CAPÍTULO
IX
La suspensión de la construcción
del barco no desanimó al padre Eusebio; cambió de tema inmediatamente...
había muchos asuntos pendientes. Por comentarios de Manje, tuvo conocimiento
de la existencia de ciertas casas grandes más al norte de Bac, a las orillas
de un gran río, y esto es hacerle cosquillas a un explorador.
En el mes de marzo varias
caballadas fueron robadas de las misiones de Sonora; el hurto se les atribuyó
a los sobaipuris y para verificar estas sospechas, el Capitán Antonio Solís
dirigió una excursión a las rancherías del Río San Pedro y después llegó
hasta Bac. Al pasar por una aldea, se encontró con ciertos indios que tenían
carne puesta a secar y supuso que era de los caballos robados; sin más aviso
mató a tres indios y tomó presos a dos. Después se supo que la carne era de
venado, dejó libres a los inculpados pero la brutalidad de su ataque contra
los indios indefensos fue condenada hasta por su propio regimiento. En mayo
Solís obtiene otra “sonada” victoria contra los indios; mataron a unos 60
bravos y capturaron a 30 que fueron tomados como esclavos para las minas, las
haciendas y el servicio doméstico. Era el “héroe” del momento.
En Tubutama, el Padre
Janusque peligraba pues estaba solo en el Valle de Altar y veía a sus
indígenas algo descontentos... temía por su vida. De nueva cuenta Solís
captura a los revoltosos y aunque no se supo su final, seguramente el salvaje
Solís los ahorcó ante numeroso público. En Nácori el padre Francisco Carranco
solicita la presencia militar también; Jironza envió al Alférez Madrid para
enfrentar otra rebelión matando a cinco y capturando a seis; después de su
bautizo y catecismo procedió a ejecutarlos. En Bavispe unos indígenas mataron
a unos cuantos hombres, mujeres y ancianos; el Padre Polici de la vecina
Bazeraca pidió ayuda a Fernández de Los sustos continuaron. Otra
gran concentración de indios atacó a finales de septiembre a la región de
Cúchuta cerca de Fronteras, contra la que lucharon las fuerzas unidas de
españoles, pimas y ópatas. Un soldado murió y muchas más bajas tuvieron
aquellos naturales que cayeron bajo las balas y las flechas envenenadas de
los pimas. Nuevamente Solís era el héroe. Enfadados por la situación, los españoles
organizan una campaña contra los alzados por el mes de noviembre; doscientos
pimas y treinta y seis soldados dirigidos por Manje enfrentaron a una partida
de Apaches, Jocomes y Janos en las sierras alrededor de Batepito. Se contaron
bajas más numerosas entre los indios. Para contribuir en algo a la
pacificación, el Virrey autoriza la partida de dos misioneros hacia |
El Joven Siciliano Xavier
Saeta llegó a México desde Cádiz junto con el Padre Campos; terminó sus
estudios en México tras lo cual fue enviado a
El 19 de octubre, Kino y Saeta
parten de Dolores con sus cargas y equipo siguiendo el curso del Río San
Ignacio; el Padre Eusebio se queda un día en la misión para después
partir de regreso por Tubutama a fin
de visitar al Padre Janusque, que estaba feliz por tener un compañero a solo La mañana del día 02 de
abril, Sábado de Gloria, el inconforme contingente de Pimas empieza a crecer
con varios adeptos a la rebeldía en Pitiquín y Oquitoa; ya pasaban de
cuarenta. Llegaron a Caborca y fueron a buscar a Saeta; después de platicar
amistosamente con ellos el joven italiano salió a despedirlos a la puerta de
la sala de la casa donde vivía, que aún servía como templo. Los naturales de
pronto alistaron arcos y Saeta, arrodillado, recibió dos flechazos; Kino
escribe: “y levantándose con ellos entró a
abrazarse con un muy lindo Santo Cristo de bulto que había traído consigo
desde Europa, y sentándose sobre una caja, por la flaqueza y dolor, y después
sobre la cama, y desangrándose, dio su dichoso espíritu al soberano Creador”.
