CAPÍTULO VI

UNA BAHÍA PARA KINO

 

 

La Capitana” llegó el día 10 de mayo de 1685 a Yaqui, e inmediatamente algunos enfermos fueron llevados a Torin. Lamentablemente no se pudo evitar las muertes de Muñoz de Moraza y dos soldados más; mientras tanto, la nave de Kino y Guzmán estaría anclando hasta el 16 con el resto de los enfermos, dándoles la bienvenida el Padre Andrés de Cervantes. El Rector Padre Diego Marquina recibe la visita del P. Eusebio; grandes problemas trataba de resolver el sacerdote pues la otrora rica Yaqui agotaba sus reservas debido a la escasez de lluvias, un asunto de todos conocido. 

 

Región del Río Yaqui (ver mapa)

 

Por 35 días “La Capitana” se quedó en El Yaqui; después el navío viajó a Raún y Torin por carne y otros suministros zarpando hacia occidente el 13 de junio, llevando a cabo el plan de buscar otros lugares mejores para la misión de California. Durante tres días zigzaguearon por la costa del otro lado del golfo sin ganar mucha latitud y temerosos de los bajos de “Salsipuedes”, doblaron hacia el oriente con rumbo a tierra firme y anclaron el 19 en la bahía “San Juan Bautista”, una región que siglos más tarde llevaría por nombre “Bahía Kino”, único lugar con el que Sonora tiene honrado al P. Eusebio. La expedición estaba descubriendo nuevas tierras y nuevos nombres santos aparecían en la geografía.

 

Usando una lancha con diez hombres, Guzmán decidió dar un rodeo; recorrió 20 kilómetros y al anochecer acampó en la Isla del Tiburón, que no reconoció como isla llamándola simplemente “Punta de Tiburones”. Pensó que esa franja de tierra estaba pegada a la costa. Al día siguiente, desde un cerro muy alto logró realizar un mayor reconocimiento de la zona, terminando por concluir que era inseguro continuar un viaje hacia el norte; la búsqueda en esa dirección fue abandonada aunque Goñi después afirmaría que en realidad la travesía se suspendió por la severidad del clima... el calor era insoportable. Quizás si hubieran continuado hasta el norte se habría descubierto que California no era isla, idea que en aquel tiempo prevalecía. Para el día 29, ya de regreso, entraron en un brazo de mar que llamaron “El Sacramento”; era la boca de salida del Río Sonora. Los nativos les informaron que en la temporada de lluvias el Río de los Ures y Cucurpe desaguaba en dicha bahía mientras que en el resto del año el líquido se perdía en las arenas. Los exploradores no encontraron agua para beber en esta breve inspección, y terminaron por mantenerse en el barco;  los persistentes aires del suroeste obligaron a la Capitana a mantenerse por otros 50 días en este punto.

 

Kino y Guzmán a bordo de “la Capitana” dan un último vistazo al Golfo; la línea blanca indica el recorrido de ida y la roja el de venida. Llegan al Yaqui, pasan después por San Bruno terminando en Matanchel, En color azul aparece el Río Sonora (ver mapa).

 

Kino aprovechó la estancia para visitar a los indios Seris en sus aldeas; rápidamente la magia del ilustre italiano conquistó sus corazones, e incluso cuando llegó el momento de zarpar muchos aborígenes le rogaron que se quedara. Este encuentro con los nativos del oeste sonorense fue muy grato para el P. Eusebio, pues la idea de enfrentar retos menos complicados que la California bien podría ser otra alternativa; ya era el momento de pensar en algo definitivo considerando el hecho de que estaba por cumplir los 40 años. El 09 de agosto la expedición inicia la retirada; los vientos ya lo permitían y después de un caluroso recorrido llegan al Yaqui tres días después; antes de emprender el retorno hasta Matanchel viajan a San Bruno con el pendiente de dejar a los dos muchachos practicantes del idioma que Atondo recomendó a Kino. Cual sería la sorpresa de los viajeros al ver el campo reverdecido; mientras estaban fuera había llovido en gran manera y hasta los postes que se utilizaron para armar las construcciones habían retoñado. Kino se sintió satisfecho pues la naturaleza le había dado la razón, pero ese argumento ya no le servía de nada.

 

Bahía Kino, Sonora, México. El 19 de Junio de 1685 se descubrió para el mundo civilizado la Bahía de San Juan Bautista, que siglos más tarde se llamaría “Bahía Kino”; Blas Guzmán al mando del Barco “La Capitana”, en compañía del Padre Eusebio Kino, llegaron a esta región cuando se exploraba buscando un sitio mejor para establecer una Misión en California (ver mapa).

