CAPÍTULO XV

KINO PASA POR PITIC

 

 

 

El mismo día en que el P. Eusebio llegó a Dolores inició también sus croquis geográficos para presentar el resultado de las exploraciones; escribió al P. Leal también  para informar sobre el viaje: “Acabo de llegar, gracias al Señor, con bien de mi peregrinación o entrada por tierra firme a la California; caminé cuatrocientas y tantas leguas; pasé el Río Grande o de Gila y el grandísimo Río Colorado o Río del Norte en una balsa, a la altura de 32 grados”. En sus anotaciones estimó “más de diez mil almas”; siendo ésta la primera aproximación a un censo para el conocimiento de la civilización sobre aquellas tierras vírgenes. El capitán de los Quíquimas prometió llevarle una carta a Salvatierra, lo cual sería muy emotivo para el igualmente entusiasta sacerdote; Kino añade: “traigo conmigo bastantes conchas azules de la contracosta de la California que me dieron esos Quíquimas, con las individuales noticias de que dicha contracosta y la Mar del Sur no distan más de siete u ocho días de camino de los parajes o rancherías por donde anduve en esta entrada”.

 

Kino llegó a imaginar la búsqueda de un puerto en la costa de California que permitiera el abastecimiento de los variados artículos que transportaba el Galeón de Manila que llegaba a Acapulco; otra ventaja sería que “se podrán escapar muchas vidas de muchos de sus navegantes que todos los años suelen venir enfermos del penoso mal de loanda (Escorbuto), y se mueren, siendo así que con comidas frescas se curan fácilmente y se libran de dicho mal, pues dicho ataque se origina de las comidas secas y saladas y añejas de la larga navegación”. Así pues, Kino se convirtió de nuevo en el centro de la atención y de las felicitaciones.

 

Hubo alguien que muy especialmente se entusiasmó con las noticias: el Padre Manuel González. Avecindado en Oposura, aquel sacerdote que fuera el mismo fraile que llevara al Padre Eusebio por los caminos de la Pimería Alta buscándole un lugar en el trabajo de enseñar la palabra divina en 1687. Fue tal su emoción que invitó al Padre Caminante a realizar otra expedición cuyo objetivo sería llegar hasta el mismo Loreto Conchó de la California, en lo que se llegó a llamar la California Baja. El último día de enero de 1702 González llega a Dolores acompañado de 11 sirvientes, 50 mulas y 15 cargas de provisiones; Kino añadió otros 12 sirvientes, algo más de bastimentos y 80 cabalgaduras. Manje tampoco pudo ir en esta ocasiones; los asuntos diabólicos seguían ocupando su interés. El 5 de febrero se pusieron en marcha; fueron a Remedios, pasaron por Síboda donde había “más de mil reses y siete manadas de yeguas de las nuevas conversiones”. En Santa Bárbara, Kino dejó ganado para otra estancia, en estos caminos que serían de paso para el viaje por tierra a la California Baja; el proyecto empezaba a tomar forma en la cabeza del P. Eusebio.

 

La expedición pasó por Búsanic, cruzaron la Papaguería para llegar a Sonoita; de ahí tomaron el Camino del Diablo hasta La Tinaja ya en la Sierra del Gila, donde los tomó por sorpresa un aguacero. Mientras acampaban en el sitio, Kino observó un cometa “en la Constelación de Acuario”; según el Astrónomo Galle, hubo dos en 1702: uno entre febrero y marzo y otro en abril. El día 25 llegaron al Río Grande o de Gila y a su ranchería de San Pablo, siguiendo después el curso del río hacia el norte para acampar en San Dionisio al día siguiente, la ranchería principal de los Yumas. El día 01 de marzo comenzaron el recorrido aguas abajo seguidos por gran número de nativos; llegaron a Santa Isabel, San Félix y La Presentación para continuar hasta San Rodesindo el día 03.

