CAPITULO III

“Guerra Contra los Indios y el Adiós a los Jesuitas en Sonora”

A mediados de 1761, el Visitador General Don José Gálvez comenzó a organizar una expedición militar a Sonora desde la ciudad de México, con el fin de pacificar a Seris y Pimas, frenar a los Apaches y proteger al Norte de México de las posibles invasiones que planeaban... ¡Rusos e Ingleses!.... Durante dos años se preparó tal expedición que quedó al mando del Coronel de Dragones de México y de España, Don Domingo Elizondo. Al final el cuerpo militar se integró con 1,100 hombres financiada con más de $300,000 pesos; los misioneros de la Compañía de Jesús contribuyeron con el suministro de 500 reses y 2,220 quintales de harina. En Sonora, el Capitán Cancio preparaba la residencia de la brigada militar en San José de Guaymas a modo de cuartel.

Durante los trabajos de preparación, sorpresivamente el Rey de España Carlos III emite una orden inesperada: "suprimir de todos los dominios españoles a los miembros frailes de la Compañía de Jesús (Jesuitas)". Cuando todos preguntaron el porqué, Carlos III declaró que "este asunto es de la real conciencia del soberano, y que debían saber de una vez los vasallos de su majestad, que habían nacido para obedecer y no para mezclarse en los altos negocios del gobierno". En México, el Virrey Marqués de Croix recibió el decreto el primero de mayo de 1767, ordenando hacerlo efectivo el próximo 25 de junio; para las provincias de Sonora y Sinaloa la fecha límite fue el 8 de julio del mismo año. El gobernador Juan Pineda ejecutó la controvertida orden y para el 25 de septiembre los 52 Padres Misioneros ya se encontraban en Guaymas, exceptuando al Padre Andrés González que poco antes había fallecido en la Villa de Sinaloa. Los Padres Jesuitas permanecieron en cautiverio durante 7 meses viviendo en unas barracas que con anterioridad se habían construido para alojar a las huestes de la expedición a Sonora; de esa manera pagó España el esfuerzo sin precedentes que la Compañía realizó en beneficio tanto de Colonizadores como de Nativos durante un siglo y medio al menos en el noroeste de México.

Llega Elizondo a Sonora

El 10 de marzo de 1768 las tropas expedicionarias de Elizondo llegan a Guaymas; parte de la tropa se dirige hasta el Pitic al mando del Capitán Urrea. Dos meses más tarde arriban también al puerto sonorense 14 Frailes Franciscanos en reemplazo de los misioneros Jesuitas; otra parte de esta misma delegación decide desembarcar en el Puerto de San Blas para caminar el resto de la distancia. La orden se reunió completa en San Miguel de Horcasitas a finales de mayo.

Los indígenas por su parte se habían acantonado en Cerro Prieto, esperando el ataque de los expedicionarios que estaban aguardando desde tres puntos estratégicos: El Pitic, San José de Guaymas y BuenaVista. A mediados del mes de junio se da el banderazo inicial y el primer pleito se hace allí mismo en Cerro Prieto, con escasos resultados satisfactorios para los extranjeros, pues los indios, astutos y conocedores de la tierra, prendieron fuego a la maleza y escaparon entre las sombras del humo hacia la Isla del Tiburón después de un primer reconocimiento al enemigo.

Poco se conoce de esta guerra desigual, pero a finales de 1768 los indios Seris no aguantaron la constante amenaza de los mil soldados y entregan las armas, siendo obligados inevitablemente a pedir paz. Al siguiente año Don José Gálvez, Visitador y Teniente General para las Expediciones de las Provincias Internas, se da una vuelta a Sonora llegando el 17 de mayo a la ciudad de Alamos. Desde ahí, como voz autorizada, manifiesta que a todos aquellos Seris y Pimas que aún anduvieran alzados recibirían un indulto si se presentan pidiendo la paz en un plazo no mayor de 40 días. Tiempo después, a raíz de estos acontecimientos, los Seris se separan de los Pimas y envían a 12 familias a El Pitic como confirmación de su alianza con los españoles y su rechazo a la tribu Pima. Para marzo de 1770, catorce familias más pedían vivir pacíficamente junto a sus hermanos ya asentados en El Pitic, entre los cuales iba uno de sus líderes más importantes: Crisanto. Se cuenta que cuando dicho guía espiritual llega a El Pitic, los españoles piden al Seri Mayor una prueba de su fidelidad. Crisanto se aleja del Pitic regresando con el caballo, las armas y la cabeza de un Pima como manifestación de su alianza con ellos. Desde ahí en adelante combatiría al lado de los Españoles  completándose fielmente una estupenda versión masculina de La Malinche.

