CAPÍTULO
IV
UNA MISIÓN IMPOSIBLE
Kino por fin veía claro su destino; contando desde
su salida de Alemania aquel 30 de marzo de 1678, transcurrieron exactamente 5 años
para que por vez primera el ansioso Jesuita tuviera la oportunidad de estrechar
lazos amistosos con personajes humildes de cualquier parte del mundo; no fue
China, cual era su ferviente deseo, pero igualmente satisfacía su corazón la
búsqueda de almas inocentes también en México, lugar al que poco a poco iba
tomándole cariño. Dejemos que Kino nos platique textualmente aquella histórica
llegada a California desde Sinaloa, una descripción única en los raros
testimonios existentes con más de 3 siglos de antigüedad:

Ruta Barra
del Río Sinaloa a La Paz
y de La Paz a
Yaqui (Tomado de http://mapmachine.nationalgeographic.com)
“Desde
que a 18 de marzo (de 1683) salimos de la
Barra del Río de Sinaloa, por falta de vientos favorables
quedamos cinco días en la cercanía de los cerros e islas de San Ignacio (Islas
Macapule y San Ignacio); pero a 25 del dicho mes de marzo, día de la
Anunciación de Nuestra Señora, quiso su Divina Majestad que
llegáramos a dar vista a California sin perder de vista la tierra de Sinaloa y
los dichos cerros de San Ignacio, pues de travesía no hay más de 35 leguas
(140km). A 31 de marzo, día en que acabamos una novena al glorioso San José,
entramos en la gran bahía de Nuestra Señora de La
Paz, que tiene su entrada en 24 grados y 55 minutos de altura
(24°22’ es lo correcto).


Isla del
Espíritu Santo y Bahía de La Paz,
Baja California, México (ver Mapa).
El
día siguiente, primero de abril, entramos caminando al sur hasta la boca del
puerto de La Paz;
algunos saltaron a tierra y hallaron lindísimo ojo de agua, muchísima leña, un
carrizal y rastros de indígenas. A dos de abril saltamos casi todos a tierra,
fabricamos una cruz muy grande y la pusimos en un altillo y nos volvimos a
dormir a las naves. A 3 de abril saltamos otra vez en tierra pero sin hallar ni
ver ningún indio, que era para nosotros de grandísimo desconsuelo. El domingo,
en las dos lanchas, entramos más adentro en la ensenada de este puerto de La
Paz que está a 24 grados 10 minutos (dato
correcto); tampoco hallamos ni vimos indígenas. A la
tarde se pescó con el chinchorro una grandísima cantidad de pescado, y como
aunque de lejos vimos unas humaredas, el lunes empezamos a fabricar una pequeña
iglesia y un Fuertecito o Real de Nuestra Señora de Guadalupe; desde ese día
empezamos a dormir y vivir en tierra.

Mural representativo de los
indígenas de Baja California
El
martes que, por la mañana casi toda la gente estaba desmontando un altillo y
cortando madera para nuestras fábricas, se oyeron unos gritos de indígenas en
su estado natural, la clase de gente por cuya salvación había viajado tan
lejos. Luego acudieron a sus armas todos los soldados. Llegaron los indios con
mucha gritería armados de arcos y flechas y embijados en señal de guerra, a lo
menos defensiva, haciendo demostraciones que nos fuéramos de estas tierras (auric...
auric... –fuera, fuera, gritaban). Nosotros procuramos darles a entender
que veníamos de paz y les pedimos que pusieran sus armas en el suelo; que
nosotros haríamos lo mismo, pero no quisieron. Nos fuimos a ellos el Padre Goñi
y yo; les dimos bizcocho y coscates que no lo quisieron recibir de nuestras
manos, y pidieron se los pusiéramos en el suelo hasta que después lo iban
tomando de nuestras manos; entramos en mucha amistad y familiaridad y nos
dieron mezcales tatemados, buenas redecillas y muy bien hechas además de plumas
de pájaros que tenían en sus cabezas”.

