 

"Ni siquiera la invasión de diciembre de 1989 pudo terminar con el torrijismo", era el lema de los jóvenes. Fue también una curiosa devolución territorial por vía diplomática, pero en circunstancias donde el gobierno de Estados Unidos tiene a buenos amigos en el poder y los planes sobre el botón que significa la zona a nivel económico, las cuales crean infinitos temores que ayer, sin embargo, fueron olvidados momentáneamente por el festejo. Nadie dejó de recordar la larga lucha de este pueblo, ni a sus cientos de mártires. A todo lo largo del camino en la ex zona se podían ver durante la marcha, organizada por el PRD, pequeñas cruces de madera con carteles en los que se leían los nombres de los mártires de las distintas rebeliones, de las víctimas de la invasión estadounidense de diciembre de 1989 y también de todos aquellos trabajadores, intelectuales y negociadores que hicieron de la independencia total su objetivo de vida.

 

Por eso cuando los manifestantes llegaron ante las vallas de red anaranjada que se instalaron desde lo alto del cerro, donde está el edificio de la Administración del Canal, la sorpresa y la indignación hicieron prever que en algún momento iban a ser derribadas. Era inconcebible para todos que el gobierno hubiera colocado vallas como las que usaban los ocupantes, y más aún en un día tan esperado y tan simbólico.  La presidenta Mireya Moscoso no pudo contener un gesto de temor cuando la multitud, feliz y desbordada por la alegría y la emoción, trepó por las laderas resbaladizas del cerro bajo una lluvia pertinaz.

 

Hubo abrazos, llantos y baile, que era amenizado por una orquesta popular que tocaban los ritmos de una música que fue el mejor ejemplo de la resistencia cultural que prevaleció a lo largo de este siglo. Nadie se explica cómo la señora Moscoso, después de su primer fracaso político desde que está en el gobierno luego de que el ex presidente Guillermo Endara, que ella designó como juez, debió declinar el nombramiento ante la resistencia de la oposición en la legislatura, cometió lo que los analistas consideran dos errores serios: asistir sola al momento en que un funcionario estadounidense arrió en soledad la bandera de su país y, luego, poner aquel vallado precisamente el día de la recuperación definitiva del territorio.

 

Pero el día terminó en paz: no hubo violencia y en esos momentos se pudo ver al pueblo subiendo hasta colocarse cerca del mástil con la bandera panameña, así como la marcha de los ex alumnos del Instituto Nacional y el concierto de cantautor panameño Rubén Blades, que durante dos horas mantuvo el ritmo de aquella alegría contenida por tanto tiempo y en territorio definitivamente recuperado, que fueron los verdaderos actos centrales de la celebración que no fue opacada por la pertinaz lluvia.

 

Blades, como otros, no pudo contener el llanto cuando al final interpretó aquellas canciones que formaron parte de toda la lucha y la resistencia, y cuando invitó a los negociadores y a otras figuras muy representativas a subir al escenario, donde además lo acompañaron los músicos más populares con sus canciones típicas. Un vistazo sobre todos los miles de rostros, desde los más jóvenes hasta de los antiguos luchadores independentistas, mostraba las mismas lágrimas que rodaron por el rostro de Blades. Como símbolo estaba allá un grupo de puertorriqueños con su bandera, que pedían el deseminado de las ex bases estadounidenses. Ellos, juntos a chilenos, argentinos, bolivianos y de otros países que llegaron en pequeños grupos, bailaron y también lloraron de emoción por esa independencia que era, finalmente, de todos.

 

Periódico “La Jornada”, Enero 02 de 2000.

