CAPÍTULO X

UN PERDÓN ENMEDIO DE UN CASTIGO

 

 

Jironza pensó en grande; la rebelión debía ser sofocada de una vez por todas y necesitaba refuerzos; pidió ayuda a Fernández de la Fuente y a Terán, jefes de un poderoso ejército formado por 75 soldados y 60 indios conchos y ópatas que peleaban en Chihuahua. Se unieron a Solís el 13 de julio en Cocóspera donde se hallaban también Kino y Campos; al día siguiente llegó Jironza de Dolores e Higuera también se integra a la tropa con 18 elementos más provenientes de Sinaloa; era la primera División del Norte de todos los tiempos. El conglomerado partió de Cocóspera el 20 de julio de 1695 después de una misa ofrecida por Kino, quien se quedó en la Misión debido a que su salud se había quebrantado; su Misión aportó 80 cabezas de ganado y Campos se incorporó de Capellán.

 

Inmediatamente se tuvieron noticias de los rebeldes quienes suplicaron que el Capellán Campos fuera a negociar con ellos pero no hubo respuesta. Terán entró por sorpresa a Tubutama y mató a 21 indígenas mientras que el resto huyó aterrorizado a las montañas. Hasta el día 6 de agosto hubo noticias, cuando el Jefe de Tucubavia y tres pimas más hablaron pacíficamente con los capitanes. Poco a poco las cosas iban mejorando; se señaló que los cabecillas fueron el Mayor y el Caporal de Tubutama y ofrecieron entregarlos. Fernández de la Fuente pide el auxilio de Kino en su próxima entrada a Caborca; el P. Eusebio escribió: “se me había insinuado que yo pasese, si ser pudiera, a ver al campo y a los hijos, que también lo deseaban mucho; en 21 de agosto pasé al Tupo y a la cercana Ciénega donde estaba el Real... Vinieron de la Concepción un grande grupo de naturales, de seis o siete principales rancherías de El Tupo, El Bosna, del Araupo, Santa Marta, Tucucot, Arituba, El Doagsoma, etc.; que todos se habían retirado del miedo. También vino a verme el mismo gobernador de El Bosna que sin su venida se juzgaban serían de poca satisfacción las paces... Habiéndome ofrecido que yo iría a bajarlos de paz, que era lo que únicamente pretendían los señores generales, se quedó el Real en la Ciénega y bajé con el sargento y los indios al campo de La Concepción.

 

Cuando Kino llegó a Caborca ya habían matado a dos indios y capturado a dos indias adultas con tres niñas. Una de ellas fue enviada a hablar con su gente para que fueran a ver a su viejo amigo, “el hombre del barco”. Al día siguiente regresó con 8 indios; dos días después bajaron varios más sin armas, de paz y con cruces. La investigación confirmó que la gente de Caborca no tenía ninguna responsabilidad en el asesinato del Padre Saeta, y que el asalto había sido cometido por los pimas de Tubutama y Oquitoa; ni siquiera los de Pitiquito participaron. Todo fue mejorando, inclusive la tropa llegó a Tubutama y de ahí pasó de nuevo a La Ciénega el 30 de agosto, día de Santa Rosa, que era considerada la patrona de las Indias. En el lugar base del destacamento esperaban a la delegación que partió hacia Caborca; se habló de la triste muerte de Saeta y los 7 indígenas y lloraron la muerte de unos 80 naturales con mayor número en la matanza de El Tupo, declarando que todas estas tragedias fueron provocadas por un puñado de recalcitrantes de Tubutama y Oquitoa. Quedó claro que debía castigarse a los culpables, seguirlos buscando y levantar las misiones que habían sido destruidas. Hubo abrazos y se despidieron cordialmente tanto los jefes españoles como las autoridades indígenas, abriendo un episodio diferente para el futuro de la región; la paz por fin estaba en camino y una vez más Kino estaba en medio de los arreglos.

 

Tubutama se convirtió en el centro de la atención durante el levantamiento de 1695. La zona es bastante árida y para ayudar al desarrollo de esa región se construyó la Presa Cuauhtémoc en Enero de 1950.

