Jironza pensó en grande; la rebelión debía ser
sofocada de una vez por todas y necesitaba refuerzos; pidió ayuda a Fernández
de la Fuente
y a Terán, jefes de un poderoso ejército formado por 75 soldados y 60 indios
conchos y ópatas que peleaban en Chihuahua. Se unieron a Solís el 13 de julio
en Cocóspera donde se hallaban también Kino y Campos; al día siguiente llegó
Jironza de Dolores e Higuera también se integra a la tropa con 18 elementos más
provenientes de Sinaloa; era la primera División del Norte de todos los
tiempos. El conglomerado partió de Cocóspera el 20 de julio de 1695 después
de una misa ofrecida por Kino, quien se quedó en la
Misión debido a que su salud se había quebrantado; su Misión
aportó 80 cabezas de ganado y Campos se incorporó de Capellán.
Inmediatamente se tuvieron noticias de los
rebeldes quienes suplicaron que el Capellán Campos fuera a negociar con ellos
pero no hubo respuesta. Terán entró por sorpresa a Tubutama y mató a 21
indígenas mientras que el resto huyó aterrorizado a las montañas. Hasta el
día 6 de agosto hubo noticias, cuando el Jefe de Tucubavia y tres pimas más
hablaron pacíficamente con los capitanes. Poco a poco las cosas iban
mejorando; se señaló que los cabecillas fueron el Mayor y el Caporal de
Tubutama y ofrecieron entregarlos. Fernández de la
Fuente pide el auxilio de Kino en su próxima entrada a
Caborca; el P. Eusebio escribió: “se me había
insinuado que yo pasese, si ser pudiera, a ver al campo y a los hijos, que
también lo deseaban mucho; en 21 de agosto pasé al Tupo y a la cercana
Ciénega donde estaba el Real... Vinieron de la
Concepción un grande grupo de naturales, de seis o siete
principales rancherías de El Tupo, El Bosna, del Araupo, Santa Marta,
Tucucot, Arituba, El Doagsoma, etc.; que todos se habían retirado del miedo.
También vino a verme el mismo gobernador de El Bosna que sin su venida se
juzgaban serían de poca satisfacción las paces... Habiéndome ofrecido que yo
iría a bajarlos de paz, que era lo que únicamente pretendían los señores
generales, se quedó el Real en la
Ciénega y bajé con el sargento y los indios al campo de La
Concepción”.
Cuando Kino llegó a Caborca ya habían matado a
dos indios y capturado a dos indias adultas con tres niñas. Una de ellas fue
enviada a hablar con su gente para que fueran a ver a su viejo amigo, “el
hombre del barco”. Al día siguiente regresó con 8 indios; dos días
después bajaron varios más sin armas, de paz y con cruces. La investigación
confirmó que la gente de Caborca no tenía ninguna responsabilidad en el
asesinato del Padre Saeta, y que el asalto había sido cometido por los pimas
de Tubutama y Oquitoa; ni siquiera los de Pitiquito participaron. Todo fue
mejorando, inclusive la tropa llegó a Tubutama y de ahí pasó de nuevo a La
Ciénega el 30 de agosto, día de Santa Rosa, que era
considerada la patrona de las Indias. En el lugar base del destacamento
esperaban a la delegación que partió hacia Caborca; se habló de la triste
muerte de Saeta y los 7 indígenas y lloraron la muerte de unos 80 naturales
con mayor número en la matanza de El Tupo, declarando que todas estas
tragedias fueron provocadas por un puñado de recalcitrantes de Tubutama y
Oquitoa. Quedó claro que debía castigarse a los culpables, seguirlos buscando
y levantar las misiones que habían sido destruidas. Hubo abrazos y se
despidieron cordialmente tanto los jefes españoles como las autoridades
indígenas, abriendo un episodio diferente para el futuro de la región; la paz
por fin estaba en camino y una vez más Kino estaba en medio de los arreglos.