Los asesinos repitieron el ataque llenando su cuerpo con otras tantas flechas
y continuaron su marcha sangrienta; mataron al intérprete Francisco Pintor, a
José el vaquero de Chinapa y a Francisco “el sabanero” de Cumpas. Saquearon
la casa de Saeta, soltaron el ganado y la caballada y luego volvieron río
arriba. Los españoles de la misión emprendieron la huida. Saeta se habría
convertido en mártir aquella mañana del primer sábado de abril de 1695. |
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Kino supo de la muerte del Jesuita
Siciliano hasta el día siguiente, a través de un indígena leal de Caborca que
viajó los Jironza y sus hombres se
dirigieron a Tubutama; cerca de Pitiquito (Pitiquín) encontraron al Jefe
Felipe que regresaba de Caborca; al llegar la encontró vacía, los cadáveres
descompuestos fueron incinerados y recogió el crucifijo que Saeta había
abrazado en sus últimos momentos entregándoselo al Padre Campos en una caja
bien custodiada. Era un testimonio muy doloroso de aquella inútil muerte que
tanto consternó a los habitantes de Sonora. |
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Manje relató años más tarde:
“el crucifijo se veía tan flexible que parecía carne viva, traspareciéndosele
las venas, nervios y arterias; el padre Agustín se lo endonó como prenda tan
exquisita al Teniente Solís y hoy está
colocado en En Pitiquín encontraron a una
mujer con dos niñas; después de dar informes sobre los rebeldes se le bautizó
y fue ejecutada; las salvajadas estaban a la orden del día por el lado
español también, y seguramente Kino debió haber movido la cabeza con
indignación al enterarse de este cruel asesinato vengativo. Llegando a
Caborca, Manje se adelantó para hacer un reconocimiento con una guardia de
indios Seris. Sólo un hombre y dos muchachos se encontraban en |
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Los hombres de Jironza
destruyeron los campos de trigo y maíz, y soltaron trescientos caballos para
que “por hambre entregasen a los culpables los que no intervinieron en la muerte
y rebelión”. Jironza llega a Dolores con los restos de Saeta el día 2 de
mayo; Kino y Jironza acordaron exigir a los indios leales la entrega de los
cabecillas del movimiento pero esto sería después del funeral de Saeta. Al día siguiente, en A mediados de Mayo, el
Gobernador de El Bosna regresó dos ornamentos para decir misa que habían
devuelto los de Tubutama, y puesto de rodillas lo entregó a Kino; había
intenciones de entregar a los líderes y el Gobernador Pedro García de Almazán
estaba conforme con solicitarlo pacíficamente a los indios, idea que Kino quería consolidar a fin de
evitar que se humedeciera la tierra con más sangre. Kino le prometió a los
indios paz a cambio que ayudaran en la tarea de castigar a los culpables,
pero todo fue inútil. No se puede hablar de paz en medio de la sordera que se
produce cuando la venganza resuena en los corazones despechados. |
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A raíz de estos
acontecimientos se formó un gran batallón de soldados, vecinos y aliados
indígenas con muchas provisiones y gran caballada; esto no concordaba con la
propuesta de Kino, quien temerosamente debió mirar al cielo. Para dirimir las cosas, se
organizó una reunión entre la gente de Tubutama (que iría desarmada) y el
Ejército justiciero español a fin de llegar a un acuerdo. El mismo Kino fue a
San Ignacio y desde allí mandó exhortar a la gente a que saliera al encuentro
del ejército en |
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Iglesia de San Pedro y San Pablo del Tubutama |
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Pero el salvaje de Solís ya
se había adelantado; con un piquete de soldados fue a Tubutama y Oquitoa
matando a varios indios en ataques sorpresa, consiguiendo la rendición a