Crisanto se convirtió en el Gobernador de la Nación Seri en El Pitic, teniendo por Alcalde a otro Seri llamado Francisco. Por otra parte, el Visitador Gálvez en su calidad de responsable general de la expedición, emite 20 instrucciones del Virrey para la asignación y repartimiento de tierras en los pueblos indios y de los españoles residentes; se arma de valor, baja de Alamos y se atreve a acercarse al enemigo llegando al Pitic el día 01 de octubre de 1770, lugar donde se reúne con los altos jefes de la expedición permaneciendo trece días.. Tiempo después los Seris rompen el pacto y se esconden de nueva cuenta en sus reductos de Cerro Prieto, hacia donde Elizondo va a intentar persuadirlos de un eventual regreso. Surge la información después de que al parecer el Visitador Gálvez, en un arranque de desesperación, perdió sus facultades mentales al no soportar la inestable situación.

Al parecer Elizondo se impone de nueva cuenta y logra el objetivo de reducir a gran número de Seris en El Pitic una vez más. Escribe al Virrey de Croix: "Los indios seris rendidos pasan a ponerse a los pies de vuestra Excelencia, obtener la confirmación de su perdón general y establecerse en este cantón al pie del “Cerro de la Conveniencia”, que dista un tiro de fusil, en cuya inmediación de este cuartel tienen su siembra habiendo abierto acequia para su riego y hecho presa en el río para la extracción del agua. Por estas ventajas suplico a VE les conceda la gracia que desean para vivir con tranquilidad. Los emisarios son: Crisanto su Gobernador, y los indios José Antonio, Antonio y Juan Antonio". Para reafirmar este compromiso por parte de los indígenas, los emisarios partieron hacia la Ciudad de México acompañados de dos cabos de regimiento el 21 de abril de 1771, se entiende para entrevistarse con las autoridades españolas regresando el 8 de Junio del mismo año.

Ya para el mes de Julio, Elizondo y Corbalán arreglaron finalmente así las cosas: los Seris se establecerían en El Pitic (en lo que es hoy Villa de Seris), nombrándola como la Villa de Nuestra Señora de Guadalupe. Los Pimas quedarían en Caborca, Pitiquito y Visanic, y finalmente los Sububapas y Suaquis en Belén en el Río Yaqui. Concluido el arreglo, Elizondo decide el regreso del cuerpo militar después de 3 años de campaña llegando a la ciudad de México el 12 de agosto de 1771. A finales de ese mismo año, el 2 de diciembre, el Gobernador Don Mateo Sastré nombra al Teniente Manuel de Azuela para que se haga cargo de la Compañía que se quedó en vigilancia del Cuartel de El Pitic, y con ello se iniciaba otro capítulo de la historia.

