DR. WALTER REED
Un Héroe en Lucha contra un
Enemigo Invisible
El General Walter Reed nació el 13 de septiembre de 1851 en Belroi, Condado
de Gloucester, Virginia. Fue hijo del ministro Metodista Lemuel Sutton Reed y
de Pharaba White Reed. Desde chico, Walter mostró una brillante inteligencia y
seriedad que lo distinguió toda su vida. A la edad de 18 años obtuvo su primer
diploma de médico en la Universidad de Virginia; fue el más joven estudiante en
la historia de la escuela. Obtiene un segundo diploma en la Bellueve Medical College en Nueva York en
1870. Durante los cinco años subsecuentes sirvió su internado en un hospital de
Brooklyn. En 1875 se inscribe en la armada y llega al puesto de asistente de
cirujanos. Sirvió en el Fuerte Lowell y Apache en Arizona siendo después
enviado a Baltimore, donde estudia Fisiología en Universidad de Johns Hopkins
en sus tiempos libres entre 1881 y 1882. La época que vivió Reed coincidió con
el florecimiento de la ciencia médica, pues la teoría de las enfermedades
infecciosas ocasionada por los gérmenes estaba de moda al ser postulada por Pasteur
y Roberto Koch perfeccionaba el estudio de la bacteria. En Estados Unidos,
George Miller Sternberg general cirujano de la armada, con quién Reed trabajó
conjuntamente, fue uno de los fundadores de la bacteriología. Este período fue
muy importante para la ciencia médica también debido a que prácticamente todas
las áreas del mundo sufrían la epidemia de fiebre amarilla.
A
mediados de agosto de 1898, cuando la guerra Hispano-Norteamericana se
presenta, el General Sternberg organizó un equipo de médicos para el estudio de
la fiebre tifoidea encabezado por Reed con éxito notable, pues llegaron a
descubrir que el contagio de la enfermedad era ocasionado por el contacto entre
personas y partículas contaminadas flotando en el aire o en el agua contaminada.
En mayo de 1990 el ahora Mayor Reed fue nombrado presidente del equipo para el
estudio de enfermedades infecciosas en
Cuba, con prioridad en la fiebre amarilla. Los miembros del equipo fueron el
Major James Carroll, Major Jesse W. Lazear and Major Aristides Agramonte de la
Habana. La enfermedad aniquiló más
soldados que el enemigo. Apareció en América Central en 1596, probablemente
importada de Africa en los barcos de esclavos. Pudo haber estado esta enfermedad
desde el arribo de Colón en la segunda
expedición por el año de 1495. Noventa epidemias lastimaron a los Estados
Unidos entre 1596 y 1900; en la epidemia de 1793 de Filadelfia falleció el 10%
de la población. El peligro de que el sur de los Estados Unidos se contagiara
mantuvo preocupado al gobierno. Severos dolores en la espalda, brazos y piernas
acompañado de fiebre y vómito distinguían a la enfermedad. Reed y Carroll
estimaron que hubo 300,000 casos en los Estados Unidos entre 1793 y 1900 con un
costo a la nación de 500 millones de dólares y con una mortalidad del 40%,
algunas veces hasta del 85%.
El
Dr. Giuseppe Sanarelli había establecido en 1897 que la fiebre amarilla era
producida por el bacilo “Icteroides”. En Junio de 1901 Reed llega a Quemados,
cerca de la Habana, para atender al Mayor Jefferson R. Kean, jefe de cirujanos,
al haber contraído la enfermedad de la que pudo salvarse. Carroll y Reed se
dedicaron desde ese momento a estudiar la teoría de Sanarelli. Al tiempo, el
equipo de investigadores concluyó que lo más urgente sería no investigar un
agente específico sino el tratar de identificar los medios de contagio. El Dr.
Reed se hizo cargo del proyecto integral, el Dr. Carroll de la bacteriología,
el Dr. Jesse W. Lazear se encargó de experimentar con mosquitos y el Dr.
Aristedes Agramonte de la patología.