 

 

Discurso  Louis Caldera

Presidente de la Junta Directiva del Canal de Panamá

 

Es un honor encabezar la distinguida delegación que hoy representa a los Estados Unidos de América en el momento en que con orgullo cumplimos con nuestra última y más importante obligación bajo los Tratados del Canal de Panamá de 1977. Gracias Presidenta Moscoso y pueblo de Panamá, por su gentileza en recibirnos tan cordialmente en este día histórico. Hoy realmente es un día especial para los pueblos del mundo. Hoy es un día de nuevos inicios. Celebramos el fin del siglo XX y damos la bienvenida al amanecer del nuevo milenio. Aquí en Panamá tenemos el privilegio de celebrar algo más que la vuelta de página en el calendario y la promesa esperanzadora de un nuevo día.

 

Aquí establecemos una nueva era para el Canal de Panamá y para los dos grandes países; Estados Unidos y Panamá, que construyeron y dirigieron esta octava maravilla del mundo moderno durante la mayor parte de este siglo que pasa. A partir de las doce medio día de hoy el control total del Canal de Panamá pasará de manos de Estados Unidos a manos de la soberana nación de Panamá, uniendo todo su territorio bajo una sola bandera por primera vez desde el nacimiento de la República de Panamá en 1903.

 

Para Panamá este es realmente un día importante y memorable. Para Estados Unidos también es un momento importante de su historia. Miramos atrás con gran orgullo al logro que representa la construcción de este canal y su operación continua desde 1914 para beneficio de todas las naciones. A la vez esperamos con ilusión la llegada de un nuevo día en nuestra relación con Panamá y con todos los países del hemisferio occidental.

 

Panamá y Estados Unidos pueden sentirse orgullosos de que cumplimos con todas las tareas necesarias para lograr esta transferencia de manera digna de países que comparten un destino en común como miembros de la familia de naciones que llamamos América nuestro hogar. Es difícil para algunos estadounidenses recordar que muchas veces a lo largo de este siglo las relaciones entre nuestros países fueron tensas, debido a temas en torno a aquello que nos unía de manera singular como socios en el mundo: El Canal de Panamá. Hoy nuestras relaciones son más fuertes que nunca. Precisamente porque hemos trabajado juntos para resolver estos temas tal como se espera de dos grandes países, por medio de la diplomacia, la cooperación y un espíritu permanente de buena voluntad. Esperamos continuar manteniendo las buenas relaciones que existen entre nuestros dos países. Nosotros realmente esperamos construir mejores y más estrechas relaciones entre Estados Unidos y Panamá, y entre Estados Unidos y todas las naciones de América Latina. Relaciones basadas en el respeto mutuo, la confianza, la cooperación y la participación conjunta en trazar un curso para las Américas que nos ayude a lograr nuestro objetivo compartido de crear una mejor vida para los pueblos de nuestro hemisferio.

 

Cuando los signatarios de los Tratados Torrijos-Carter de 1977 eligieron este día para el traspaso del Canal, poco se imaginaban la forma en que el mundo estaría entregado en aceptar la entrada del nuevo milenio. Sin embargo escogieron sabiamente porque este es un día que nos hace reflexionar sobre el lugar que ocupaban nuestras naciones hace cien años y cuán lejos hemos llegado. En 1899 la joven nación de Estados Unidos apenas cumplía su primer siglo de existencia, había crecido de una pequeña colonia inglesa a una agitada nación que se extendía por toda América del Norte. Y Panamá, tierra de historia antigua, estaba a punto de obtener su independencia de Colombia. Al terminar el siglo los intereses de Estados Unidos, tal como los de aquellos países que habían sido colonias en el Nuevo Mundo, estaban cerca de casa. Estados Unidos estaba decidido a terminar con la dominación ejercida por las monarquías europeas, para que los pueblos fuesen libres de explorar y desarrollar la abundancia de sus propias tierras y fueran libres de gobernar sus propias vidas.