 

El Padre Eusebio nunca desistió del proyecto de California, e incluso consiguió en 1697 que fuera enviado a la zona en compañía del Padre Juan María Salvatierra; sin embargo, los habitantes de las misiones levantadas por el ilustre Pastor años más tarde ejercieron enorme presión para que no los abandonara. Su presencia era muy importante para mantener la paz así que por orden superior se le canceló el permiso, aunque Kino quedó igualmente conforme ya que el Padre Juan María Salvatierra continuó su obra con un trabajo formidable. Doce años después de ser abandonado San Bruno, el 16 de octubre de 1697 de nuevo la región recibe las pisadas de un grupo de colonos españoles integrado por 5 soldados y el Alférez Tortolero, 6 marineros con el Capitán Romero y 3 indios cristianizados de tierra firme, todos al mando del mismo Padre Salvatierra. Solo ruinas y olvido encontraron los nuevos visitantes en aquel paraje solitario de agua salobre, por lo que fue decidido, a través de la suerte, que empezarían de nuevo en la Bahía de San Dionisio. Salvatierra llevaba una imagen de Nuestra Señora de Loreto, la cual tomó de patrona para fundar su famosa Misión unos 25 kilómetros hacia el sur; tiempo después se las ingenió también para levantar la de San Juan Londó, localizada en el sitio llamado San Isidro por la expedición de Atondo. Muchos indígenas recordaron el trabajo de Kino y gustosos se incorporaron al proyecto de Salvatierra que, al igual que el P. Eusebio, dejó su huella santa en aquellas complicadas regiones del planeta.

 

Regresando con Atondo, el frustrado militar dejó San Bruno el 8 de mayo de 1685  llegando con la Balandra a la costa de Sinaloa 9 días después. Al morir Muñoz de Moraza, uno de los guardianes de las tres llaves del cofre donde se depositarían las perlas, surgió el problema de asignar un tercero; Atondo tenía una y De la Aberiaga, el capitán de la Balandra, custodiaba la segunda. El nombramiento recayó en Francisco López Chillerón pero hubo descontento; finalmente el Alférez Juan Bautista Escalante se hizo responsable del asunto. Bautista Escalante fue el fundador de la Santísima Trinidad del Pitic en  Mayo de 1700, una villa de Pimas considerada como precursora de la ciudad de Hermosillo, Capital de Sonora. El 14 de julio Atondo partió hacia la Bahía de La Paz y empezaron a recolectar perlas en la Isla Santo Tomás, según el plan establecido. Había tres tamaños clasificados para las joyas del mar, de mayor a menor eran nombradas como “Taladros”, Aljófares y Berruecos, estas últimas las más pequeñas.

 

Dos meses más tarde, el día 17 de septiembre, Atondo regresaba a Matanchel sin agua y sin raciones suficientes con el fracaso a cuestas. En opinión del Padre Goñi, compañero de aventuras en la búsqueda de perlas de Atondo, cualquier intento de sostener las misiones de California mediante perlas resultaría inútil; sencillamente no había perlas que encontrar, pues las joyas recogidas podrían estimarse en unos cien pesos. Las conchas que tenían perlas eran muy pocas; se observó que en 400 unidades se encontraban de vez en cuando alguna perla, rara vez un taladro o aljófar, y las más de las veces nada en absoluto. Se observó que las conchas con perlas suelen ser las más viejas, pero si los nativos las usan como alimento sencillamente nunca madurarán. Durante la búsqueda, “La Balandra” se encontró con “La Capitana” de Guzmán y Kino, y la tripulación de ambos navíos se entretuvieron en la experiencia del buceo y de la emoción de abrir las ostras una a una. Kino vivió en carne propia el fracaso del proyecto y jamás volvió a pensar en las perlas como alternativa que alguna vez apoyó. Sus ojos se clavaron en el horizonte buscando una solución a esta encrucijada ¿como ayudaría a California?.

 

La ilusión de Kino fueron las perlas, con las cuales se pensaba financiar una Misión en California; a pesar de los esfuerzos de Don Isidro Atondo por encontrarlas, la búsqueda terminó en un rotundo fracaso y por el momento el Proyecto California fue abandonado.

 

Después de la búsqueda de un mejor lugar para una Misión en el norte del Golfo de California, la Capitana con Guzmán y Kino se dirigió de Matanchel a Guadalajara. El P. Eusebio expuso el problema ante el Obispo Juan Garabito manejando el argumento de que, aunque era un decir de muchos que  el abandono se debió a que el sitio era inhóspito, sobre todo porque el suministro de agua no era confiable, señaló que en realidad estos problemas se habían presentado en una extensa región de América, e hizo notar el hecho de que las malas cosechas, epidemias y mortandad se habían producido por igual en el Yaqui, Mayo, Sinaloa, Nueva Vizcaya y Nueva Galicia. Aún en México el Lago de Texcoco se había secado a tal grado que era posible caminarlo a pié; al regresar a San Bruno durante el mes de agosto recién transcurrido, se había observado el campo muy reverdecido, diferente al escenario desértico que dejaron tres meses antes, afirmando con ello que la situación de sequía extrema ya había pasado.