 

En este lugar el P. Eusebio se encontró con una agradable sorpresa: “el enfermito párvulo Tirso González, que bauticé el año pasado mes de noviembre, estaba muy sano, bueno y gordo; me lo trajo su madre y otras muy muchas madres también me trajeron a sus párvulos y me los daban rogándome que también se los bautizara, aunque los dilaté para mejor ocasión”. También el P. González se volvió popular, regalando a los nativos “hasta sus propias camisas, jabones blancos, sábanas, ricos paños de chocolate y los zapatos de su uso”. Continuaron río abajo y el día 07 arribaron a las inmediaciones del Golfo. El P. Eusebio se reconoció que el Río Colorado llega en la zona más nor-occidental de sus rincones, junto con las otras dos corrientes: el Río Azul que viene del norte y el Río Amarillo que del noroeste. El Río Azul es ahora El Pescadero por cuyo lecho corre desde 1906 el Colorado; el Río Amarillo es ahora El Paredones. El día 08 más de 300 indios cruzaron a nado el majestuoso Colorado para ver al Padre Kino, llevándole muchos bastimentos y, por supuesto, sus preciadas conchas azules.

 

Pero no siempre las alegrías vienen completas; de pronto el P. González empezó a sentirse enfermo y eso preocupó bastante al P. Eusebio; se intentó de nuevo construir unas balsas más seguras que la anterior ocasión para cruzar al otro lado de la corriente pero se decidió cancelar la idea pues el P. González  se veía cada día peor. Kino logró permanecer en el remate del Golfo para ver salir el sol por las tierras de Sonora la mañana del 11 de marzo, un día memorable que le permitió concluir de una buena vez su investigación geográfica. Al día siguiente se tomó la decisión de regresar viajando directamente a casa a través de las dunas del desierto, una opción aventurera de mucho peligro y con un enfermo grave en la expedición... algo precipitado si se quiere.

 

El camino de regreso fue como se pensó: difícil y sufrido. La comitiva avanzó  “por penosísimos médanos de arena y con un continuado, vehemente y molestísimo aire”. Se dirigían hacia Pitaqui, en la falda norte del Cerro del Pinacate; durante el primer día ni una gota de agua se encontraron y sólo unos nativos fueron vistos “como perdidos buscando agua”. Caminaron más de 60 kilómetros para finalmente tomar la decisión de regresar; los pesimistas tenían la razón y Kino afrontó el error con estoicismo. Pasando “muy trabajosa noche, nos vimos obligados con muchas más penalidades a regresar a San Casimiro el día 13”. Volvieron por sus pasos a la confluencia del Yuma y después siguieron la vieja ruta a orillas del Gila hasta San Pedro, Tinajas Altas y al Aguaje de la Luna; llegaron a El Carrizal el día de la primavera. El Padre González deliraba; Kino escucha un sueño de González: “aunque no convenía creer en sueños, no podía negar que un sueño o como sueño que había tenido aquella noche lo tenía en medio de sus males y achaques y dolores y cansancios como consoladísimo; y era que aquella noche se le había representado, muy a lo vivo, de que su Reverencia y yo, aunque con muchísimo trabajo, que pero con igual consuelo, en el desemboque del Río Colorado estábamos pasando unas muy pesadas, grandes y hermosas campanas, que la una se llamaba San Joaquín”.

 

En Sonoita pasaron tres días para esperar a que el Padre González se recuperara pero fue inútil; tuvo que ser llevado sobre los hombros de los devotos nativos. Unos correos se adelantaban a toda velocidad de ranchería en ranchería para convocar a los hombres más robustos para que ayudaran en el transporte y lo hicieron “con gran fineza y con mucha caridad y amor, como si todos fueran cristianos viejos”. Los rumores corrieron por toda la comarca; se decía que Kino, González y todos los acompañantes se habían ahogado en el Río Grande y según una carta del Padre Ignacio de Iturmendi, misionero de Tubutama, ya se habían celebrado misas y sufragios en honor de los “desaparecidos”. En Santa Sabina el padre González pidió que Kino le administrara los últimos sacramentos; llegó a Tubutama y a los pocos días falleció. Kino escribe: “dispuso su Divina Majestad el llevarse a su gran siervo y muy fervoroso operario en la viña del Señor, y muy celoso ministro de la mayor gloria de Dios y del bien de las almas para sí y para el descanso celestial que tan merecido se tenía, con tan heroicas prendas y obras y con tan subidas letras y religiosas virtudes, como otras mejores plumas lo podrán referir con una bien larga carta de edificación”. Hacía 15 años que Kino había conocido al ilustre Padre González; durante 10 años sus restos reposaron en la colina que domina al Río Altar, pero una década después fueron llevados a Magdalena.