 

Es justo decir que hace cien años Estados Unidos aún no era potencia mundial. Las responsabilidades globales que pronto le serían impuestas en la primera y segunda Guerra Mundial aún no yacían por delante. En Panamá, Ferdinand de Lesseps había estado luchando infructuosamente para lograr el sueño que cautivaba la imaginación del hombre por casi 400 años; la construcción de un canal por el Istmo. Tres cortos años después esta meta fue comenzada con seriedad cuando, con el apoyo de los Estados Unidos, Panamá declaró su independencia y casi inmediatamente se logró un tratado con los Estados Unidos para la construcción de un Canal.

 

El presidente Teddy Roosevelt dijo: "Por toda ley humana y divina, Panamá estaba en lo justo en cuanto a su posición". El presidente Roosevelt estaba profundamente comprometido con la construcción del canal con pleno conocimiento de todos los obstáculos y retos que tan magno proyecto implicaba. A medida que el trabajo avanzaba, visitaba la construcción y les decía a los trabajadores, "Esta es una de las más grandes obras del mundo. Es más grande de lo que ustedes ahora se imaginan".

 

El esfuerzo ciertamente era monumental. Obreros de Estados Unidos, Panamá, las Antillas y de todo el mundo lucharon por diez largos años antes de completar la construcción del Canal por el Istmo de Panamá, que conectaría los dos grandes océanos del mundo: el Atlántico y el Pacífico. Ochenta y cinco años después del primer tránsito del vapor 'Ancon' por el Canal y casi cien años antes de concebir la idea de un Canal, ahora sabemos lo que significaba este Canal para el mundo. Ha unido al mundo entero. Por medio del comercio que pasa por sus esclusas, el Canal ha logrado la accesibilidad de mercados a más naciones del mundo y ayuda a difundir los beneficios del comercio a más pueblos del mundo brindándoles la oportunidad de mejorar su vida y su bienestar y estrechando nuestras relaciones y la comprensión mutua.

 

Mirando hacia atrás podemos ver que Panamá era una puerta hacia el futuro, que abría la puerta a este siglo de globalización y ayudaba a construir la interdependencia e interconexión del mundo en que vivimos hoy. A la misma vez podemos ver, tal como nos recordó el Presidente Jimmy Carter hace dos semanas, que desde un principio, el Tratado bajo el cual el Canal fue construido, contenía lenguaje sobre el que surgieron preguntas inquietantes respecto a la soberanía de Panamá, sobre su propio territorio, y que pronto se convirtieron en tema de gran controversia entre nuestros países.

 

Los Tratados efectivamente dividieron a Panamá en dos territorios separados y le otorgaba a Estados Unidos en toda la Zona del Canal que dividía a Panamá, un nivel de soberanía que recordaba una era colonial más apropiada al Siglo IX que al Siglo XX. Este arreglo se convirtió en una fuente de conflicto entre nuestros países, precisamente porque era inconsistente con los principios que Estados Unidos defendía en el Siglo XX: el compromiso de luchar por la libertad, promover la democracia y proteger los derechos humanos. En dos Guerras Mundiales, en Korea y durante la Guerra Fría, Estados Unidos estuvo dedicada a la propuesta de que preservar y difundir las bendiciones de libertad es la mejor esperanza para mejorar la humanidad. A mitad del siglo, las contradicciones que presentaba este Tratado de 1904 entraban en conflicto con el papel que Estados Unidos representaba en un mundo cambiante, y el papel que Estados Unidos buscaba representar aquí en nuestro propio hemisferio.

 

En 1961, el Presidente John Kennedy anunciaba una visión urgente para Estados Unidos, una "Alianza para el Progreso", en la que Estados Unidos trabajaría con nuestros amigos y mas cercanos vecinos para llevar a cabo las mas grandes aspiraciones de nuestro destino en común. "La misión de nuestro Hemisferio aun no está completa", dijo, "Nuestra tarea incompleta es la de mostrar al mundo entero que las aspiraciones no insatisfechas para el progreso económico y la justicia social pueden lograrse mejor por hombres libres laborando dentro de un marco de instituciones democráticas."