Fray Crisóstomo Gil  Masacrado por los Seris

A pesar de que gran número de familias Seris deciden hacer su vida en El Pitic, numerosos elementos de la tribu continuaron viviendo, aunque pacíficamente, en la Isla del Tiburón y zonas aledañas. Con el fin de mantener la estabilidad deseada, Sastré solicitó al Presidente de los Franciscanos en Sonora, Fray Crisóstomo Gil, el envío de sacerdotes para la instrucción religiosa mismos que eran bastante solicitados después de la partida de los Jesuitas cinco años antes. El mismo Padre Gil en compañía de Fray Mathías Gallo llegaron a El Pitic el día 17 de noviembre de 1772, dejando Gil a Gallo como ministro regresándose a Ures para otros asuntos de su gobierno. Pero la Misión de los Seris en el Pitic no podía atender el catecismo de las lejanas tierras de la costa, pues registrado este terreno no se encontraron condiciones propicias para levantar ahí una misión: "solo se halló en un carrizal, un corto ojo de agua y toda la tierra como de playa, muy poca leña y ninguna madera". El Gobernador Sastré insistió en atender la sugerencia de los Seris de la Costa que querían "su Misión", pues había que aprovechar la voluntad exhibida por ellos de querer adoctrinamiento religioso, corriéndose el peligro de que por no atender tal solicitud se podía perder lo ganado en el proceso de pacificación; el asunto llegó a oídos del Virrey quien a su vez elevó otra queja al Colegio de Franciscanos por la negativa de los padres de atender la solicitud de los Seris en su territorio.

La presión fue tal que el mismo Padre Crisóstomo Gil se armó de valor y llegó a El Carrizal a establecer la Misión de San Francisco Javier. Arribó el día 26 de noviembre de 1772 sin más provisión que lo suficiente para celebrar la misa y completamente solo. Con el auxilio de algunos indígenas el fraile levantó una enramada y una pequeña choza para uso personal. La Misión en realidad no estaba resultando lo exitosa que se esperaba, pues los indios Seris de la Isla no iban a dejarla fácilmente; quienes concurrían a la Iglesia no lo hacían con regularidad y había poca tranquilidad. Tres meses más tarde, el 7 de marzo de 1773, tres indios seris atacaron la humilde Iglesia construida por el Padre Gil asesinándolo cruelmente a pedradas; el Gobernador Seri le dio sepultura y no fue sino hasta el mes de octubre cuando sus restos fueron trasladados a Ures, siendo inhumados en la Iglesia de esta población el día 7 del mismo mes. Este fue el principio y el fin de una Misión imposible.

El Padre Matías Gallo estaba teniendo mejores resultados con los indios Seris asentados en El Pitic, haciendo levantar un templo provisional al pie del Cerro de la Conveniencia dándole por nombre la Iglesia de San Antonio de Padua, cuyos primeros bautismos dan fe de sus comienzos el 14 de febrero de 1773.

El Presidio de Horcasitas Regresa al Pitic

A raíz de los acontecimientos desagradables que seguían prevaleciendo con los Seris que ya se iban, ya regresaban del Pitic, y con los renuentes de la Isla del Tiburón que se negaban a pacificarse, las autoridades españolas deciden mover el Presidio de Horcasitas para El Pitic en diciembre de 1780, aunque esto no dio muchos resultados satisfactorios pues todavía entre febrero y marzo de 1781 las deserciones de Seris continuaban. Sin embargo, en estos tiempos de forasteros en la región, surge una de las primeras epidemias en Sonora: la viruela empieza a hacer estragos en todas partes siendo contagiados tanto Seris alzados como Tiburones. Nada más en El Pitic se estiman alrededor de 50 muertes por ese motivo. La Capitanía del Presidio del Pitic en su nueva era es conferida a Don José Antonio Romero en 1782, quien fungía como Capitán de los Dragones de España; en su afán de doblegar definitivamente a los Seris  decide invadir la Isla del Tiburón con resultados poco exitosos.

Para el día 29 de Agosto de 1783 el Presidio de El Pitic desaparece como tal para dar origen a la Villa de El Pitic según el nombramiento aprobado por las autoridades de España a solicitud del Primer Gobernante y Comandante General de las Provincias Internas, Don Teodoro de Croix. La aprobación de Villa para el Pitic le permitó acceder a presupuestos para la infraestructura, y así vemos que en ese mismo año el Ingeniero Militar Manuel Mascaró atendió la construcción de un acueducto de cal y canto con el fin de evitar que las avenidas del Río Sonora destruyesen la obra como tantas veces lo había hecho en anteriores crecidas de la corriente.