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Los
nuevos forasteros empezaron calladamente a trabajar en la colonización;
esperaron a que fueran los indígenas quienes se acercaran. Hasta el día 5 de
abril Atondo tomó formalmente posesión de la tierra que pisaban en nombre del
Rey Carlos II. Como estaba previsto, “la
Capitana” salió de La
Paz el 25 de abril hacia las misiones del Yaqui en busca de
abastos y caballos para comenzar la exploración que ya planeaba Atondo. El
Jefe de la Expedición
se iba adentrando cada vez más en tierras californianas estudiando el terreno
mientras que Kino seguía esforzándose por mejorar la comunicación con los
nativos. Pero el idilio se transformó en martirio. Inconformes con la
presencia de los españoles, el día 06 de junio una centena de indios se armó
de valor y se acercó al campamento en actitud hostil; aunque los españoles
encañonaron a muchos de ellos con la punta del fusil en el pecho,
afortunadamente las cosas no pasaron a mayor desgracia, pero se respiraba un
aire de guerra.
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Carlos II
(1665-1700) (ver Biografía)
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Sucedió al
poco tiempo que un nativo Guaicuro disparó una flecha contra un soldado y
aunque la herida no fue de consideración pues según se supo ni siquiera hubo
derrame de sangre, la acción enfureció a Atondo; atrapó al atacante y lo
encadenó en “La
Almiranta” por algún tiempo para enseñar castigo. Así también,
por esas fechas se observa la desaparición del español Juan de Zavala, el mismo
que hizo sonar su tambor en la toma de posesión de California a lo que muchos
consideraron asesinado en venganza.
Al parecer
los Guaicuros deciden arreglar la situación. El 3 de julio se acercan 16
guerreros en lo que Atondo consideró una avanzada para rescatar al indio en
prisión y, según lo acordado previamente en junta de Consejo de Guerra, ordena
su matanza. Les dio de comer pozole que tanto les gustaba, y en medio del
festín los soldados disparan a los indefensos aborígenes. El Padre Eusebio
cuenta la historia: “Y como a 3 de Julio vinieron
diez y seis Guaicuros, los más principales y más forzudos entre ellos, y
muchísimos más estaban en el monte; reparose que venían para hacer presa de
alguno de los nuestros o para quitarnos el suyo. Y pues venían como de paz y
disimulando su mal intento, el señor Almirante les mandó dar “pozole”, comida
de que ellos gustan mucho. Y al tiempo que se habían sentado para comerlo, por
lo que se había determinado en junta de guerra, se les disparó un pedrero y una
pieza de artillería y se mataron los diez de ellos; se fueron los otros seis
aunque muy heridos”. La suposición del asesinato de Zavala por parte
de los indígenas era incorrecta. Más de treinta años después el Padre Juan de
Ugarte supo la verdad; en tránsito por la
Hacienda de Oculma se encontró con Zavala y él mismo le contó
que, temeroso de ser castigado por alguna falta menor que cometió, ofreció una
hermosa perla a un buscador a cambio de su pequeño barco con el cual cruzó el
Golfo de California a fin de mantenerse alejado del peligroso Atondo.

Ruta de regreso de Atondo en “La
Almiranta” desde La
Paz al Puerto Nuevo de San Lucas, hoy Agiabampo.
Esa inexplicable matanza fue el principio del fin,
pues además de las contrariedades observadas, las provisiones estaban
acabándose, “La Capitana”
nunca regresó y de “La
Balandra” nada se sabía desde que había quedado rezagada en
Chacala seis meses atrás. Un desesperado Atondo decide poner fin a la aventura;
prácticamente sin provisiones y con los colonos inconformes abandona California
el 14 de julio con 83 personas a bordo, llegando una semana después a un lugar
que tituló “Nuevo Puerto de San Lucas” que es la
Bahía de Agiabampo al norte del Río Fuerte. Lo curioso del
caso es que “La Balandra”,
al mando de Diego De la Parra,
llegó a California el día 7 de julio; estuvo perdido varios días logrando
entrar al Puerto de La Paz
el día19 sólo ¡5 días después de que Atondo se marchara a Sinaloa!. Kino por su parte sacó algún provecho de
esta desafortunada experiencia pues comenzó a realizar los primeros bosquejos
de la geografía del sitio elaborando un mapa que tiempo después lo haría
famoso, aunque no dejó de señalar al Cometa Halley analizado en su discutido
librito como el gran culpable de este fallido intento por crear una Misión en
California; ya habría una segunda oportunidad en este mismo año.