 

Expedición de Kino y el P. González por el Río Colorado. Dolores(1), Cíbuta(2), Búsanic(3), Tubutama(4), Caborca(5), Sonoita(6), San Pedro(7), San Pablo(8), San Félix(9), San Rudencindo(10), San Casimiro(11), Punto de Regreso(12).

 

Aún con todas las investigaciones, todavía había dudas de la hazaña de Kino, incluso del propio Manje. Salvatierra escribió a Kino tiempo después de estas expediciones: “Recibí la de vuestra Reverencia acompañada con el mapa del descubrimiento del estrecho cerrado que tiene tanta contradicción, de lo cual me ha pesado no poco. Pero todas las cosas de la gloria de Dios así han empezado y así no hay que desmayar, sino procurar buenamente con los superiores hacer otra caminata, por la cual se conozca ya con evidencia esta verdad”. Desafiar la costumbre de considerar California como Isla estaba resultando intolerable para muchos y aunque Kino habló de otra expedición, finalmente dejó las cosas por la paz y se concretó a trabajar en las misiones, de las que siempre se le acusó de tenerlas en el abandono frecuentemente. Kino escribe: “Proseguí con más aplicación y con todo conato en las fábricas de mis dos iglesias (Remedios y Cocóspera), y dispuso Nuestro Señor que vinieran muchos naturales a verme de tierras y naciones distantes”. Hay que considerar también el hecho de que el venerable fraile ya andaba cerca de las 6 décadas de vida y sus pies acusaban los primeros signos de cansancio; nada es para siempre.

 

Después de la aventura por el noroeste, tras haber pisado el remate del golfo de la California, Kino vio importante iniciar una política de buscar brazos para levantar esa apartada región del mundo. Después de regresar de aquellos lugares, visitó al Padre Leal en Guépaca para convencerlo de que apoyara la búsqueda de nuevos misioneros para la Alta California; rápidamente encontró la aprobación del fraile responsable de ese distrito. Pero el proyecto se cayó por completo, era imposible realizarlo debido a que España estaba en la Guera de Sucesión y la Armada Real que cada año viajaba de Cádiz a Veracruz estaba ocupada en otros cañonazos. Ocho misioneros se quedaron varados en Sevilla añorando un transporte que parecía imposible. El viaje que Kino pensaba hacer a México de momento quedó para después, no tenía caso. El P. Eusebio finalmente decidió cambiar de giro y tomó la tarea de concluir las Iglesias de Remedios y Cocóspera.

 

Cuando el Padre Eusebio se marchó al norte en febrero de 1699, dejó la Iglesia de Remedios “de nueve varas de altas las paredes y ya para techar”; a su regreso encontró que “el repetido temporal de lluvia cerró los conductos y llenándose en un gran tanque dentro, remojó los cimientos y derribó el Presbiterio, que causó lástima al verlo”. Alguna vez Manje comentó: “...una vez terminado el templo, tendrá el mejor cañón y crucero de cuantos hay en la provincia de Sonora”; y Manje debió haberlos conocido todos en su largo ir y venir teniendo a su cargo una cuadrilla militar itinerante. En cuanto a Cocóspera, las obras fueron más lentas y sufrieron un desastre mayor; cuando en 1697 dejó al P. Ruiz, había “ornamento entero o recaudo para decir misa, buenos principios de iglesia y casa, algo alhajada, con quinientas cabezas de ganado mayor y casi otras tantas de ganado menor, con dos manadas, caballada y bueyes, sementeras, etcétera”. Pero Ruiz permaneció sólo un año y tras el ataque de los indios se retiró; el 25 de febrero de 1698, los Jocomes, Sumas y Apaches incendiaron el pueblo, mataron y saquearon sin piedad. Durante dos años Cocóspera vivió sin misioneros y sin habitantes. Kino relata: “a la tarde llegamos a Cocóspera donde nos recibieron 150 hijos que acababan de volver a poblar este pueblo y acababan de reedificar y techar una sala y un aposento para la casa del padre, con orden de techar en breve también la iglesita”. Un año después, Kino fortificó el pueblo con torreones.