Para 1784 los Seris dan muestras de asentarse en El Pitic, pues ocurre una gran hambruna derivada de una sequía extraordinaria todavía comunes hasta nuestros tiempos; por su propio pie bajan pacíficamente de Cerro Prieto y regiones aledañas estableciéndose en El Pitic, en la banda sur del Río Sonora. Ahí se les asistió con raciones de trigo hasta que se levantaron sus cosechas, en cuyo acopio participó Don Santiago Domínguez de Escoboza. Inclusive en 1785 se procedió a intentar el primer reparto de tierras, pues la nueva Villa del Pitic comenzó a poblarse aceleradamente; así también, los seris avecindados en El Pitic construyen su capilla inaugurándose el día 12 de septiembre de 1790. Para el mes de octubre llega el reverendo Padre Fr. Juan Felipe Martínez, quien fue removido de la Misión de San Ignacio de Onavas, a fin de hacerse cargo del nuevo templo quedando bajo la protección de un cabo y tres soldados.

En 1796, ya para concluir el siglo XVIII, se contabilizaban en la Villa del Pitic 72 habitantes de ejercicio militar con cuyas familias totalizaban 277; 412 eran  de origen español y 86 de la comunidad indígena Seri, dando por suma la cantidad de 775. Una parte del asentamiento ya se ubicaba al pie del Cerro de la Campana en las inmediaciones del Río Sonora, mientras que los indígenas se congregaban en la margen izquierda del mencionado Río en las inmediaciones del Cerro de la Cruz, lugar que actualmente conocemos como Villa de Seris.

El Pitic y el Movimiento de Independencia en 1810

El movimiento de independencia del Régimen Español en nuestro país poco tuvo que ver en la vida de El Pitic, sin embargo, paradójicamente por siempre quedaría ligado a esta insurrección cuando el Congreso Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Occidente (que abarcaba Sonora y Sinaloa), por medio de un decreto fechado el 5 de septiembre de 1828 elevaba a la categoría de ciudad a la Villa del Pitic, declarándola "Ciudad de Hermosillo" en honor de un militar que en las filas de Miguel Hidalgo y Costilla participó en la guerra de independencia; el fue Don José María González de Hermosillo.

Aunque González de Hermosillo nunca visitó la Villa del Pitic, su apellido fue seleccionado para nombrar a la ciudad por sus méritos militares en el noroeste de México. Antes de que Hidalgo llegara a Guadalajara, Miguel Gómez Portugal (uno de los revolucionarios del antiguo Estado de Nueva Galicia), comisionó a González de Hermosillo para propagar el movimiento en esta región. Reunió, en compañía del Oficial de Primera División Don José Antonio López, un contingente de 1700 hombres de infantería, 200 caballos y 68 fusiles pasando por Tepic y llegando a Acaponeta el 15 de diciembre de 1810. Tres días después, Hermosillo atacó y venció en El Rosario Sinaloa a Don Pedro Villaescusa, quien estaba al mando del Ejército Realista que disponía de 1000 fusiles y 6 piezas de artillería; Hidalgo lo premió ascendiéndolo a Coronel dos semanas después. Sin embargo, a principios del siguiente año ( 7 de febrero de 1811), González Hermosillo sufre un doloroso descalabro en San Ignacio dejando sobre el campo 500 muertos, recuperando Don Alejo García Conde las provincias de Sonora y Sinaloa que quedaron de nueva cuenta bajo la obediencia del rey. En 1814, González de Hermosillo recibió el grado de Brigadier y Comandante General de la Provincia de Nueva Galicia de parte del Congreso de Chilpancingo. Según la crónica histórica, murió en batalla el 31 de octubre de 1819 en el Rancho de Baltierra, Jalisco.

Al consumarse la independencia de México el 27 de septiembre de 1821, Sonora y Sinaloa quedaron separadas por medio de un decreto fechado el 19 de julio de 1823, asignándose la ciudad de Ures como capital de Sonora y la Villa de Culiacán la correspondiente a Sinaloa. Antiguamente Sonora, Sinaloa, Nuevo México y Nueva Vizcaya componían las provincias Internas de Occidente cuya capital era la ciudad de Arizpe en Sonora. La Villa del Pitic tenía por aquel entonces un estimado de 8 mil habitantes.