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“La
Capitana” vivió una gran aventura al partir de La
Paz en búsqueda de provisiones hacia las Misiones del Yaqui
aquel 25 de abril de 1683, y puede decirse que su retraso en gran parte tuvo
la culpa del fracaso de Atondo en California. El capitán de la nave, Blas de
Guzmán, cuenta la historia tiempo después: Durante la travesía, el barco fue
zarandeado por los vientos del Golfo; se refugió en las Islas de San José y
El Carmen llegando a su destino hasta el 8 de Mayo. Fue abastecido en Yaqui
con 140 cabezas de ganado en las que se incluían borregos, reses y 19
caballos. El regreso estaría peor, pues en tres ocasiones fue arrastrado por
los fuertes vientos regresándolo de nuevo hacia el punto de partida; en el
cuarto intento, cerca de la
Isla Coronados, una terrible tempestad lo obligó a tirar por
la borda caballos, reses y borregos a fin de salvar la nave y a los
atribulados pasajeros; los naturales de esa región de la costa Californiana
se dieron un gran banquete.
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La
Capitana estuvo a punto de irse a pique en el trayecto de
Yaqui a La Paz
aquel verano de 1683.
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Para ese entonces, Atondo había dejado La
Paz cansado de esperarlos y unos pescadores avisan a Guzmán
que “La Almiranta”
ya estaba en el Nuevo Puerto de San Lucas, hacia donde dirige “La
Capitana” llegando el día 21 de Julio, un lapso de casi tres
meses después de haber zarpado en busca de suministros al Yaqui.
Por su parte, “La
Balandra” también tenía una aventura que contar. Doce días
después que partieron “La
Capitana” y “La
Almiranta” de Chacala hacia California, la nave de Diego de La
Parra se enfiló también hacia el norte; en Chametla empezaron
los infortunios pues el barco zozobró y de La
Parra, sin darse por vencido, regresa a Chacala y compra otro
barco similar con dinero prestado por el párroco de Compostela. Para entonces
el Padre Suárez se incorpora a la tripulación. Durante un mes “La
Balandra” vivió una travesía temeraria. Se hicieron
reparaciones al velero con ayudas de El Rosario y Chametla; cuando la nave
estuvo a punto de reiniciar la travesía, el Padre Suárez se niega a subir al
barco quejándose de que no habían “ornamentos” para decir misa ni los “olios”.
De la Parra los
consigue y Suárez sube al barco de mala gana; en Mazatlán de plano el sacerdote
renuncia pues, según lo dijo, había hablado con un Santo Cristo que traía en la
mano y le había dicho que él y todos se iban a ahogar; ni los ruegos de
rodillas de De La Parra
fueron suficientes para hacer cambiar de parecer al fraile, quien era el
responsable de la
Misión Evangelizadora por encima incluso de Kino y Goñi.