 

A finales de 1702 Kino reconoció que había que arreglar muchas cosas y puso todo su empeño en estas dos comunidades que pertenecían a su Distrito de Dolores. Un año después las obras concluyeron y el P. Eusebio se sintió orgulloso de su obra: “por habérseme estorbado mi ida a México, como a la California, me apliqué a fabricar con la eficacia y la brevedad posible para tener esto más andado, las dos iglesias que estaban algo empezadas en mis dos segundo y tercer pueblos”; el primero era Dolores, donde el Ingeniero Kino también arregló y mejoró sus construcciones despertando la admiración del Padre Visitador Antonio Leal. Kino escribe: “Cuando el Padre Visitador Antonio Leal vio esta Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, dijo era de las mejores cuantas había visto en todas las  Misiones, no obstante, aún mejores que ésta salieron las otras dos nuevas que emprendió estos meses siguientes, pues tenían cruceros”.

 

El Padre Eusebio actuaba con gran sentido común, como lo expresa en su escrito: “Después de haber encomendado las cosas a su Divina Majestad y a nuestro gran patrón de las nuevas conversiones, el gloriosísimo apóstol de las Indias San Francisco Xavier, adelante de Jesús y de María Santísima y con sus favores celestiales, procuré tener en los tres pueblos de mi administración bastantes bastimentos, maíz y trigo y reses y bastante ropa o géneros de tiendas, que son paño, sayal, frazadas y otros vestuarios que son las monedas y dinero que más sirve en estas nuevas tierras para los peones y oficiales de carpintería, alguaciles y mandones, capitanes, topiles y fiscales”. Los obreros y los supervisores indígenas tenían paga justa y sin retraso. Kino abunda en detalles: “Estos meses siguientes mandé cortar las maderas necesarias para la viguería de pino, zapatería, tablazón, etcétera. Pasé a Fronteras y traje más de 700 pesos en ropa y herramientas y cazos grandes, y de otras partes conseguí más de tres mil pesos que en breve, luego con facilidad, se fueron pagando con los géneros y bastimentos y ganado de los tres pingües partidos (Dolores, Remedios y Cocóspera)”.

 

Kino tenía gran poder de convocatoria para allegarse de empleados: “Convidé alguna gente de tierra adentro para las faenas de esas fábricas y vino más y de más lejos de la que yo había pedido, y muy en particular, meses enteros trabajaron y fabricaron con los tres pueblos de aquí y de mi administración, los muchos hijos del grandioso pueblo incoado de San Francisco Xavier del Bac de los sobaipuris, que dista sesenta leguas de camino al norte”. Al llamado llegó el Capitán Coro con sus hombres, otros vinieron del suroeste y del norte con familias enteras. Este ejército de obreros elaboró miles de adobes para “hacer altas y fuertes paredes de dos grandes y buenas iglesias con sus dos capaces capillas que hacen crucero con buenos y vistosos arcos. Se trajeron de los cercanos cerros y pinerías las maderas y se techaron las dos buenas fábricas con sus cimborios y linternillas”. Aquello debió haber sido todo un espectáculo; la supervisión era constante: “Procurando yo casi todo el año ir las más semanas por los tres pueblos cuidando de lo espiritual y temporal y de dichas fábricas de las dos nuevas referidas iglesias”. El viaje de ida y vuelta era de más de 150 kilómetros.