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Habiendo logrado su cometido, el Ejército del
Norte cambió de rumbo y se dispuso a combatir a los apaches del norte. En su
embestida causaron 60 bajas a los naturales regresando con varias decenas de
mujeres y niños como prisioneros, mismos que se repartieron entre los
soldados como si fuera botín. Sin embargo, silenciosamente los indios se
vengaron, pues casi todos los soldados resultaron enfermos al tomar agua de
un aguaje que había sido envenenado a propósito, entre ellos el Padre Campos
que tuvo que ser transportado en camilla. En esa ocasión le tocó morir al
General Terán durante la noche del 29 de septiembre, siendo sepultado en
Janos el día 01 de octubre. Kino lo había conocido en el Río Mayo 8 años
atrás, cuando el General desempeñó un importante papel en las Minas de Los
Frailes; en 1691 fue nombrado Gobernador de Texas y dirigió una expedición de
Coahuila al Río Rojo para mantener a distancia a los franceses de Louisiana.
Antes de combatir a los Pimas en 1695, era comandante de la
Guarnición de El Gallo en Chihuahua.
La muerte de Saeta en este sangriento episodio
de Caborca se sumó a las anteriores del Padre Tapia en la costa del Pacífico,
a la de 7 frailes en las montañas de Durango, de Julio Pascual y Manuel
Martínez en Chínipas y de 4 jesuitas en la
Sierra Tarahumara. En muchas cartas a sus amigos Kino
comentaba lo doloroso que fue para él la muerte de su amigo con quien había
entablado una gran comunicación. Cinco días después de la tragedia escribió a
la Padre Kappus
de Cucurpe: “Por instantes (sensim sine sensu),
me va entrando una veneración más y más grande de este glorioso protomártir.
Yo espero en la divina bondad que Nuestro Señor mirará por esta inocente
víctima para el provecho de la conversión de muchísimas almas. Yo tengo
grandísimas esperanzas que todos estos males han de fructificar grandes y muy
grandes bienes”. Manje escribió sobre Saeta: “Mediante la
sangre del fervorosísimo padre y mártir Francisco Xavier Saeta, se va
fertilizando esa mies de almas que, con los tiempos, ha de ser la más
florida”. Kino juzgó importante desde ese momento iniciar una redacción
de la historia de la Pimería;
escribió un libro llamado: “Inocente, Apostólica y Gloriosa Muerte del
Venerable Padre Francisco Xavier Saeta, de la
Compañía de Jesús, Misionero en la
Nueva Conversión de la
Concepción de Nuestra Señora de Caborca de la
Pimería, en la
Provincia de Sonora, y Dictámenes Apostólicos del Mismo
Venerable Padre, en Orden a Hacer Nuevas Conquistas y Conversiones de Almas;
como También del Estado Presente de estas Nuevas Naciones y Conversiones, con
el Mapa Universal de Todas las Misiones Titulado Teatro de los Trabajos
Apostólicos de la Compañía
de Jesús en América Septentrional, 1695”;
por el Padre Eusebio Francisco Kino de la
Compañía de Jesús. El libro aún se conserva de la mano del
propio Kino y lo dedicó al Padre Provincial Diego de Almonacir; contiene más
de 100 páginas en las que incluye un mapa inédito de la
Pimería Alta.
En el libro el padre Kino relata su vida en
Dolores, la perla de la
Pimería, ocupado en celebrar la misa, enseñar catecismo,
curar enfermos, sembrar, criar ganado, cargar las recuas para el mercado,
construir, atender a las delegaciones que llegaban de otras partes, ayudar a
sus misiones vecinas y preparar el camino para otras nuevas. Más de 90
familias vivían en Dolores por aquellos años y más de 400 habían sido
bautizadas; he aquí su descripción: “Este partido (Misión) tiene bastantemente alhajada la
Iglesia, con ornamentos, cálices, capas de coro, campanas,
capilla de cantores, etcétera; mucho ganado mayor y menor, bueyes, labores,
huerta con varios géneros de hortaliza, árboles frutales de Castilla, viña,
duraznos, membrillos, higueras, granados, perales, albaricoques, etcétera.
Tiene fragua para herreros y carpinteros, recua, molino de agua, etcétera;
muchos granos y bastimentos pingües y abundantes cosechas de trigos, maíces,
cosas todas que, con las caballadas y muladas, sirven y se necesitan mucho
así en casa como para las entradas y nuevas conquistas y conversiones, y para
comprar unas dádivas y atractivos con que suele conseguir que, juntamente con
la palabra de Dios, se logra ganar los ánimos y las almas de los naturales”.