 

John Kennedy hubiera comprendido que Estados Unidos no podía aspirar a ser un buen vecino para América Latina y continuar ocupando y dividiendo el territorio de un país soberano que consideraba amigo. No importa cuan beneficioso ese arreglo había sido en el pasado para ambos países. El hubiera comprendido que Estados Unidos no podía abogar por democracia y auto determinación y sin embargo negarle a Panamá la soberanía total de su propio territorio que Panamá anhelaba.

 

En 1962 se vio obligado a tratar el problema que agobiaba los dos países acordando con el presidente Chiaria que la bandera panameña ondeara al lado de la norteamericana en toda la Zona del Canal, inclusive aquí en el Edificio de la Administración de la Comisión del Canal y en el Puente de las Américas. Pienso que si él hubiese vivido, el Presidente Kennedy ciertamente hubiera prometido negociar la reversión del Canal, justamente como el Presidente Johnson lo hizo en 1964, en respuesta a los incidentes críticos y trágicos durante los cuales 19 panameños y tres norteamericanos perdieron la vida a causa del creciente resentimiento que estaba minando los vínculos entre nuestros países.

 

El Presidente Johnson trató de cumplir esa promesa y en 1968 no lo pudo lograr. Entonces recayó sobre una nueva administración. El Doctor Henry Kissinger firme y valientemente se dedicó a la negociación de un nuevo Tratado. Dijo recientemente, que durante las negociaciones era importante que Estados Unidos tomara una decisión sobre si Estados Unidos dejaría descansar nuestros intereses en el Canal de Panamá sobre nuestra indudable habilidad de retener nuestros derechos a la fuerza, o si dependeríamos de la cooperación entre Panamá y todo el hemisferio occidental, y que lo que estábamos haciendo reflejaba nuestro destino común. “Estados Unidos”, dijo , “necesitaba negociar un nuevo Tratado si íbamos a proseguir en el Hemisferio Occidental sobre la base de un compromiso con un destino común y un compromiso común con la dignidad humana, las instituciones democráticas y las relaciones de cooperación.”

 

Pero fue el Presidente Jimmy Carter, en la administración posterior, que tomó los pasos valientes para negociar junto con el General Omar Torrijos la firma de los Tratados de 1977, que disponía la reversión total del Canal de Panamá a los panameños. Y desde entonces todas las administraciones han trabajado para apoyar este esfuerzo. Hoy culminamos la labor que se inició con la firma del Tratado de 1977. Hoy, una Panamá joven ya casi en su segundo siglo, asume la responsabilidad histórica de administrar esta vía acuática. Panamá cumple este nuevo papel con una fuerte y vibrante democracia. Una tierra de gran belleza y promesa para iniciar este siglo con soberanía total en todo su territorio.

 

Como presidente de la junta directiva de la Comisión del Canal de Panamá les puedo asegurar que Panamá esta más que preparada. La nueva e independiente junta directiva panameña, la Autoridad del Canal de Panamá, el equipo de Administración del Canal y la fuerza laboral talentosa y leal, durante los últimos diez años han lidiado efectivamente con todos los detalles de la operación del Canal. Ambas naciones han trabajado arduamente para asegurar una transición imperceptible.

 

Panamá toma el control con las prácticas administrativas más modernas y con un claro sentido de responsabilidad de lo que el Canal debe seguir significando para el mundo. Agradezco a los miembros de mi junta directiva, tanto estadounidenses como panameños, a los miembros de la Autoridad del Canal, los prácticos, los ingenieros, los pasacables y todos los empleados del Canal por todo su trabajo arduo para que este día se convirtiera en una realidad. Nuestro lema era "un equipo, una misión" y lo logramos. Pudimos trabajar como un equipo para el Canal, un paso hacia el Siglo XXI. El espíritu de cooperación en el cual el Canal fue construido y en el cual se negociaron distintos Tratados, y hoy día completamente implementados, lo podemos escuchar en las declaraciones del Presidente Clinton al final de siglo y que durante muchos años ahora simboliza la unidad y propósito común de las naciones democráticas de las Américas.