 

Ni que dudar que el P. Eusebio entendía de negocios para conseguir lo necesario para trabajadores y obra: “Estos géneros se adquieren en las muchas tiendas que hay de mercaderes en toda la provincia de Sonora”. Aunque la consagración de las iglesias se planeó para el día de 3 de diciembre, se pospuso para el mes de enero. Tras innumerables invitaciones por los cuatro puntos cardinales, el día 15 y 16 de enero se celebró la ansiada consagración; Kino escribe: “Acudieron a las dos dedicaciones muchos naturales de tierra adentro así como del norte y del poniente, y con especialidad del noroeste, viniendo muchos más de cien leguas de camino como el capitán de los Yumas, con muchos de los suyos”. Habían viajado penosamente más de 500 kilómetros para ver la obra del Padre de Dolores; la procesión avanzó lentamente hacia el norte durante 30 kilómetros para Cocóspera: “con todas las ceremonias y bendiciones que manda nuestra Santa Madre Iglesia, según el santo ritual romano. Su Reverencia (P. Gilg), cantó las dos principales misas solemnes ayudando la buena capilla de cantores que tiene la primera Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, y también predicó muy bien en lengua Pima el Padre Rector Adamo Gilg”.

 

Los naturales del noroeste le ofrecieron a Kino lo que más preciaba: las famosas conchas azules: “Algunas dádivas de conchería del remate de la Mar de la California y con muy buenos recaudos de las naciones de los Quíquimas, Cutganes y Coanopas, naciones ya del paso por tierra a la California, que enviaban sus conchas a su vez de la contracosta y de la Mar del Sur, por donde todos los años suele venir la Nao de China o Galeón de Filipinas; me llamaban a mí y a otros padres que los fuéramos a ver y a tratar de su bautismo y su reducción a nuestra Santa Fe Católica. Y las conchas azules de la contracosta eran nuevo argumento del paso por tierra que había a la California en treinta y dos grados de altura, a pesar de la contradicción de los porfiados poco afectos a estas nuevas conversiones, porque corrió que dichos naturales no saben pasar un gran brazo de mar que ponen los contrarios por la tierra por donde esos naturales nos traen las conchas, que sólo se dan en la contracosta de la California; por allí tenemos evidentemente el paso por tierra a dicha California”.  A pesar de su insistencia, las seguridades de Kino no eran del todo compartidas en el tema del paso por tierra a California.

 

Pero Kino recibió un regalo mayor de la Divina Providencia por haber concluido sus iglesias: el Padre Minutilli. Su llegada fue de propia voluntad con los permisos respectivos; había sido misionero en California y Sonora le atrajo para mejores frutos. Cruzó el Golfo y después de desembarcar en Sinaloa se dirigió al norte para hablar con el Padre Leal y acordar su destino. Un mayordomo de Kino lo encontró en el camino y le mandó avisar de su presencia. Minutilli fue asignado a Tubutama sin sacerdote después de la muerte de Iturmendi. El Padre Eusebio lo encontró en Opodepe y lo acompañó a Dolores y aunque le recién llegado había recibido malas noticias de estos rumbos, pronto se convenció de la bondad de los Pimas en aquellas glamorosas consagraciones de las iglesias de Remedios y Cocóspera que le tocó vivir.

 

Por supuesto que Kino no se quedó de brazos cruzados. Inmediatamente mandó reparar la casa del Padre en Tubutama, sembrar un gran campo de trigo, destrozar un terreno para un huerto y plantarlo con varios árboles pequeños de Castilla: vides, duraznos, granados, higos, perales, y todo tipo de frutas y legumbres. Kino escribe: “Minutili tuvo mucho consuelo en ver la gente tan afable, doméstica y dócil con sus justicias, sirvientes, ornamento con que decir misa y otras alhajas de casa, ganado mayor y estuvimos trazando una muy buena y capaz iglesia y casa; me ofrecí a hacer a mi costa la iglesia”. El padre Gerónimo Minutili debió estar satisfecho de contar con un apoyo tan honesto y desinteresado.