cambio de que se entregaran los dirigentes del movimiento; los naturales
aceptaron la propuesta de ir al encuentro llevando a los responsables con
mentiras y ya estando ahí, de manera disimulada, serían señalados. El 9 de junio de 1695, Solís
se encuentra con los indios de nuevo en El Tupo; habían dejado sus arcos y
flechas a una corta distancia del
sitio de la entrevista y algunos incluso portaban cruces. Manje relata detalladamente
el encuentro: “Vinieron 50 indios; al ver en el Paraje de El Tupo al grupo
de soldados asentado en unos ojos de agua y llano limpio y escombrado de
monte, dejaron sus arcos y flechas arrimados a un montecito de mezquital,
distante como cuatro tiros de arcabuz, y según lo pactado, fueron desarmados
para el encuentro con los soldados, quienes montados a caballo formaron
círculo y cogiendo en su centro a los indios, quienes con disimulo señalaron
a cuatro indios; habiendo amarrado a tres y que iban prosiguiendo con otros
que se apuntaban, se empezaron a alborotar todos y cerniéndose, sin poderlos
detener dentro del círculo de los de a caballo, corrieron por sus armas; sin
saber quien comenzó (el alborotamiento), a todos los indios en un invisible
los mataron”. Kino abunda en más detalles: “El
gobernador de Dolores asumió el papel de ayudante del verdugo; tomó a uno de
los jefes de la revuelta por los cabellos y le dijo a Solís: -Este es uno de
los cabecillas-; el capitán, luego de un alfanjazo, le cortó la cabeza”. En este encuentro que se buscaba fuera
pacífico murieron 48 indios, 18 de ellos considerados culpables y 30 que Kino
juzgó inocentes; desde aquel día el sitio fue conocido como “ Después de estos sangrientos
hechos, el Teniente Escalante se quedó con tres soldados en San Ignacio para
proteger al Padre Campos, mientras que Manje y tres vecinos más de Bacanuche
cuidaban de Kino en Dolores. Jironza partió al oriente a fin de reunirse con
Terán y Fernández de |
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Manje y Kino comían al
mediodía del día 20 cuando Cosme llega para darles la terrible noticia, y les
adelantó entre lastimosos sollozos que Campos y su escolta habían sido
quemados vivos. Inmediatamente Manje va a Opodepe y avisa a Jironza de lo
sucedido; Kappus, Jironza y Manje se dirigen a Cucurpe llegando al caer la
tarde, donde ya estaban Campos y su escolta sanos y salvos, lo que alegró
sobremanera a los viajeros. Manje había recorrido a caballo más de Se decía que Dolores era la siguiente
Misión por destruir. El distinguido fraile jesuita decidió esconder los
ornamentos de su Iglesia y esperar a los rebeldes con estoicismo. |
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Manje relata: “Salimos en el
silencio de la noche a ocultar en una cueva las cajas de ornamentos, vasos,
libros, misales y otras alhajas de la iglesia y del padre; y aunque le
protesté que volviésemos al pueblo, asegurando que no sucedería nada, dio en
volver y llegamos al alba”. Fue una noche difícil para Mateo quien le
comentó al P. Eusebio: “Confiéseme como para morir”. Pero nada
sucedió; Dolores, Remedios y Cocóspera no recibieron la desagradable visita,
al decir de Manje, “por la virtud y fervorosas oraciones continuadas del
Padre Eusebio Kino, primer misionero de la dicha nación sublevada, que, como
había sido su padre espiritual y paño de lágrimas en sus necesidades,
aflicciones y desconsuelos, en defenderlos siempre, quizás, tuvieron
conmiseración para no quemarle y destruirle su misión, con iglesia capaz,
pintada y adornada”. El mismo Kino detalla: “nos vimos todos en grandes aprietos; yo envié los
recaudos que pude de sosiego a todas partes, y por |
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El Padre a caballo suspendió sus
incursiones en |
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