 

Así que ahora avanzamos hacia adelante como socios en una nueva era, nunca olvidando que el progreso requiere trabajo arduo. Los retos que el Presidente Kennedy nos pidió que cumpliéramos, aún los tenemos presentes. Muchos de nuestros pueblos aún viven en la pobreza, ignorancia y desespero. Debemos construir sobre las nuevas oportunidades que este Canal ha permitido para la región y el gran progreso que esta área ha hecho en este último medio siglo para construir democracias más fuertes, sociedades más tolerantes y mayores oportunidades económicas. Nuestras democracias deben estar comprometidas, como nosotros lo hemos hecho aquí, en escoger la concertación en lugar de la confrontación.

 

Debemos adoptar los nuevos retos de este siglo y todos los individuos tienen derecho a una vida, al trabajo, a la salud, y esto es un derecho inalienable. Debemos hacer que en este nuevo siglo sea nuestra primera orden del día, y que dentro de 100 años sea registrado en la historia que no perdimos la oportunidad de crear una región que es un ejemplo para el mundo, una región donde la libertad, la justicia, las oportunidades y el respeto por la dignidad humana prevalecieron.

 

Panamá, nuestro amigo, los Estados Unidos te saluda. Que Dios los bendiga.

31 de diciembre de 1999.

 

 

 Discurso de la Excelentísima Señora Mireya Moscoso

Presidenta de la República de Panamá en el

acto de Transferencia del Canal de Panamá

 

 


¿Qué haremos los panameños a partir de este instante con los versos de Amelia Denis de Icaza cuando lloran nostálgicos "ya no eres mío, idolatrado Ancón"?. Ahora podemos decir con orgullo: "!Querido Cerro Ancón, hoy nuevamente eres nuestro!". Que orgullo sentimos hoy cuando finalmente se ha arriado definitivamente la bandera extranjera, para que se cumpla el anhelo de tantas generaciones, de tener ¡un solo territorio, una sola bandera!

 

Ponderar este acontecimiento trascendental para nuestra nación es no sólo necesario sino indispensable, para arraigar hacia el futuro ese sentimiento patriótico que a pesar de todas las diferencias y todas las adversidades siempre nos unió, que es el sentimiento de nuestra nacionalidad.

 

Hoy concluye una gesta heroica que se inició mucho antes del 3 de noviembre de 1903. Una gesta que ha buscado durante siglos el reconocimiento de los derechos a que como nación aspiramos todos los panameños, desde los tiempos mismos cuando los españoles convirtieron a nuestro istmo en epicentro del tránsito mundial entre los océanos Atlántico y Pacífico.

 

Cuántas afrentas debimos sufrir, cuántos mártires debimos ofrecer, para que finalmente lográramos este reconocimiento que nos permite entrar al siglo XXI plenamente soberanos, sin presencia extranjera en nuestro territorio, y como dueños absolutos de uno de los más importantes medios de comunicación y comercio del mundo, el Canal de Panamá.

 

Así como hicimos el pasado 14 de Diciembre cuando Panamá se vistió de gala con la presencia de distinguidos mandatarios de nuestro Continente y España, en el canje de los acuerdos diplomáticos de la transferencia, hoy el país siente la necesidad de rendir tributo a quienes de manera patriótica, con el esfuerzo permanente y el sacrificio, incluso de su propia integridad física, durante noventa y seis años cimentaron este camino arduo y doloroso que hoy llega a su meta final.

 

Los actores de esta lucha provienen de muy diversas sectores de nuestra sociedad, entre ellos, políticos de la talla de nuestro primer Presidente Manuel Amador Guerrero, de Eusebio A. Morales, Belisario Porras, Ernesto T. Lefevre, Narciso Garay, Ricardo Alfaro, Harmodio Arias, Roberto F. Chiari, y Arnulfo Arias, defensor de nuestra nacionalidad, entre otros ilustres patricios que entre 1903 y 1964 se distinguieron por la defensa constante y decidida de nuestra reivindicación nacional.