 

California seguía en la mente de Kino; continuaba enviando provisiones a Guaymas y pensaba encontrarse con el P. Pícolo ahí. A pesar de las oposiciones, recurrió a Tirso González, el Padre General en Roma escribiéndole una carta el 24 de Enero de 1704: “Y se lo suplico a Vuestra Paternidad Reverenda se me conceda la licencia de pasar por tierra a la California y volver por la mar y por Yaqui desde Loreto Conchó a donde se halla el Padre Salvatierra, y después de ir a México a imprimir un buen nuevo mapa de todas estas nuevas tierras y naciones con su relación de todo para el bien de tantas almas”. Al menos Kino viajó a Guaymas, un puerto muy especial donde el P. Juan Salvatierra había fundado ahí la Misión de San José como una base para los embarques a California. Por un tiempo el P. Juan Ugarte, que se hallaba en California, había trabajado ahí y ahora estaba el P. Pícolo a cargo. Kino envió al P. Francisco Pícolo quince cargas de harina como un obsequio para las misiones del otro lado del Golfo y después viajó hacia el puerto con un objetivo adicional: abrir un nuevo camino más corto de Dolores a Guaymas, pues el camino real pasaba por Guépaca, Ures y Mátape, río abajo por el Yaqui, camino por la costa y finalmente Guaymas. El topógrafo Kino no estaba muy de acuerdo con tanta cabalgata. La expedición salió el 25 de marzo de 1704 después de la Semana Santa, tras haber dado la bienvenida a muchos españoles en su llegada al campo minero de La Soledad.

 

El camino que el P. Eusebio diseñó tendría la trayectoria basada en el Río San Miguel, pasando por Cucurpe, la Misión de Santa María del Pópulo a cargo del Padre Adamo Gilg, su viejo conocido, quien le ayudó con más provisiones para California. En San Francisco y en El Pitic (cerca de Hermosillo) el Padre San Martín hizo lo mismo; los nativos que encontró el P. Eusebio hablaban una mezcla de Pima y Seri. Finalmente llegó a Guaymas donde fue recibido por unos 500 nativos. Pícolo, que estaba en Obregón visitando en Torin a otros padres, regresó al puerto para saludar al Padre Eusebio, quien aprovechó la ocasión para bautizar algunos niños recien catequizados. Mil cosas buenas vio el Padre de la Pimería Alta en el San José:  “lindísimos y acomodadísimos puestos; el uno tenía el corral de las reses tan inmediato que desde el mismo corral se podían embarcar vivas para pasarlas a la muy cercana California”. San José estaba en el estuario que da a la Bahía de Guaymas. Kino informó que había más de 4 mil nativos, muy complacido de “ver tanta oportunidad de conseguir mucha gloria de Nuestro Señor y bien de tantas almas, con la oportunidad de grandiosas pescas, salinas, tierras, huertas, ganados mayor y menor, e iglesia y casa que con felicidad se están fabricando”.

 

Después de cuatro días de estancia, Kino regresó a Dolores por el camino que recién había trazado, esencialmente la misma ruta que 176 años después empezaría a recorrer el Ferrocarril Estadounidense Guaymas-Nogales. Pícolo le prometió ir a Dolores con vaqueros por más provisiones: “que este partido de Nuestra Señora de los Dolores da cien reses a la nueva población de San José de los Guaymas, y doscientas para California, que van juntas a la referida estancia de Guaymas, y puede ser que yo también vaya a dar otra mirada a esa gentilidad”. El ganado del padre Kino se encargó de pisar un camino que desde aquel entonces jamás se habría de borrar.

Ruta de Dolores a Guaymas ideada por el Padre Kino en marzo de 1704. Dolores(1), Opodepe(2), El Pópulo(3), San Francisco de Batuc(4), Pitic(5), Guaymas(6).