Todas las instalaciones se hallaban bajo la dirección de funcionarios y artesanos
nativos adiestrados por Kino, y continúa: “Hay en
este nuevo partido de Nuestra Señora de los Dolores, además de las justicias,
Capitán, Gobernador, Alcalde, Fiscal Mayor, Alguacil, Topile y otros
Fiscales; Maestro de Capilla y de Escuela, Mayordomo de Casas y otros
sirvientes que llaman pajes, vaqueros, arrieros, boyeros, panaderos,
molineros, hortelanos, pintores, etcétera”. Kino abunda respecto a
las visitas de Remedios y Cocóspera: “A este
partido o pueblo de Nuestra Señora de los Dolores pertenece su segundo
pueblo, llamado de Nuestra Señora de los Remedios, que dista siete leguas
hacia el norte. Empezóse pocos años ha, en ocasión que los otros dos pueblos
de San Ignacio y el de San José de los Hímeres (Imuris), que pertenecían a
éste de Nuestra Señora de los Dolores, se dieron a los otros padres nuevos
que entraron. Tiene más de treinta familias y otras tantas o más que se le
han de agregar trayéndolas de otros parajes menos abundantes y menos cómodos
a éstos más o menos. Tiene empezada iglesia y casa grande, y bastante
habitación, con sus ornamentos para la
Misa, el culto divino, campanas y casi cien almas
bautizadas... Dolores ayuda a otras misiones y como dijo el Padre Hostinski
en el sermón de la dedicación de esta iglesia, esta misión, desde entonces,
era madre de las otras cuatro nuevas misiones. Y después aún, el año pasado y
este año de 1695, ha
dado para la fundación de la nueva misión del venerable P. Francisco Xavier
Saeta, llamada de la
Concepción de Nuestra Señora de Caborca, el valor de más de
mil pesos en ganado mayor y menor, en manadas y caballadas, bastimentos y
vestuarios y alhajas de casa, etcétera, pues tiene abundancia de todo. Y a
ese fin se procuró fundar de tal manera que pudiese como más antigua, ayudar
a muchas otras que, después, se fuese emplazando; en particular por cuanto se
ha reconocido así en la
California, como en otras partes que, por la falta o
cortedad de estos medios temporales, se dejan y pierden tantos bienes
espirituales como son las conversiones y eterna salvación de tantas almas”.
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De la
Misión de San Ignacio Kino relata: “La segunda misión en importancia es San Ignacio de
Cabórica, ubicada 10 leguas al poniente (37km) de Dolores; tiene más de 40
familias agregadas; tiene medio hecha su iglesia y la casa con bastante
ganado mayor y menor y caballada, y aunque en esta revolución se quemaron los
techos, ya se está reedificando todo otra vez, y mejor que antes. Tiene muy
buena planta, una admirable y muy vistosa campiña y vega; todo de lo más
ameno que hay en todas estas provincias, junto a un muy buen río de muchísima
arboleda y tierras muy fértiles, con sus acequias para sementeras de trigos y
maíces, bastantes para ciudades enteras. Este año ya se iban cogiendo más de
trescientas fanegas de trigo, y si los alborotos no hubiesen atrasado y
estorbado todo. El otro pueblo que le pertenece a San Ignacio de Cabórica es
San José de los Hímeres (Imuris) que dista tres leguas al norte de San Ignacio
(11km). Goza de otras tantas conveniencias y amenidades de tierra, río y
ríos, llanadas, arboledas, muchísimas alamedas y cercanía de pinería para sus
fábricas, etcétera. En la visita del padre Visitador Juan María Salvatierra
se hallaba con más de 60 casas o familias de naturales; tiene empezada una
muy buena y capaz iglesia con su crucero. Se le reedifica la casa que se
quemó el día que quemaron la de San Ignacio. Ya ha dado y da muy pingües
cosechas de trigo y maíces. En sus muy grandes y muy amenas llanadas de
abundantísimos pastos y tres buenos ríos engorda, en tanta manera, el ganado
mayor y menor que, todo el año, hasta los toros dan sebo y manteca. También
hasta ahora ha pertenecido a San Ignacio el tercer partido llamado de Santa
María Magdalena, que está en el mismo Río de San Ignacio, cuatro leguas más
al sur. Y está muy cerca la ranchería grande de más de doscientas almas
llamada San Miguel del Tupo, que casi pertenece, y en todas partes ha muchos
naturales bautizados”.