 

De igual forma, artistas y poetas de todas las generaciones han expresado con su arte el clamor de nuestra soberanía. Amelia Denis de Icaza, Ricardo Miró, Gaspar Octavio Hernández, Rogelio Sinán, Ernesto J. Castillero, Joaquín Beleño, Elsie Alvarado, José Franco, Demetrio Korsi, y otros tantos igualmente meritorios así como distinguidos profesionales de la talla y trayectoria de José Dolores Moscote, Ricardo Bermúdez, Miguel-Moreno, César Quintero, Humberto Ricord, Roberto Alemán, Eloy Benedetti, Carlos Iván Zúñiga, Julio Linares, y Carlos Bolívar Pedreschi, entre tantos otros luchadores incansables e inclaudicables de nuestra soberanía.

 

¿Pero, quien con mayor constancia y patriotismo siempre abanderó la lucha nacionalista fue sin lugar a dudas la juventud panameña, esa juventud congregada en planteles educativos como la Escuela Profesional, la Normal de Santiago, el Colegio Artes y Oficios, la Universidad de Panamá, pero por excelencia, el Instituto Nacional, baluarte indiscutible de todas las faenas por la recuperación de nuestra soberanía.

 

Entre aquellas gestas tenemos que destacar la lucha por el rechazo del Convenio Filos Hines en 1947, la siembra de banderas en 1959, liderada por Carlos Arellano Lennox, la operación soberanía en 1959, y como corolario de estas luchas, los eventos del 9 de enero de 1964 que vienen a constituir la causa fundamental del cambio de actitud hacia los reclamos de la República de Panamá a inicio de la etapa de nuestra historia que concluye este día.

 

Hoy se impone en el marco de este acto, rendir homenaje a Ascanio Arosemena y a los veintiun mártires que aquel trágico día ofrendaron su vida a la patria, y a los cientos de heridos. De igual forma expresamos nuestro reconocimiento a los institutores portadores de la insignia patria, Napoleón de Bernard, Eligio Carranza, Inocencio García, Alcibíades Picota, Luis Vergara y César Villarreal.

 

Esa realidad que, en nombre de la República reconozco en este momento, merece el debido homenaje dentro de la trascendencia histórica de nuestro país de este acto, por lo que con este marco, en nombre de la patria, hago en este momento entrega al señor Rector del Instituto Nacional, de la bandera que aquel grupo de institutores trajo a esta zona y que fuera ultrajada.

 

Hoy hago mía la promesa del Presidente Roberto Chiari, y lograda la meta nacional, la devuelvo a donde ella pertenece, al glorioso Nido de Aguilas. A partir de aquellos sucesos aciagos de enero de 1964, en donde el enfrentamiento desproporcionado entre las tropas norteamericanas y estudiantes indefensos causó tanto luto y dolor en cientos de hogares panameños, se inicia otra página de nuestra historia.

 

Una etapa que dio primero como resultado los tratados tres en uno, y luego la renegociación y firma de los tratados de 1977, cuya dirección correspondió de manera principal al general Omar Torrijos y a hombres como Gabriel Lewis Galindo, Rómulo Escobar, Carlos López Guevara, Jorge Illueca, Aristides Royo y otros muchos.

 

Reconocer la realidad de las relaciones entre Panamá y los Estados Unidos en estos primeros noventa y seis años de vida republicana es mucho más que un simple reclamo por un trato que en ese período fue generalmente injusto para con nuestro pueblo. Se trata eminentemente de la necesidad que tenemos los panameños de entender que nuestra esencia como nación tiene una trayectoria que ha costado sangre, dolor y sufrimiento, porque esta es la única forma como podremos los actuales habitantes de este istmo y los que vendrán después, entender lo que como dice Ricardo Miró, representa la esencia de la patria.