 

El asunto de los ahorros también fue discutido con astucia por el fraile italiano, ya que según él no se requerían barcos tan grandes para cruzar el Golfo, aspecto que hacía la empresa costosa por la alta inversión en el mantenimiento de las naves. Así también, el proyecto de las perlas podría no ser tan malo pensando que si los indígenas basaran su sustento en otros alimentos distintos a las ostras, daría oportunidad a que éstas maduraran incrementando las posibilidades de mayor cantidad y a su vez un mayor tamaño de las preciadas joyas. Finalmente, Kino manejó la idea de que ya se había hecho gran trabajo en la educación cristiana en muchos nativos durante año y medio, y no podía abandonarse tanto esfuerzo; todavía más, ¿qué pasaría con los indios encontrados en el trayecto de exploración?; ¿se mantendrían callados como si nada hubiera pasado?.

El Galeón de Manila era un barco español con tránsito de Filipinas a Acapulco

 

El P. Eusebio tuvo éxito; Atondo recibe un comunicado del Virrey con la orden de llevar de regreso a San Bruno 20 hombres y 2 misioneros: Kino y Copart. Lleno de satisfacción, El Padre Eusebio regresó a Matanchel el 12 de noviembre para embarcarse de nuevo a su querida bahía, pero desafortunadamente el destino le tenía reservada una sorpresa. Cuando los veleros llegaban a Matanchel para prepararse en el nuevo intento para California, llega un comunicado del Virrey pidiendo al Almirante Atondo que escoltara al Galeón de Manila, nave que viajaba de Filipinas a Acapulco transportando sedas orientales, especies y muchos artículos de aquellas apartadas regiones; de regreso al oriente llevaba cargamentos valiosos de plata. Se requería proteger al navío de los piratas franceses, holandeses e ingleses que tenían asolada a la región; poco tiempo antes Panamá había sido destruido y saqueado por estos delincuentes del mar que formaban la banda de Grogniet, y se decía que dichos bucaneros planeaban el ataque desde la Bahía de La Navidad.

 

Atondo acata la orden y el 29 de noviembre ordena la partida de los tres veleros en la búsqueda de la Nao de China, la cual es encontrada y llevada a puerto seguro el 2 de diciembre al Puerto de Chacala; tiempo después la escoltan hasta su destino en Acapulco. Según se supo, estos piratas se dieron maña de todas maneras para atacar Colima, Petatlán, Mazatlán y otros lugares, aunque fueron vencidos en un enfrentamiento con las naves del Capitán Juan Redondo; dos de los cinco veleros de la banda fueron quemados perdiendo la vida más de 50 bucaneros. Kino viajó en la Almiranta y escribió al respecto: “con los navíos de la California, fuimos a encontrar y avisar al galeón de Filipinas de los enemigos piratas que había en las costas de la Mar del Sur que le estaban aguardando para robarle. Y fue Nuestro Señor servido que trajésemos a dicho galeón con bien al puerto de Acapulco dejando burlados a los cuatro navíos de los enemigos”.

 

La orden del Virrey incluía que tanto Kino como Atondo tenían que viajar a México desde Acapulco; caminaron más de 300 kilómetros a lomo de mula junto con la preciada carga llegada de oriente arribando a la Capital a mediados de Enero de 1686; Atondo llevaba también el cargamento muy ligero de perlas encontradas en la California y por supuesto, muchas ganas de ver a su familia que ahí residía. Tanto Kino como Atondo presentaron sus informes por escrito al Virrey en el mismo mes de Enero, en el cual solicitaban que San Isidro y San Dionisio debían ocuparse a la brevedad, pues eran los sitios más recomendables para continuar el trabajo misionero en la isla más grande del mundo. Pero el mes de marzo trajo noticias desagradables para el Padre Eusebio; Francia y España entraron en conflicto y se requería la ayuda económica de Nueva España; además, los indios tarahumaras en Chihuahua seguían levantados y había que invertir en su pacificación. Así que, a pesar de que California era un proyecto aprobado por todos, no había recursos para sostenerla y Kino aceptó la circunstancia como otras tantas que siempre estuvieron presentes, mortificando su ilusión de convertirse en un misionero digno de los ojos de San Francisco Xavier.

 

Viaje de Chacala-Acapulco-México realizado por el P. Eusebio Kino y Atondo

 

Pero no todo estaba perdido; Kino jamás olvidó California y esa aventura le dejó grandes experiencias y sobre todo muchos aprendizajes. Si bien es cierto hubo lamentables fracasos en el proceso de colonización con sus excesos en las actitudes represivas de los militares, al menos quedó claro cómo debían enfrentarse al problema de sostenerse ahí. La propuesta de Kino de emplear un contingente más pequeño y navíos de menor tamaño fue experimentada por el Padre Salvatierra con mucho éxito; sugirió también que del otro lado del Golfo, en tierra, debía de contarse con una misión de apoyo que suministrara los bienes agrícolas y ganaderos requeridos para sostener las que se formaran en California; de acuerdo con esta idea, Guaymas fue fundada por Salvatierra como un granero, un rancho ganadero y puerto de enlace para el transporte hacia la Península una década más tarde.