 

Habiendo logrado su cometido, el Ejército del Norte cambió de rumbo y se dispuso a combatir a los apaches del norte. En su embestida causaron 60 bajas a los naturales regresando con varias decenas de mujeres y niños como prisioneros, mismos que se repartieron entre los soldados como si fuera botín. Sin embargo, silenciosamente los indios se vengaron, pues casi todos los soldados resultaron enfermos al tomar agua de un aguaje que había sido envenenado a propósito, entre ellos el Padre Campos que tuvo que ser transportado en camilla. En esa ocasión le tocó morir al General Terán durante la noche del 29 de septiembre, siendo sepultado en Janos el día 01 de octubre. Kino lo había conocido en el Río Mayo 8 años atrás, cuando el General desempeñó un importante papel en las Minas de Los Frailes; en 1691 fue nombrado Gobernador de Texas y dirigió una expedición de Coahuila al Río Rojo para mantener a distancia a los franceses de Louisiana. Antes de combatir a los Pimas en 1695, era comandante de la Guarnición de El Gallo en Chihuahua.

 

La muerte de Saeta en este sangriento episodio de Caborca se sumó a las anteriores del Padre Tapia en la costa del Pacífico, a la de 7 frailes en las montañas de Durango, de Julio Pascual y Manuel Martínez en Chínipas y de 4 jesuitas en la Sierra Tarahumara. En muchas cartas a sus amigos Kino comentaba lo doloroso que fue para él la muerte de su amigo con quien había entablado una gran comunicación. Cinco días después de la tragedia escribió a la Padre Kappus de Cucurpe: “Por instantes (sensim sine sensu), me va entrando una veneración más y más grande de este glorioso protomártir. Yo espero en la divina bondad que Nuestro Señor mirará por esta inocente víctima para el provecho de la conversión de muchísimas almas. Yo tengo grandísimas esperanzas que todos estos males han de fructificar grandes y muy grandes bienes”. Manje escribió sobre Saeta: “Mediante la sangre del fervorosísimo padre y mártir Francisco Xavier Saeta, se va fertilizando esa mies de almas que, con los tiempos, ha de ser la más florida”. Kino juzgó importante desde ese momento iniciar una redacción de la historia de la Pimería; escribió un libro llamado: “Inocente, Apostólica y Gloriosa Muerte del Venerable Padre Francisco Xavier Saeta, de la Compañía de Jesús, Misionero en la Nueva Conversión de la Concepción de Nuestra Señora de Caborca de la Pimería, en la Provincia de Sonora, y Dictámenes Apostólicos del Mismo Venerable Padre, en Orden a Hacer Nuevas Conquistas y Conversiones de Almas; como También del Estado Presente de estas Nuevas Naciones y Conversiones, con el Mapa Universal de Todas las Misiones Titulado Teatro de los Trabajos Apostólicos de la Compañía de Jesús en América Septentrional, 1695”; por el Padre Eusebio Francisco Kino de la Compañía de Jesús. El libro aún se conserva de la mano del propio Kino y lo dedicó al Padre Provincial Diego de Almonacir; contiene más de 100 páginas en las que incluye un mapa inédito de la Pimería Alta.

 