 

En este momento nuestro país y los Estados Unidos de América deben hacer mérito a ciento cincuenta años de vínculos históricos, sociales, culturales y comerciales, que se iniciaron con la construcción del ferrocarril transístmico, y a partir del nuevo siglo, iniciar un concepto nuevo de relaciones basadas en la cooperación amistosa y decidida; en el comercio y el respeto mutuo.

 

Hoy reitero lo dicho en mi toma de posesión: "el beneficio que el usufructo del canal de Panamá ha dado a la geopolítica y a la economía de Estados Unidos, impone que esta nación haga valer el sentimiento de hermandad que durante décadas han pregonizado sus mandatarios y se inicie un período de relaciones comerciales con Panamá, que permitan a esta nación iniciar el proceso de crecimiento económico que tanto demanda su pueblo".

 

Por ello, quiero hoy recordar las palabras expresadas por el Presidente Teodoro Roosevelt en esta ciudad el 15 de noviembre de 1906: "es el único deseo de los Estados Unidos con relación a la República de Panamá, el verla crecer, en población, en riqueza y en importancia, y empeño mi palabra en las seguridades de un cordial apoyo y de un tratamiento fundado en las bases de una completa y generosa igualdad entre ambas repúblicas".

 

Pero toda la importancia y trascendencia histórica del momento emocional que vivimos, no me impide reconocer un hecho fundamental para todos y cada uno de los panameños, y es que este país es "mucho más que un canal". Si en este día los panameños llegamos a la mayoría de edad como nación, este hecho, más que solo halagarnos, nos impone retos y obligaciones supremamente importantes para con nosotros mismos y con las futuras generaciones de panameños, la principal de ellas, entender que con absoluta independencia de la función temporal de ser gobierno u oposición, el tema del canal tiene que ser tratado como tema de Estado, libre de toda pasión e interés político.

 

No existe razón ni justificación alguna para que llegue a existir en Panamá una isla de eficiencia; mística y transparencia en el Canal, mientras el país sufre de ineficiencia, de falta de propiedad, de ausencia de creatividad, de miseria y pobreza. No puede este país justificar que mientras estos panameños, que se desempeñan en la comisión, hoy Autoridad del Canal de Panamá, lo hacen con vocación y eficiencia, el resto de nosotros nos debamos a otros principios e intereses. La circunstancia histórica de este momento, con el inicio del nuevo siglo, nos impone adecuar nuestros estándares de desarrollo a un capitalismo renovado, en donde el conocimiento y la eficiencia sean la clave del desarrollo de todos los sectores de la producción. Es por eso que Panamá tiene la obligación de crear una nueva cultura económica basada en la solidaridad.

 

Enfrentar la pobreza y la desigualdad social es el reto fundamental que nos impone el nuevo siglo, para ello, todos, sin distingo de clase, de ideología, de creencia o de origen, tenemos que proponernos dedicar nuestros mejores esfuerzos en alcanzar la nueva meta, que es erradicar definitivamente la injusticia y la marginación en que vive gran parte de nuestra sociedad.

 

Al recibir hoy el más preciado bien de nuestra nación, el control total y absoluto sobre todo nuestro territorio, esta mujer santeña, como lo fue el Presidente Porras, quien inauguró el canal, ruega a Dios para que nos dé la sabiduría que nos permita manejar este patrimonio para beneficio de la humanidad, confiando que nuestra capacidad y compromiso nos permitirá hacerlo para orgullo del mundo entero.

 

En el día de hoy les digo a todos los hombres y mujeres de mi patria que no habrá más letreros que nos impiden la entrada. Que este territorio ha vuelto a ser nuestro. Que el grito de soberanía total que tantas generaciones hemos reclamado, hoy es una realidad. El Canal es nuestro. ¡Dios me los bendiga!.