Kino prosigue: “El
tercer partido o misión que se empezó y lo fundó el padre Antonio Arias,
ayudado por Pedro Castellanos, misionero de Acotzi (Aconchi) y Baviácora del Valle de Sonora. Este
pueblo de San Pedro Tubutama dista 25 leguas (93km) de Nuestra Señora de los
Dolores y como 10 (37km) de San Miguel del Tupo. Está en otro río diferente
al de San Ignacio aunque después abajo se juntan en San Diego del Pitiquín
(Pitiquito). Este pueblo ha tenido en varias ocasiones más de cuatrocientas
almas; el año pasado contamos 116 muchachos y muchachas de doctrina. Tiene
casa, con tres o cuatro buenos aposentos, que se están reedificando; muchas
tierras y muy fértiles, huertas y cosechas de trigo y maíz y frijol, etc.,
con muchas rancherías de abundante gentío en sus contornos, que se queda y se
debe agregar a unos buenos pueblos en ese
mismo Río de San Pedro del Tubutama. En este pueblo habrá habido como
doscientos bautismos. Su segundo pueblo es San Antonio del Oquitoa, siete
leguas más abajo, en el mismo río, el cual pueblo cuatros años ha, tenía más
de 80 bautismos, los más párvulos. Entre ellos era el del hijito del Capitán
más principal de toda la nación que se llama Soba; pues en este pueblo
empieza la gente de esa nación. Ambos pueblos quedaron muy destruidos en
estos alborotos y quemas de 1695, aunque ya, Gracias al Señor, se vuelven a
componer. El cuarto pueblo que se empezó fue Santiago de Cocóspera, que está
al norte de Nuestra Señora de los Dolores, en distancia de catorce leguas.
Tiene más de doscientas almas agregadas; casa y pequeña iglesia hecha, que se
está techando, y ornamentos, campanas; ganado mayor y menor, cosechas de
trigo y maíz. Y tendrá como cien naturales bautizados. Tiene muchas tierras y
un valle amenísimo, con bastantes alamedas, pinería, etcétera, y muchas otras
arboledas. Su segundo pueblo podrá ser o San Lázaro, agregándole la bastante
gente que la hay en sus contornos, o Santa María del Pilar, donde ya hay casa
y cosecha de trigo y maíz, y muchos bautismos”.
Kino añade: “También
hay casa de adobe y terrado, y muchos bautismos hechos y cosechas de trigos y
maíces para los padres que tanto ha, nos han pedido; y los padres visitadores
y otros padres y varias reales justicias, alcaldes mayores, generales y
capitanes, y tenientes, tantos años, les han prometido y nunca se los hemos
dado para los puestos siguientes: San Cayetano de Tumacácori, San Gabriel de
Guébavi que están como a treinta y tantas leguas de Dolores; San Francisco
Xavier del Bac de los sobaipuris, que dista como 60 leguas al norte del referido
partido. Y todos los tres referidos puestos están en el Río de Santa María
del Pilar (Santa Cruz), con muchísimo gentío en sus contornos, en particular
hacia el poniente y hacia la mar de las Californias”. Respecto a los ríos San
Ignacio y Altar, Kino prosigue: “También en Santa Marta, más abajo de Santa
María Magdalena, y en San Ambrosio de Tucubavia, hay casa empezada que se
está fabricando para los padres que ha pedido, y se les han prometido pues
tienen ya muchos párvulos y algunos adultos bautizados”.
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Respecto a Caborca, Kino relata: “El quinto partido o misión de esta Pimería es el de la
Concepción de Nuestra Señora de Caborca, la última en la
fundación y la primera y principal en las glorias del precioso riego de la
apostólica sangre de su santo ministro, el venerable padre Francisco Xavier
Saeta, a quien hartas veces oí decir posuit me ut sagittam electam (hizo
de mí como una saeta bien afilada), aludiendo santamente aún a su
apellido Saeta que, en latín, significa saggita; pues fue tan escogida
que, con su tan preciosa como apostólica sangre ha de ablandar las duras
porfías que estos años pasados ha habido para que no viniesen los padres
necesarios y se verificara con dolor: parvuli petierunt panem et non erat
qui frangeret eis (pedían pan los parvulitos y no había quien se los
diera)”.