Viaje de “La
Balandra” rumbo a La
Paz; en blanco de Chacala
a Chametla (Rosario); en amarillo de Rosario a
Chacala y en rojo de
Chacala-Mazatlán-La Paz.
El 01 de Julio “La
Balandra” sale del puerto Mazatleco llegando a las costas de
California el día 07; durante 10 días exploró la
Bahía y los alrededores llegando a La
Paz el 19, con la sorpresa de encontrar solo las ruinas
dejadas por Atondo y compañía. De la
Parra comenta: “Encontré el Real con 7 u 8 bohíos
dentro techados de palma y hecho un cerco con trozos de palma amarrados con
cuero, una cruz en lo alto de un cerrito desmontado y tres pozos en el propio
foso; fui al pozo que estaba debajo de las cuatro palmas tapado por los lados
con trozos de palmas y descubierto por el medio, que tenía muy linda agua....
vide en el Real dos huertos pequeños cercados de carrizos con el maíz de más de
un palmo de largo y calabazas y chiles y otras hierbas que iban ya naciendo”.
De la Parra
llegó a convivir unos días con los indígenas de La
Paz, sin embargo, al tiempo los miembros de la tripulación se
amotinaron cuando exploraba el sur de California y el valiente capitán no tuvo
más remedio que regresar a Sinaloa, llegando a un sitio sorprendentemente muy
cercano al lugar donde La
Almiranta lucía estacionada; “La
Balandra” regresa a Mazatlán algo desmantelada con un De la
Parra ya viejo, enfermo y sin dinero, convenciéndose de que lo
más propio para él sería solicitar licencia para abandonar este complicado
proyecto que definitivamente no era
para él.
En su desastroso viaje de La
Paz a Yaqui, Guzmán alcanzó a observar un interesante lugar
para intentar otro asentamiento, y así se lo hizo saber a Atondo; según él, un
gran río al norte de la
Isla Coronados sobre la costa de California podría ofrecer un
abastecimiento confiable de agua. Aunque Atondo ya pensaba en otro Proyecto
localizado en San Bernabé, los datos de Guzmán hicieron que cambiara de
opinión. Con renovados bríos y resuelto a cumplir el convenio firmado con
España, se prepara para la nueva aventura. Empeñó sus joyas y vendió algunas
prendas destinadas a los indígenas, pues estaba en bancarrota, y como pudo
logró acumular abastecimientos para el viaje; contrató además a Rafael “El
Inglés” para que reconstruyera las naves.

Isla Coronados frente a las costas
de San Bruno, Baja California Sur.
Kino y Goñi, por su parte tampoco se quedaron con los brazos cruzados;
el primero en Sinaloa y el segundo en el Mayo trabajaron incansablemente para
conseguir más implementos y suministros, contagiados con la esperanza que se
abría con el Río Grande. Entre soldados y tripulación se logró reunir a 177
hombres dispuestos para la travesía con cincuenta caballos, jóvenes todos bien
protegidos contra las flechas para posibles ataques. Arcabuces, pedernales,
espuelas, herramienta de herreros, sillas de montar, jáquimas de cerdas de
caballo, moldes para balas, todo lo necesario fue cuidadosamente seleccionado y
almacenado.