En el libro el padre Kino relata su vida en Dolores, la perla de la Pimería, ocupado en celebrar la misa, enseñar catecismo, curar enfermos, sembrar, criar ganado, cargar las recuas para el mercado, construir, atender a las delegaciones que llegaban de otras partes, ayudar a sus misiones vecinas y preparar el camino para otras nuevas. Más de 90 familias vivían en Dolores por aquellos años y más de 400 habían sido bautizadas;  he aquí su descripción: “Este partido (Misión) tiene bastantemente alhajada la Iglesia, con ornamentos, cálices, capas de coro, campanas, capilla de cantores, etcétera; mucho ganado mayor y menor, bueyes, labores, huerta con varios géneros de hortaliza, árboles frutales de Castilla, viña, duraznos, membrillos, higueras, granados, perales, albaricoques, etcétera. Tiene fragua para herreros y carpinteros, recua, molino de agua, etcétera; muchos granos y bastimentos pingües y abundantes cosechas de trigos, maíces, cosas todas que, con las caballadas y muladas, sirven y se necesitan mucho así en casa como para las entradas y nuevas conquistas y conversiones, y para comprar unas dádivas y atractivos con que suele conseguir que, juntamente con la palabra de Dios, se logra ganar los ánimos y las almas de los naturales”. Todas las instalaciones se hallaban bajo la dirección de funcionarios y artesanos nativos adiestrados por Kino, y continúa: “Hay en este nuevo partido de Nuestra Señora de los Dolores, además de las justicias, Capitán, Gobernador, Alcalde, Fiscal Mayor, Alguacil, Topile y otros Fiscales; Maestro de Capilla y de Escuela, Mayordomo de Casas y otros sirvientes que llaman pajes, vaqueros, arrieros, boyeros, panaderos, molineros, hortelanos, pintores, etcétera”. Kino abunda respecto a las visitas de Remedios y Cocóspera: “A este partido o pueblo de Nuestra Señora de los Dolores pertenece su segundo pueblo, llamado de Nuestra Señora de los Remedios, que dista siete leguas hacia el norte. Empezóse pocos años ha, en ocasión que los otros dos pueblos de San Ignacio y el de San José de los Hímeres (Imuris), que pertenecían a éste de Nuestra Señora de los Dolores, se dieron a los otros padres nuevos que entraron. Tiene más de treinta familias y otras tantas o más que se le han de agregar trayéndolas de otros parajes menos abundantes y menos cómodos a éstos más o menos. Tiene empezada iglesia y casa grande, y bastante habitación, con sus ornamentos para la Misa, el culto divino, campanas y casi cien almas bautizadas... Dolores ayuda a otras misiones y como dijo el Padre Hostinski en el sermón de la dedicación de esta iglesia, esta misión, desde entonces, era madre de las otras cuatro nuevas misiones. Y después aún, el año pasado y este año de 1695, ha dado para la fundación de la nueva misión del venerable P. Francisco Xavier Saeta, llamada de la Concepción de Nuestra Señora de Caborca, el valor de más de mil pesos en ganado mayor y menor, en manadas y caballadas, bastimentos y vestuarios y alhajas de casa, etcétera, pues tiene abundancia de todo. Y a ese fin se procuró fundar de tal manera que pudiese como más antigua, ayudar a muchas otras que, después, se fuese emplazando; en particular por cuanto se ha reconocido así en la California, como en otras partes que, por la falta o cortedad de estos medios temporales, se dejan y pierden tantos bienes espirituales como son las conversiones y eterna salvación de tantas almas”.

 

Nuestra Señora de los Dolores, la  “Madre de las Misiones”, está enclavada prácticamente en el parteaguas del Río San Miguel. Las aguas que abastecían los campos y el ganado de Dolores son flujos que descienden de la gran “Sierra Azul” que se ubica al noroeste de la Misión; por el lado norte se integran corrientes de menor tamaño que bajan de la “Sierra La Madera” ubicada al oeste. Así también, la Misión de Remedios recibe todavía menos escurrimientos provenientes del lado oeste de la Sierra Azul.  En realidad, tanto Dolores como Remedios no estaban tan beneficiadas por los recursos hidráulicos como las misiones de Magdalena, San Ignacio o Imuris, enclavadas sobre el Río Asunción. Un poco más al norte de Remedios se construyó la Presa “Comaquito” sobre el río antes mencionado.

 

De la Misión de San Ignacio Kino relata: “La segunda misión en importancia es San Ignacio de Cabórica, ubicada 10 leguas al poniente (37km) de Dolores; tiene más de 40 familias agregadas; tiene medio hecha su iglesia y la casa con bastante ganado mayor y menor y caballada, y aunque en esta revolución se quemaron los techos, ya se está reedificando todo otra vez, y mejor que antes. Tiene muy buena planta, una admirable y muy vistosa campiña y vega; todo de lo más ameno que hay en todas estas provincias, junto a un muy buen río de muchísima arboleda y tierras muy fértiles, con sus acequias para sementeras de trigos y maíces, bastantes para ciudades enteras. Este año ya se iban cogiendo más de trescientas fanegas de trigo, y si los alborotos no hubiesen atrasado y estorbado todo. El otro pueblo que le pertenece a San Ignacio de Cabórica es San José de los Hímeres (Imuris) que dista tres leguas al norte de San Ignacio (11km). Goza de otras tantas conveniencias y amenidades de tierra, río y ríos, llanadas, arboledas, muchísimas alamedas y cercanía de pinería para sus fábricas, etcétera. En la visita del padre Visitador Juan María Salvatierra se hallaba con más de 60 casas o familias de naturales; tiene empezada una muy buena y capaz iglesia con su crucero. Se le reedifica la casa que se quemó el día que quemaron la de San Ignacio. Ya ha dado y da muy pingües cosechas de trigo y maíces. En sus muy grandes y muy amenas llanadas de abundantísimos pastos y tres buenos ríos engorda, en tanta manera, el ganado mayor y menor que, todo el año, hasta los toros dan sebo y manteca. También hasta ahora ha pertenecido a San Ignacio el tercer partido llamado de Santa María Magdalena, que está en el mismo Río de San Ignacio, cuatro leguas más al sur. Y está muy cerca la ranchería grande de más de doscientas almas llamada San Miguel del Tupo, que casi pertenece, y en todas partes ha muchos naturales bautizados”.