El día 16 de noviembre de 1695, después de
haberse sofocado la rebelión indígena y declarado la paz en aquel 30 de
agosto, Kino resolvió partir a la ciudad de México. Tenía asuntos pendientes
con Salvatierra respecto a California, además de aclarar lo sucedido en la
Pimería Alta durante los disturbios iniciados desde la
Semana Santa anterior. En siete semanas, después de cabalgar
500 leguas, el 8 de enero de 1696 el Padre Eusebio regresa a la ciudad de
México llevando consigo a unos muchachos indígenas, entre ellos, el hijo del
Jefe Indio de la Misión
de Dolores; curiosamente ese mismo día llega también el Padre Juan María
Salvatierra para presentarse ante el nuevo padre provincial Juan de Palacios.
No se sabe si Kino y Góngora volvieron a encontrarse,
pero indudablemente que ahora el P. Eusebio entraba con la fortaleza de 15
años de experiencia por la
Nueva España. Se entrevistó con el Virrey, con el Padre
Palacios y con miembros de la
Real Audiencia; se defendió contra las acusaciones hechas
por el General Solís en contra de los Pimas y en su persona. Kino demostró
que en la reciente revuelta los culpables eran algunos capitanes de los
presidios que eran demasiado prepotentes; uno de ellos era Solís, señalando
el caso de los indígenas atropellados en Mototicatzi. El padre Provincial le
prometió cinco nuevos misioneros en la
Pimería aunque no dejó de amonestarlo “para que dejara de
irritar a sus colegas”. Por supuesto que Kino y Salvatierra aprovecharon
para abogar por California que estaba cumpliendo 10 años en el abandono,
aunque no tuvieron el éxito deseado.
El 8 de febrero la comitiva del norte deja la
Ciudad de México; en el regreso los acompañó el Padre Antonio Benavides quien se desvió
hacia Durango para prepararse con rumbo a la
Pimería. En Conicari el P. Eusebio celebró la
Semana Santa y desde ahí envió por delante un correo para
Horacio Polici con el oficio que lo nombraba Visitador para el siguiente
trienio; Kino siguió hacia Bazeraca, un lugar cerca de Chihuahua, para
consultar con el Visitador acerca de los planes para el futuro, enviando
también un correo para los jefes Pimas anunciando que estaba por llegar.
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Una nueva crisis ensombreció la vida de Kino, en
esta ocasión de índole más o menos personal. A raíz de su inquietud por
encontrar a los culpables de la muerte de Saeta y la destrucción de la
Misión de Caborca, los Jefes Pimas accedieron a entregar a
los verdaderos responsables; el ilustre fraile italiano envió a una comitiva
para que los trajeran a la
Misión de Dolores pero cuando dichos encargados pasaron por
San Ignacio, el Padre Campos se escandalizó debido a que Kino estaría
interviniendo en asuntos no religiosos, acto muy penado por el sector
eclesiástico. El P. Eusebio se molestó bastante y alguna vez llegó a
escribir: “ya pudiera estar ejecutado el castigo
del Alcalde de Oquitoa, el homicida sacrílego del P. Saeta, si cierto
cariblanco no lo hubiere estorbado”. Campos era un iniciado suyo y
hoy lo tenía aparentemente de enemigo. Lo anterior llegó a oídos del P. Mora
de Arizpe, rector y superior de los Jesuitas en el norte, quien se convirtió
en el crítico más duro contra las actividades de Kino y con mucho gusto lo
hubiera apartado de la
Pimería si en sus manos hubiera estado, aunque fuera 17 años
más joven que él.
Con todos en contra, de cualquier manera el P.