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El 29 de septiembre de 1683, de nueva cuenta los
aventureros enfrentan al pequeño y violento Golfo de California con destino hacia
Río Grande; Kino escribe: “El día glorioso de San Miguel,
miércoles 29 de septiembre, salimos del Puerto de San Lucas en Sinaloa hacia
la mayor isla del orbe”. De nuevo el Padre Eusebio iría
en “La Almiranta”
con el Capitán Pereda; Goñi viajaba con Atondo en “La
Capitana”, al fin ambos viejos conocidos.
Como siempre el viento jugó con ambas embarcaciones, ya
viraban hacia el sur, ya cambiaban el rumbo hacia el norte, hasta que los
aires se pusieron de acuerdo y lograron empujar las naves hasta el famoso Río Grande, justo al norte de la
Isla Coronado, lugar al que arribaron el 5 de octubre. Al
día siguiente se celebraba la
Fiesta de San Bruno, así que los expedicionarios convinieron
en darle este nombre a la población que habrían de fundar. Kino relata:
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Ruta del
Puerto Nuevo de San Lucas a San Bruno, Baja California Sur. Al suroeste de San Bruno se encuentra la
Isla Coronados.
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“El miércoles 6 de octubre, por la mañana, entramos
a dar fondo un poco antes de mediodía; el señor Almirante con el Padre Goñi en
la lancha “La Capitana”,
y el señor Capitán Francisco Pereda y yo con otras personas en la lancha de “La
Almiranta”; saltamos a tierra, pusimos una cruz, y todos puestos de rodillas la veneramos
pidiendo los buenos sucesos de esta conversión y conquista de La
California”.
El trabajo comenzaba de nuevo; Kino y los oficiales caminaron el Río
Grande hasta un sitio donde había una ranchería nativa. Unos 20 indígenas se acercaron
a la delegación, y al decir del P. Eusebio, “tan mansos y por extremo amigos,
afables y familiares, que luego se sentaron entre nosotros como si siempre
hubieran vivido entre españoles. Les enseñé un Santo Cristo y Atondo mostró
unas láminas que tenía en mi rezo o breviario. Cuando tratamos de volvernos a
la mar, ellos también nos vinieron acompañando cargados todos de muy buen
zacate verde para nuestros caballos”. En el mes de octubre la temporada de
lluvias llega a su fin y pronto el Río Grande empezó a exhibir su piso; Kino
escribe: “Aunque el río que pasa por este valle tenga el nombre de Río Grande,
no corre sino en tiempo de aguas, y el agua que ahora bebemos la sacamos de los
vatequites o pocitos que se hacen en la arena por donde las semanas pasadas ha
pasado dicho río”. Por supuesto que
Kino debió haber fruncido el ceño.
Había mucho que investigar; los nativos del norte de San Bruno fueron
llamados Didius, con su lengua el “Nebe”, con su jefe principal llamado por los
españoles “Leopoldo”. Hacia occidente vivían los “Noys”; al sur los “Edúes” con
su lengua “Noé” y con su cacique principal “Ibo”, traducido como “el Sol”. El 9
de octubre Guzmán fue a visitar a este último en su lancha viajando unos 30
kilómetros hacia el sur, y en honor a ese día lo llamó
Dionisio, y la bahía, San Dionisio; en este lugar se fundó Loreto tiempo
después. A la gente de los alrededores se les dijo “Los Danzantes”, y a la
ensenada mayor fue llamada Puerto de los Danzantes. Según Kino, “Ibo es un
hombre de estatura muy alto y muy pacífico”; fue muy amigo de los españoles y
llevó parte de su gente a San Bruno fundando una ranchería cerca ayudando en
mucho a la construcción del fuerte y la
Misión, en donde Californios desnudos y españoles con
armaduras se confundían en el ir y venir del trabajo.

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El 15 de Octubre terminaron los preparativos para que “La
Almiranta” regresara
por más provisiones y colonizadores a Sinaloa zarpando al día
siguiente; “La Capitana”
por su parte iría a Yaqui partiendo 4 días después; la
Colonia se quedó sola al mando de Atondo quien escribió al
Virrey: “A la Capitana
vuelvo a despachar a la costa de Yaqui por más bastimentos; a la brevedad que
pide la necesidad de su carena, pueden comprar (aunque me quede sin camisa)
más caballos y mulas aparejadas que tanto importan para la conversión,
penetrar la tierra, cargar bastimento, municiones y herramientas”.
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Playa de San Bruno; al fondo la
Isla Coronados.
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Al mes siguiente la
Capitana regresó con carneros, cabras, carne de vaca, pescado,
camarón, maíz, harina de trigo, bestias caballares y mulares, en una travesía
de 160 kilómetros
hacia el norte a través de las azules aguas del Golfo; duraron en el trayecto
de ida 2 días y medio soportando una recia turbonada, mientras que el retorno
se logró en 30 horas... ¡un récord hasta esa fecha!. Kino comenta: “La
Capitana trajo parras y arbolitos de granadas y membrillos que
yo había pedido al Padre Marquina (Rector de Yaqui), y las plantamos confiando
que a su tiempo Las Californias o Carolinas han de dar vino para muchas misas”.
Que diría Kino si supiera que hoy en día existe una marca comercial de vinos
llamada precisamente “Padre Kino”.
Para el día 28 de octubre se terminó la construcción de una pequeña
fortaleza inaugurándose solemnemente el Nuevo Real de San Bruno; dos días
después se celebró la primera Misa en una capilla que, aunque tosca e
inconclusa, sería de gran orgullo para el P. Eusebio; ¡era su primera Iglesia
construida como Misionero!. En el altar colocó una imagen de Nuestra Señora de
Guadalupe, regalo del Obispo de Oaxaca Isidro de Sariñana; también sobresale en
el escenario la casa de la
Compañía, edificada con mucha ayuda de los indígenas. Kino
relata: “tiene una pequeña sala, su azotea y tres
aposentos capaces; en uno de ellos, desde hoy, empezaron a hacer noche los
muchachitos californios o carolinos con toda amistad, llaneza y familiaridad,
dejando casi olvidándose de sus padres y madres, y quedándose muy contentos del
modo de vivir de los españoles”. El día 30 de Noviembre, Atondo formalizó con
una ceremonia lo logrado en los dos meses de estancia en California; Kino
escribe: “Después de misa, se tomó posesión de esta
California y de esta nueva Provincia que llamaremos San Andrés, de parte de su
Majestad Carlos II, que Dios Guarde con toda solemnidad y en presencia de
muchos naturales, disparando repetidas veces la arcabucería y el pedrero”.