 

Kino prosigue: “El tercer partido o misión que se empezó y lo fundó el padre Antonio Arias, ayudado por Pedro Castellanos, misionero de Acotzi (Aconchi)  y Baviácora del Valle de Sonora. Este pueblo de San Pedro Tubutama dista 25 leguas (93km) de Nuestra Señora de los Dolores y como 10 (37km) de San Miguel del Tupo. Está en otro río diferente al de San Ignacio aunque después abajo se juntan en San Diego del Pitiquín (Pitiquito). Este pueblo ha tenido en varias ocasiones más de cuatrocientas almas; el año pasado contamos 116 muchachos y muchachas de doctrina. Tiene casa, con tres o cuatro buenos aposentos, que se están reedificando; muchas tierras y muy fértiles, huertas y cosechas de trigo y maíz y frijol, etc., con muchas rancherías de abundante gentío en sus contornos, que se queda y se debe agregar a unos buenos pueblos en ese  mismo Río de San Pedro del Tubutama. En este pueblo habrá habido como doscientos bautismos. Su segundo pueblo es San Antonio del Oquitoa, siete leguas más abajo, en el mismo río, el cual pueblo cuatros años ha, tenía más de 80 bautismos, los más párvulos. Entre ellos era el del hijito del Capitán más principal de toda la nación que se llama Soba; pues en este pueblo empieza la gente de esa nación. Ambos pueblos quedaron muy destruidos en estos alborotos y quemas de 1695, aunque ya, Gracias al Señor, se vuelven a componer. El cuarto pueblo que se empezó fue Santiago de Cocóspera, que está al norte de Nuestra Señora de los Dolores, en distancia de catorce leguas. Tiene más de doscientas almas agregadas; casa y pequeña iglesia hecha, que se está techando, y ornamentos, campanas; ganado mayor y menor, cosechas de trigo y maíz. Y tendrá como cien naturales bautizados. Tiene muchas tierras y un valle amenísimo, con bastantes alamedas, pinería, etcétera, y muchas otras arboledas. Su segundo pueblo podrá ser o San Lázaro, agregándole la bastante gente que la hay en sus contornos, o Santa María del Pilar, donde ya hay casa y cosecha de trigo y maíz, y muchos bautismos”.

 

Kino añade: “También hay casa de adobe y terrado, y muchos bautismos hechos y cosechas de trigos y maíces para los padres que tanto ha, nos han pedido; y los padres visitadores y otros padres y varias reales justicias, alcaldes mayores, generales y capitanes, y tenientes, tantos años, les han prometido y nunca se los hemos dado para los puestos siguientes: San Cayetano de Tumacácori, San Gabriel de Guébavi que están como a treinta y tantas leguas de Dolores; San Francisco Xavier del Bac de los sobaipuris, que dista como 60 leguas al norte del referido partido. Y todos los tres referidos puestos están en el Río de Santa María del Pilar (Santa Cruz), con muchísimo gentío en sus contornos, en particular hacia el poniente y hacia la mar de las Californias”. Respecto a los ríos San Ignacio y Altar, Kino prosigue: “También en Santa Marta, más abajo de Santa María Magdalena, y en San Ambrosio de Tucubavia, hay casa empezada que se está fabricando para los padres que ha pedido, y se les han prometido pues tienen ya muchos párvulos y algunos adultos bautizados”.

 

Ubicación de Pueblo Viejo de Caborca ubicado sobre la corriente del Río Asunción; en este lugar el río cambia de curso en un ángulo de 90°, hecho que ha propiciado el deterioro de la iglesia antigua .

 

Respecto a Caborca, Kino relata: “El quinto partido o misión de esta Pimería es el de la Concepción de Nuestra Señora de Caborca, la última en la fundación y la primera y principal en las glorias del precioso riego de la apostólica sangre de su santo ministro, el venerable padre Francisco Xavier Saeta, a quien hartas veces oí decir posuit me ut sagittam electam (hizo de mí como una saeta bien afilada), aludiendo santamente aún a su apellido Saeta que, en latín, significa saggita; pues fue tan escogida que, con su tan preciosa como apostólica sangre ha de ablandar las duras porfías que estos años pasados ha habido para que no viniesen los padres necesarios y se verificara con dolor: parvuli petierunt panem et non erat qui frangeret eis (pedían pan los parvulitos y no había quien se los diera)”.