Eusebio se dio maña y encerró en su casa a los dos culpables poniendo guardia
de por medio; dio aviso a todas las autoridades acerca de este arraigo y que
quería la impartición de justicia. Evitando ser detenidos dentro de la
Iglesia, se urdió el plan de invitarlos a comer calabaza a
la casa del Capitán y en el camino fueron detenidos por el Alcalde Mayor
Pedro de Peralta. Pareciera que la
intención de Kino era evitar que el delito quedara impune y al mismo tiempo
darle seguridad a los detenidos adelantándose a una posible ejecución en
venganza. De su misma pluma solicitó al P. Mora su intervención para poner en
libertad a los aludidos responsables, como lo dice parte del texto de una
carta que le envió: “Sírvase su Reverencia de
avisarme de lo que podemos hacer para conseguirles su libertad, que si
vuestra Reverencia gusta me parece que los dos y algunos otros padres la
pudiéramos conseguir y asegurar el total sosiego de esta nación”.
Mora accedió y aceptó ponerlos en libertad; más tarde escribió: “procuré por los medios que pude conseguir la libertad y
sin que interviniese otro en la materia, ayudado de Dios que fue el todo y de
una buena traza, antes que se cumpliesen dos días de haber recibido la orden,
se los saqué al Teniente y me los traje sueltos a esta Misión de Arizpe donde
los guardé hasta que les negocié totalmente el perdón por escrito”.
Después Mora los mandó a Dolores y de allí fueron enviados con una escolta de
soldados a sus tierras. Mora comentó: “no me fié en dejarlos en la
Misión del Padre Kino porque juzgué no estaban seguros”.
Kino dejó a todos desconcertados con esta actitud justiciera; ¿se la
prometería a Saeta?
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Pasado ese momento controversial, por el mes de
noviembre de 1696 el P. Polici ordena a Mora que asigne a Kino las nuevas
misiones en la tierra de los Sobaipuris. Sin embargo, durante el mes de mayo
de 1697 el nuevo Provincial Palacios envía la orden de asignar a Kino en
comisión para California acompañando al padre Juan
María Salvatierra, algo que hizo feliz al Padre Eusebio; al fin las
gestiones del P. Juan María habían tenido éxito y por supuesto que el Padre
Mora de Arizpe debió haber recibido la noticia con sumo agrado, aunque para
su disgusto no por mucho tiempo.
Para esta tarea, Salvatierra empezó a buscar
donativos de particulares encontrando gran ayuda del Padre Juan de Ugarte; se
creó entonces el llamado Fondo Piadoso de las Californias con cuantiosas aportaciones
de feligreses de capital. El proyecto se aprobó el 5 de febrero de 1697, el
cual decía: “Se concede a Salvatierra y E. F. Kino los poderes para
emprender la conversión de las Californias con dos condiciones: primero,
debería ser por su propia cuenta (sin ayuda del Gobierno), y segundo, debería
tomarse posesión de esas tierras en nombre del rey”; los dos frailes
italianos entendieron el mensaje de “todo a cambio de nada”. Ambos recibieron
poderes extraordinarios: podían reclutar y pagar soldados, nombrar y
destituir oficiales y en general, dueños y señores de las decisiones.
Después de un paseo por Chínipas donde trabajó
durante 10 años en la
Sierra Tarahumara, Salvatierra esperó a Kino en el Yaqui
durante el mes de agosto. Los navíos estaban listos para zarpar a la aventura
californiana una vez más, pero el P. Campos de San Ignacio se interpuso en el
camino y solicitó que no se dejara partir a Kino que además el P. Polici
también lo necesitaba para las Misiones del norte; en su defensa, Kino propone
que estaría dispuesto a pasar la mitad del tiempo en California en caso de
ser necesario. Inclusive el P. Polici escribió a Roma para decir que el P.
Eusebio era indispensable en la
Pimería; Jironza y otros párrocos solicitaron a través de
sendas cartas la permanencia de Kino en Sonora. El Padre Provincial, debido a
la abrumadora solicitud, envía un comunicado a Polici para modificar la
antigua orden al decidir finalmente que Kino siguiera en la
Pimería, orden que fue enviada directamente del Virrey; en
la carta, el P. Provincial afirma: “El señor Virrey me ha pedido que deje
a vuestra reverencia con sus queridos Pimas, y así cuídelos porque en otras
partes se teme un alzamiento general”. Kino iba en camino al yaqui y tuvo
que dar la media vuelta y regresar.
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