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Los colonos no tardaron en dar los primeros
reconocimientos al territorio de California, una de las obligaciones más
importantes asignadas a Don Isidro. A petición de algunos indígenas que
estaban inquietos por posibles guerras con tribus rivales, Atondo organizó
una primera incursión tierra adentro con rumbo noroeste el día 22 de
noviembre, con un destacamento de 6 soldados a caballo, 6
a pié, Kino, Atondo y 6 indígenas amigos de la
Colonia entre los que se encontraba Dionisio “El Sol”. Pero
en lugar de tribus hostiles la comitiva encontró seres amigables,
descubriendo a su paso varios manantiales en una región más bien desértica;
los soldados a pié pronto regresaron mientras que los de a caballo pudieron
alejarse hasta 6 leguas de San Bruno (unos 22
kilómetros).
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Soldado típico español cargando
el arcabuz.
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Mientras se concluían los preparativos para una excursión más profunda,
Kino y Goñi aumentaban sus conocimientos de la lengua de los indígenas, a la
vez que enseñaban el español. Para bautizar tenían que instruir primero, y eso
no podría lograrse fácilmente sin el dominio de algún idioma por ambas partes
aunque en condiciones de agonía el bautismo sí podía practicarse. Poco a poco
la fama del Padre Eusebio iba creciendo; Kino relata: “El
26 de noviembre bajé a la cercana ranchería de San Bruno acompañado de un
indezuelo llamado “Dieguillo”; luego que me vieron los de la ranchería
empezaron a retirarse y a huir al monte, particularmente las mujeres y los
chiquitos. Pero los llamé, les dí unas cositas que comer y otras chucherías de
que ellos gustan, y consolé a una enferma a quien llamé Isabel; volví al Real
acompañado de muchos indígenas e indias, chicos y grandes”.
A su regreso de la primera entrada, Kino se enteró del primer bautizo
logrado en la Colonia:
“Cuando llegamos al Real de San Bruno hallamos mejores
noticias; poco antes de mediodía se había bautizado a un chiquillo moribundo de
la cercana Ranchería, y lo bautizó solemnemente el Padre Goñi; aunque como el
chiquillo se llamó Pedro, a pocas horas del bautismo se murió, cobró para con
los gentiles de mal curandero que ni el día siguiente lo quisieron dejar llegar
a sus enfermos”. Después de cinco años de espera, por fin
el Padre Eusebio empezaba a hacer realidad su sueño y promesa de ser Pastor de
almas humildes, aunque la tierra que pisaba le tenía preparados no pocos
infortunios.