 

El día 16 de noviembre de 1695, después de haberse sofocado la rebelión indígena y declarado la paz en aquel 30 de agosto, Kino resolvió partir a la ciudad de México. Tenía asuntos pendientes con Salvatierra respecto a California, además de aclarar lo sucedido en la Pimería Alta durante los disturbios iniciados desde la Semana Santa anterior. En siete semanas, después de cabalgar 500 leguas, el 8 de enero de 1696 el Padre Eusebio regresa a la ciudad de México llevando consigo a unos muchachos indígenas, entre ellos, el hijo del Jefe Indio de la Misión de Dolores; curiosamente ese mismo día llega también el Padre Juan María Salvatierra para presentarse ante el nuevo padre provincial Juan de Palacios.

 

No se sabe si Kino y Góngora volvieron a encontrarse, pero indudablemente que ahora el P. Eusebio entraba con la fortaleza de 15 años de experiencia por la Nueva España. Se entrevistó con el Virrey, con el Padre Palacios y con miembros de la Real Audiencia; se defendió contra las acusaciones hechas por el General Solís en contra de los Pimas y en su persona. Kino demostró que en la reciente revuelta los culpables eran algunos capitanes de los presidios que eran demasiado prepotentes; uno de ellos era Solís, señalando el caso de los indígenas atropellados en Mototicatzi. El padre Provincial le prometió cinco nuevos misioneros en la Pimería aunque no dejó de amonestarlo “para que dejara de irritar a sus colegas”. Por supuesto que Kino y Salvatierra aprovecharon para abogar por California que estaba cumpliendo 10 años en el abandono, aunque no tuvieron el éxito deseado.

 

El 8 de febrero la comitiva del norte deja la Ciudad de México; en el regreso los acompañó  el Padre Antonio Benavides quien se desvió hacia Durango para prepararse con rumbo a la Pimería. En Conicari el P. Eusebio celebró la Semana Santa y desde ahí envió por delante un correo para Horacio Polici con el oficio que lo nombraba Visitador para el siguiente trienio; Kino siguió hacia Bazeraca, un lugar cerca de Chihuahua, para consultar con el Visitador acerca de los planes para el futuro, enviando también un correo para los jefes Pimas anunciando que estaba por llegar.

 

En el camino de Bazeraca a Dolores, Kino estuvo a punto de morir. Sucedió que los Jocomes andaban de nuevo alzados y atacaron a la compañía que protegía al Padre Eusebio; él no estaba con ellos debido a que se desvió del camino para despedirse del Padre Rector Francisco Carranco que estaba en Nácori, así como de Pedro del Mármol. Kino llegó a mediados de mayo, y al parecer aún iban con él los naturales que participaron en el viaje. Al llegar a Dolores, el P. Eusebio reunió a los Jefes como estaba previsto y les comunicó los saludos y parabienes que les enviaban tanto el Virrey como el Padre Provincial; de esta congregación se envió un reporte a México para que quedara bien asentado.

Viaje de Sonora a México para aclarar el asunto de la rebelión.

 

Una nueva crisis ensombreció la vida de Kino, en esta ocasión de índole más o menos personal. A raíz de su inquietud por encontrar a los culpables de la muerte de Saeta y la destrucción de la Misión de Caborca, los Jefes Pimas accedieron a entregar a los verdaderos responsables; el ilustre fraile italiano envió a una comitiva para que los trajeran a la Misión de Dolores pero cuando dichos encargados pasaron por San Ignacio, el Padre Campos se escandalizó debido a que Kino estaría interviniendo en asuntos no religiosos, acto muy penado por el sector eclesiástico. El P. Eusebio se molestó bastante y alguna vez llegó a escribir: “ya pudiera estar ejecutado el castigo del Alcalde de Oquitoa, el homicida sacrílego del P. Saeta, si cierto cariblanco no lo hubiere estorbado”. Campos era un iniciado suyo y hoy lo tenía aparentemente de enemigo. Lo anterior llegó a oídos del P. Mora de Arizpe, rector y superior de los Jesuitas en el norte, quien se convirtió en el crítico más duro contra las actividades de Kino y con mucho gusto lo hubiera apartado de la Pimería si en sus manos hubiera estado, aunque fuera 17 años más joven que él.