El
Dr. Lazear investigó los resultados del Dr. Henry R. Carter quien observó que
en una comunidad donde aparece un primer caso de fiebre amarilla, el siguiente
sucede a las dos o tres semanas después, por lo que empieza a sospechar la
existencia de un insecto como intermediario. El Dr. Carroll voluntariamente
decide ser picado por un mosquito probable portador del germen y desarrolla la
enfermedad, aunque el experimento se consideró defectuoso por la probable
incursión de otra fuente de contaminación; Carroll se recuperó. El Dr. Lazear
preguntó confidencialmente al voluntario William Dean si dejaría que el
mosquito hembra llamado Aedes Aegypti lo picara, a lo que respondió
afirmativamente; Dean desarrolló la enfermedad y se recuperó. Muy motivado, el
Dr. Lazear inmediatamente se propuso como voluntario para la picadura del
insecto y después de varios días en delirio, en muy mal estado de salud,
lamentablemente falleció convirtiéndose en un verdadero mártir de la ciencia.
Reed, afligido por la muerte de Lazear, se dedicó a investigar este hecho y
encontró escrito en las notas del compañero el resultado de que para que un
mosquito se contaminara tenía que picar a un paciente enfermo en los primeros
tres días después de iniciada la enfermedad, tiempo en el que el agente se
mantenía en el flujo sanguíneo. De otra manera se requería al menos de 12 días para que el agente
incubara en el mosquito hembra (del aedes aegypti) y empezara a esparcir la
fiebre amarilla a través de su propia glándula a cualquier persona.
En
octubre de 1900, el Mayor Reed estaba preparado para anunciar ante la
Asociación Americana de Salud Pública el notable descubrimiento que “el
mosquito sirve como intermediario en la incubación y transmisión de la fiebre
amarilla”. No convencido del todo, Reed establece en el mes de noviembre el
“Campo Lazear” de investigación. El general Wood, gobernador de Cuba, autoriza
al equipo para el pago de voluntarios norteamericanos y españoles para
someterse a investigaciones. El Dr. Reed decide investigar la posible transmisión de la enfermedad por
la ropa y el excremento de personas infectadas. John R. Kissinger permitió una
picadura controlada del mosquito y desarrolló la enfermedad así como John J.
Moran, quienes voluntariamente se prestaron al experimento sin exigir pago
alguno, argumentando que lo hacían “solo en beneficio de la ciencia y de la
humanidad”.
Dentro
del experimento se construyeron dos edificios; en uno de ellos el Dr. Robert P.
Cooke y los asistentes Folk y Jernegan durmieron durante 20 noches en cobijas y
almohadas con residuos de vómito y sangre de personas infectadas. Ninguno de
los voluntarios contrajo la enfermedad. Se comprobó que la incineración de ropa
era innecesaria ahorrándose entre la población miles de dólares.
Un
segundo edificio fue construido para probar la acción de los mosquitos
dividiéndose en dos partes separadas por una malla; solo en uno de los
compartimientos se colocó malla
mosquitera en las ventanas. El empleado John Moran permitió ser picado por 15
mosquitos infectados desarrollando la fiebre amarilla alcanzando a recuperarse;
los otros voluntarios aislados por la malla escaparon a la infección. En diez
ocasiones se probó el experimento.
La
fiebre amarilla también fue inducida en voluntarios de la región inyectando
sangre infectada o por picaduras de mosquitos. Las inyecciones probaron que el
agente de la fiebre amarilla se encuentra en la sangre y que el transporte a
través del cuerpo de los mosquitos no necesariamente conduce a su desarrollo.
El valor de los participantes ha sido grandemente alabado al paso del tiempo;
en 1929 el Congreso de los Estados Unidos premió a 24 colaboradores con una
medalla de oro. Si el Dr. Reed no hubiera estudiado científicamente el problema
de la fiebre amarilla y los mosquitos, especialmente en la teoría del contagio,
las epidemias seguramente hubieran continuado por más tiempo. Como resultado de
los éxitos del equipo de Reed, el Coronel William Crawford Gorgas, Jefe del
Departamento Sanitario de Cuba, se dedicó a desinfectar la isla eliminando la
peste de fiebre amarilla de la región. En 1927 se descubrió que ciertas
especies de monos son susceptibles al virus y pudieron avanzarse las
investigaciones. En 1937 la International Health Division de la Fundación Rockefeller produjo una vacuna, única arma contra la
enfermedad hasta la fecha.
El
Dr. Reed regresó a Estados Unidos en 1901 como profesor en varios institutos;
en el verano de 1901 fue distinguido con el título de Maestro en Artes de la
Universidad de Harvard y Doctor en Leyes de la Universidad de Michigan. Después
de una apendicectomía falleció lamentablemente de peritonitis el 23 de
noviembre de 1902 a la edad de 51 años. El presidente Eliot declaró: “El
Dr. Walter Reed regaló al hombre el control del espantoso azote de la fiebre
amarilla”.