 

Con todos en contra, de cualquier manera el P. Eusebio se dio maña y encerró en su casa a los dos culpables poniendo guardia de por medio; dio aviso a todas las autoridades acerca de este arraigo y que quería la impartición de justicia. Evitando ser detenidos dentro de la Iglesia, se urdió el plan de invitarlos a comer calabaza a la casa del Capitán y en el camino fueron detenidos por el Alcalde Mayor Pedro de Peralta.  Pareciera que la intención de Kino era evitar que el delito quedara impune y al mismo tiempo darle seguridad a los detenidos adelantándose a una posible ejecución en venganza. De su misma pluma solicitó al P. Mora su intervención para poner en libertad a los aludidos responsables, como lo dice parte del texto de una carta que le envió: “Sírvase su Reverencia de avisarme de lo que podemos hacer para conseguirles su libertad, que si vuestra Reverencia gusta me parece que los dos y algunos otros padres la pudiéramos conseguir y asegurar el total sosiego de esta nación”. Mora accedió y aceptó ponerlos en libertad; más tarde escribió: “procuré por los medios que pude conseguir la libertad y sin que interviniese otro en la materia, ayudado de Dios que fue el todo y de una buena traza, antes que se cumpliesen dos días de haber recibido la orden, se los saqué al Teniente y me los traje sueltos a esta Misión de Arizpe donde los guardé hasta que les negocié totalmente el perdón por escrito”. Después Mora los mandó a Dolores y de allí fueron enviados con una escolta de soldados a sus tierras. Mora comentó: “no me fié en dejarlos en la Misión del Padre Kino porque juzgué no estaban seguros”. Kino dejó a todos desconcertados con esta actitud justiciera; ¿se la prometería a Saeta?

 

Pasado ese momento controversial, por el mes de noviembre de 1696 el P. Polici ordena a Mora que asigne a Kino las nuevas misiones en la tierra de los Sobaipuris. Sin embargo, durante el mes de mayo de 1697 el nuevo Provincial Palacios envía la orden de asignar a Kino en comisión para California acompañando al padre Juan María Salvatierra, algo que hizo feliz al Padre Eusebio; al fin las gestiones del P. Juan María habían tenido éxito y por supuesto que el Padre Mora de Arizpe debió haber recibido la noticia con sumo agrado, aunque para su disgusto no por mucho tiempo.

 

Para esta tarea, Salvatierra empezó a buscar donativos de particulares encontrando gran ayuda del Padre Juan de Ugarte; se creó entonces el llamado Fondo Piadoso de las Californias con cuantiosas aportaciones de feligreses de capital. El proyecto se aprobó el 5 de febrero de 1697, el cual decía: “Se concede a Salvatierra y E. F. Kino los poderes para emprender la conversión de las Californias con dos condiciones: primero, debería ser por su propia cuenta (sin ayuda del Gobierno), y segundo, debería tomarse posesión de esas tierras en nombre del rey”; los dos frailes italianos entendieron el mensaje de “todo a cambio de nada”. Ambos recibieron poderes extraordinarios: podían reclutar y pagar soldados, nombrar y destituir oficiales y en general, dueños y señores de las decisiones.

 

Después de un paseo por Chínipas donde trabajó durante 10 años en la Sierra Tarahumara, Salvatierra esperó a Kino en el Yaqui durante el mes de agosto. Los navíos estaban listos para zarpar a la aventura californiana una vez más, pero el P. Campos de San Ignacio se interpuso en el camino y solicitó que no se dejara partir a Kino que además el P. Polici también lo necesitaba para las Misiones del norte; en su defensa, Kino propone que estaría dispuesto a pasar la mitad del tiempo en California en caso de ser necesario. Inclusive el P. Polici escribió a Roma para decir que el P. Eusebio era indispensable en la Pimería; Jironza y otros párrocos solicitaron a través de sendas cartas la permanencia de Kino en Sonora. El Padre Provincial, debido a la abrumadora solicitud, envía un comunicado a Polici para modificar la antigua orden al decidir finalmente que Kino siguiera en la Pimería, orden que fue enviada directamente del Virrey; en la carta, el P. Provincial afirma: “El señor Virrey me ha pedido que deje a vuestra reverencia con sus queridos Pimas, y así cuídelos porque en otras partes se teme un alzamiento general”. Kino iba en camino al yaqui y tuvo que dar la media vuelta y regresar.